El mercado de la historieta en Francia es muy importante a nivel económico y cultural. Se trata de un rubro que, solo en 2018, vendió 60 millones de ejemplares. Algunas de las obras publicadas son extranjeras, incluyendo las de varios argentinos que producen expresamente para el público de ese país. Para enfrentar la crisis detonada con el Covid-19, referentes del sector trazan estrategias que privilegian el rol estatal y el pago a los autores, sin dejar de lado a los libreros. Pese a lo ajeno que pueda parecer el ámbito cultural europeo, la pandemia analogó situaciones y hay ideas que podrían ser aplicables al golpeado mercado editorial argentino. “Creo que esta crisis seguirá el próximo año –afirma Nicolas Lebedel, editor de Les Reveurs, que publica, entre otros, a argentinos como Carlos Nine y Lucas Nine– y las principales editoriales ya han decidido posponer proyectos, con lo que la cantidad de libros lanzados este año disminuirá en general. No hay que olvidar que cuando reabran librerías, unas pocas personas podrán ingresar al mismo tiempo. El problema principal es cómo ayudar a los autores que no recibirán anticipos en los próximos meses. El ministro de Cultura anunció un subsidio, considerado insuficiente y criticado por autores, editores y librerías, por lo que trabaja en una nueva propuesta. “Presionar al Estado es fundamental. Esta industria y el área de Cultura en general generan mucho trabajo. Y durante este período loco es crucial resguardar el trabajo para un país”. Pagar a los autores es, según Lebedel, el primer objetivo porque “sin autor, no hay creación, no hay libros, no hay librerías”.
Wandrille Leroy, celebrado historietista, es también editor de Warum. Su doble rol tiene pares en Argentina, como Liniers con su Editorial Común. Leroy opina, entonces, desde dos perspectivas diferenciadas: “Como autor, siempre soñé con una situación que me obligara a escribir y dibujar, prohibiendo la distracción y la posibilidad de evitar el trabajo. Y aquí estamos. Pero, a pesar de eso, no trabajo tanto. Se suponía que debía publicar dos libros como autor en abril o mayo y todo se retrasó. Como editor sé que durante mucho tiempo la sobrepublicación fue causa de la disminución de ingresos para autores. Quizás esta crisis sea una buena oportunidad para frenar o bajar la producción y centrarse en menos títulos, pero mejor producidos y, en su mayor parte, mejor pagados. Es cuestión de vida o muerte que el Gobierno ayude a las empresas más frágiles pero, más aún a los autores, que son la parte peor pagada del negocio y que ya tenían dificultades para ganar lo suficiente para pagar el alquiler”.
Moïse Kissou, editor de Grupo Steinkis, no ve con dramatismo la situación sanitaria de las librerías cuando reabran, pero recela de los compradores: “Creo que rara vez son lugares donde hay multitudes de personas al mismo tiempo, por lo que soy bastante optimista sobre sus habilidades para manejar los problemas sanitarios. No creo que haya grandes colas afuera. Lo que es más preocupante es si la gente irá a las librerías como antes”. En cuanto al apoyo estatal, el editor piensa que debe ser multidireccional: “El Estado tiene que alentar a las personas a que vayan a comprar libros, he oído que están planeando una campaña en ese sentido y creo que es algo fundamental. También debería apoyar financieramente a las librerías, es difícil hacer frente a dos meses de cierre, y es importante asegurarse de que todas las librerías puedan seguir funcionando”. Consultado sobre la posibilidad de un aluvión de obras autorreferenciales sobre la pandemia, Kissou apela a la capacidad de discernimiento de sus pares: “No va a permitirse, los editores están dispuestos a actuar con buen tino en ese sentido”.
*Periodista y guionista.