Argentina pedirá un waiver al Fondo Monetario Internacional. Será en algún momento de octubre; y por el incumplimiento de una de las metas obligatorias del acuerdo Facilidades Extendidas firmado en enero de 2024. Si bien éstas tienen cumplimiento anual y podría ocurrir que en algún trimestre de los cuatro que tiene cada ejercicio no se cumplan, ya saben las dos partes que hay un capítulo imposible de lograr. No es el superávit primario, donde el gobierno de Javier Milei mostrará soltura y logrará sin sobresaltos la consigna de un nivel de ahorro de 2,1% del PBI durante el 2025. Tampoco la meta de emisión monetaria cero, donde, Javier Milei y su ministro de Economía Luis “Toto” Caputo tienen la situación controlada. Más, luego de haber cerrado el grifo de emisión para el pago de deuda en pesos. El problema radica en la cantidad de reservas que para este año debería haberse acumulado en el Banco Central, una variable que tanto el Gobierno como los técnicos del FMI saben que es crucial para poder cumplir con consignas clave como la política cambiaria, la monetaria, las financieras y, en fin, la apertura del cepo; un norte que por ahora, se mantiene lejano.
Por ahora, Caputo no asume la necesidad de negociar el perdón con el FMI. Afirma que está cerca de cerrar algún tipo de préstamos con bancos o fondos de inversión, bajo el paraguas del esquema REPO (tomar deuda colocando alguna garantía como títulos públicos, el oro del BCRA o el FGS. Sin embargo, sabe el ministro (y también el FMI), que ese dinero debe destinarse a garantizar el pago de cupones de los Bonares y Globales de enero 2025 (unos US$ 5.100 millones) y julio (US$ 2.100 millones). Y sólo contablemente y por un tiempo corto, podrían destinarse a fortalecer las reservas.
Sin embargo, en 48 horas se confirmará una dura novedad. Con el fin de septiembre, y en consecuencia con la culminación del tercer trimestre del año, Argentina debería sentarse con los técnicos del FMI comandados por el venezolano Luis Cubeddu, para cerrar el punteo de las metas pactadas en enero. Si bien no fue un mal mes de compras (el BCRA podría terminar con un azul de 600 millones), estará unos US$ 2 mil millones por debajo del ritmo de acumulación que debería mostrar el país en los primeros tres trimestres del 2024; y que debería ubicarse en unos US$ 7 mil para todo el año, pero con un nivel de acumulación de 8.700 millones para el tercer trimestre del año; sabiendo que el último trimestre del año el resultado sería negativo. Sabe el Ministerio de Economía que ese número estuvo lejos de lograr el trimestre que culmina mañana, en unos US$ 2 mil millones. Esto, pese a que en el primer trimestre del año, la gestión de Javier Milei había mostrado un brillante arranque, con un primer trimestre del 2024 donde debía acumular reservas por unos US$ 6 mil millones, y alcanzó los US$ 9 mil millones. En el segundo trimestre (abril- junio), las metas debían llegar a los US$ 10 mil millones; los que se habrían alcanzado con dificultad. El problema radica en el tercero, donde el BCRA debería mostrarle al FMI un acumulado de US$ 8.700 millones. Los datos al viernes mostraban que la entidad está a casi US$ 1.800 millones de mostrar lo pactado. La proyección para fin de año congela la situación y la posición de fin de septiembre; con lo cual resulta ya imposible que se cumpla esta meta pactada con el FMI.
El Fondo Monetario Internacional sabe que no puede abandonar a su suerte a su principal deudor
Lo saben en Buenos Aires. Y lo saben en Washington. Llegará entonces el momento de negociar un “perdón” sobre la base de que las partes saben que hay un convencimiento que no puede haber ruptura y que debe firmarse algún tipo de acuerdo para que la relación, al menos, sobreviva.
La idea que se maneja, ya deslizada por Caputo, es que se firme un pacto de cierre para 2024 con perdón incluido, algún tipo de aceptación para el giro de unos US$ 800 millones que el FMI le debe al país por la aprobación de las metas del segundo trimestre del año (y cuya novena revisión aún no se concretó), un “visto” por las metas del tercer trimestre y el compromiso mutuo de revisar las metas del 2024; sabiendo que las reservas pactadas no se alcanzarán. Todo esto con alguna extensión del acuerdo firmado en enero pasado para el 2025, con vencimiento en diciembre.
Una alta fuente del FMI le explicaba la situación a este medio con la siguiente argumentación. “Todo esto era conocido por Rodrigo Valdés desde mayo. Sabía que Argentina no podía cumplir con las metas de acumulación de reservas; y que, en consecuencia, la política cambiaria no era sostenible. Y que, por lo tanto, no se podía negociar un aumento de los créditos de disponibilidad del organismo al país”. Como se recordará, éste fue el capítulo que enfureció a Milei con Valdés, al que denunció públicamente de colaboracionista de Sergio Massa y agente de la izquierda latinoamericana. También se mencionó en este medio, el momento de junio pasado cuando Valdés le reclamó a Caputo una devaluación del 30% para continuar con el programa firmado por Milei en enero; y que para el chileno iba camino al incumplimiento general.
Valdés negociaba con el ministro sobre la ampliación de la ayuda del FMI para abrir el cepo para fin de año; y desde Washington se le exigía la devaluación del peso como prueba de amor. “Ni en pedo” fue la contestación del argentino, frase que significó el cese de las negociaciones.
Luego vino lo que ya se sabe. Valdés renunció a seguir el caso argentino el 10 de septiembre, presentación que le planteó a la propia titular del FMI, Kristalina Georgieva. Era eso o la renuncia a su cargo. La búlgara lo contuvo, negoció su continuidad con el corrimiento de sus funciones de máximo fiscalizador de la Argentina, tarea que técnicamente recayó en Cubeddu, y política, económica y diplomáticamente en el número dos del FMI, la indo- norteamericana Gita Gopinath.
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La actitud de Valdés fue política. Y personal. No quiso que las dificultades para cerrar el acuerdo 2024 entre el país y el FMI, y mucho menos abrir el grifo de nuevos fondos, se interpreten como una cuestión personal; sino como algo inevitable dado el nuevo incumplimiento de una meta clave. Anticipaba Valdés que era imposible ya en junio que Argentina llegara a cubrir la meta de reservas, variable que para el chileno es clave para solucionar el principal problema que, según su visión, tiene la economía: la imposibilidad de contar con divisas para abrir el cepo, mejorar la competitividad de la economía y poder acumular dólares. Y con eso poder mostrar un perfil sólido ante el importante panorama de vencimientos. Para Valdés el tipo de cambio retrasado y una política de multiplicidad de precios de dólares, es la principal causa de los problemas de acumulación de divisas. Y, en consecuencia, de las reales posibilidades de despegue de la economía. Y para esto resultaría imprescindible, según su visión devaluar. Algo que el gobierno de Milei y el Palacio de Hacienda de Caputo consideran un indigno sacrilegio. Y, lo más importante, una decisión política y económicamente, imposible de aplicar.
El resto es historia.
Valdés se fue, por cuestiones personales. No por las presiones de Buenos Aires. Y dejó al tándem Gopinath-Cubeddu la responsabilidad de continuar negociando con el complicado gobierno argentino.
El chileno pasa ahora su tiempo manteniendo su cargo y concentrándose en otros casos complicados, como el de Ecuador, Panamá y algún país centroamericano; los otros deudores menores que tiene el FMI en la región. Como ya se contó, al no aceptar la renuncia a todo de Valdes, la búlgara evitó repetir la historia de muchos de los responsables del área que agrupa a los países latinoamericanos, que debieron abandonar la dirección para el Hemisferio Occidental, por las consecuencias de los fracasos de los programas con Argentina.
Ahora las partes están obligadas a un acuerdo. En Buenos Aires se sabe que es imposible creer que se puede funcionar sin el auditor que tiene la economía mundial. Mucho menos si se considera que se le deben unos US$ 44.800 millones. El FMI no puede abandonar a su suerte a su principal deudor. Menos sabiendo que pese a todo, el Gobierno sobrecumplió las metas de superávit fiscal y emisión cero. Ahora, vendrán tiempos donde seguramente, se aprobará lo ocurrido en el segundo trimestre del año, donde Argentina aprobó el examen de metas. Habrá que ver si desde Washington aprueban las premisa negociadora que hace un tiempo lanzó Caputo: que se apruebe también y en el mismo momento el tercer trimestre.
Difícil misión se autoinculcó el ministro.