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Antiperiodismo

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“Eres un grosero”, le dice Trump al periodista de la CNN Jim Acosta, a quien le sacan el micrófono. | jonathan ernst / reuter

Si algo bueno le aportó la presidencia de Trump al mundo, y especialmente a Latinoamérica, mayormente antinorteamericana, fue demostrar que el conflicto gobierno versus medios no es un conflicto izquierda-derecha, ni un conflicto entre gobiernos progresistas que vienen a emancipar a los desposeídos de la opresión y las aristocracias que los someten y se empeñan en conservar sus privilegios, defendidas por los medios oligarcas y cipayos.
Un buen instructivo es ver el video de la parte de la última conferencia de prensa en la Casa Blanca donde Trump se ofusca ante un periodista de la CNN al que le hace quitar el micrófono, este se resiste y lo hace echar.

El mismo servicio va camino a prestar Bolsonaro en Brasil, al anunciar que desde el primer día de su presidencia cortará toda la publicidad oficial del diario Folha de São Paulo, como hizo Néstor Kirchner con todas las publicaciones de Editorial Perfil desde el 25 de mayo de 2003. Folha de São Paulo fue el medio más crítico de Lula y el Partido de los Trabajadores en el período anterior, lo mismo que Perfil había sido el más crítico del gobierno de Menem, dejando nuevamente en claro que el conflicto no es izquierda-derecha sino sistema de división de poderes versus autoritarismo, tanto de derecha como de izquierda.

El viernes recibí este mail de la editora general Ursula Ures: “Te envío un mensaje que la abogada Graciana Peñafort me pidió que te hiciera llegar. Es una suerte de respuesta a tu presentación en el evento que organizaron el Sistema de Medios y la Embajada británica el lunes pasado: Enlace al hilo de twitter”.

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PERFIL envió a Folha de São Paulo copia del juicio por discriminación con publicidad oficial.

Son 23 tuits (el problema de la brevedad de las redes sociales) que recomiendo leer y comienza con dos de los primeros así: “En tu exposición dijiste que ‘cuando hay críticas sobre los periodistas o sobre los medios, lo que realmente está poniendo en cuestión la sociedad es el sistema democrático ya que el periodismo es hijo de ese sistema’. Y te escribo para decirte que creo que estás desacertado. Cuando se pone en cuestión a los medios y a los periodistas, lo que se cuestiona, o mejor dicho se disputa, es la construcción de sentido en una sociedad, no la democracia”.

Obviamente, no puedo no coincidir con Peñafort sobre el conflicto por la construcción de sentido, perpetuo y preperiodístico, desde las atávicas disputas entre los sofistas y los filósofos o las medioevales entre religiosos y científicos. Eso ya está más que claro.

Como el periodismo y la democracia representativa nacen juntos de la contemporaneidad extendida de Gutemberg y la Revolución Francesa, en esa conferencia en el CCK yo expuse sobre el contexto mundial de disputa entre periodismo y política. Lamento que, como efecto de nuestra grieta cultural, aún después de las evidencias de Trump y Bolsonaro, se mantengan cegueras paradigmáticas que impidan ver más allá en personas formadas e informadas como la abogada Peñafort, coautora de la Ley de Medios, lo que solo un exceso de pasión puede explicar. De cualquier forma, bienvenida la polémica si contribuye a esclarecer. No casualmente mi último libro, Periodismo y verdad, editado por Paidós, está dedicado a la problemática de la construcción de sentido.

Pero en el capítulo titulado “Los medios: un estado”, al desarrollar las diez causas que cambiaron el sistema comunicacional y la política, digo en la penúltima de ellas:
“Causa 9: Política. División de poderes, justicia, cuarto poder.

El conflicto no es capitalismo sí o no. Es democracia con división de poderes o no.

”El malestar general con la democracia se traslada al periodismo. Tras la caída del Muro de Berlín, la distribución de la renta se hizo más injusta. El capitalismo, al carecer de competencia con el sistema de economía ­planificada, y dejar de tener esa amenaza, involucionó haciendo a los ricos más ricos y a los pobres más pobres. La insatisfacción con la democracia se puede expresar tanto desde la derecha como desde la izquierda, en populismos como el de Trump o como los latinoamericanos, pero todos vienen a rebelarse al sistema liberal sosteniendo que la división de poderes es una mentira, que los jueces están subordinados al poder político al igual que los medios: si la división de poderes es una farsa, no hay ‘cuarto poder’. Así como formalmente en China su Justicia está subordinada al Partido Comunista, lo mismo su periodismo; la acusación a las democracias liberales es que en uno y otro sistema la práctica es la misma, más o menos hipócrita. Y se responsabiliza a los medios como a los políticos de la distribución de la renta más regresiva”.

Como se desprende, no es una posición oligarca, cipaya ni conservadora. Escribí Periodismo y verdad para contribuir con mi aporte a ir cerrando la grieta, reconociendo también razones de quienes critican al periodismo pero tratando de esclarecer sobre una problemática compleja, buscando alejarme de respuestas superficiales. Y como el 20 de noviembre Paidós convocó a un Cabildo Abierto del periodismo en el propio Cabildo de Buenos Aires, pediré que se invite a Peñafort.

Paralelamente, la semana pasada me comuniqué con el presidente de Folha de São Paulo, Luis Frías, para transmitirle nuestra solidaridad y hacerle llegar copia de las demandas y fallos en distintas instancias del juicio contra la discriminación con la publicidad oficial que realizó Perfil contra el gobierno kirchnerista, como antecedente frente a la amenaza de Bolsonaro.

Trump, Bolsonaro, Putin o Xi Jinping desean poner los mismos límites a la libertad de prensa.

Nada se repite igual en la historia pero, abusando de didactismo, se podría decir que la regresión en la distribución de la renta en los países más desarrollados y el estancamiento del capitalismo que no se recupera de las crisis de 2000 y 2008 generan situaciones con algún grado de similitud a las décadas del 30 y 40 del siglo pasado, donde doctrinas autoritarias le disputaban su superioridad a la democracia representativa constitucionalista y con división de poderes.

Un libro incomparablemente superior que acaba de editar la Universidad Pedagógica Nacional, Genealogía de la política: Carl Schmitt y la crisis del pensamiento político moderno, del profesor de Doctrinas Políticas de la Universidad de Bolonia Carlo Galli, aborda profundamente el conflicto entre representación (“que significa in-formar”) y delegación (“que significa ser sustituido”), tema al que, como excede al espacio de esta columna, le dedicaré una completa en el futuro. Pero lo esencial a los fines de la relación periodismo y política es que el conflicto actual no es capitalismo-no capitalismo, ya que todos han adoptado el mismo sistema económico, más allá de ciertas particularidades. El conflicto hoy, que atraviesa tanto a Trump como a Bolsonaro, Putin o Xi Jinping, es entre división y no división de poderes, entre democracia con división de poderes o “clásica” y “democracia delegativa”, como las llamaba el gran cientista político argentino Guillermo O’Donnell.