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resultados de la cumbre del G-8

Argentina debe volver al mundo

Algunas decisiones suscriptas por los 27 gobernantes que se congregaron en L’Aquila, Italia, la semana pasada en la Cumbre del G-8 ofrecen oportunidades concretas más allá del sombrío panorama internacional que tiene al globo en ascuas. Uno de los temas centrales es el hambre y la pobreza en el mundo, que afecta a mil millones de personas.

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Algunas decisiones suscriptas por los 27 gobernantes que se congregaron en L’Aquila, Italia, la semana pasada en la Cumbre del G-8 ofrecen oportunidades concretas más allá del sombrío panorama internacional que tiene al globo en ascuas. Uno de los temas centrales es el hambre y la pobreza en el mundo, que afecta a mil millones de personas. Más allá de exageraciones y morosidades, se asumió el compromiso de aportar 20 mil millones de dólares de ayuda para la agricultura y la seguridad alimentaria, concentrada sobre todo en Africa. Dada nuestra posición dominante en algunos rubros contemplados en las definiciones y la imposibilidad de que nuestros competidores puedan satisfacer de inmediato semejantes requerimientos, parece que ha llegado el momento de articular y llevar a cabo una estrategia que posicione ventajosamente a la Argentina. Si en el horizonte yacía la posibilidad de alcanzar a corto plazo 150 millones de toneladas de granos empleando racionalmente los recursos y la tecnología disponibles, no es disparatado actualizar ese objetivo, por supuesto, entre otros, porque la intención aquí no busca limitar o descartar complementariedades enriquecedoras. Se ha discutido hasta el cansancio el tema de la agrarización y sus desventajas para un país como el nuestro, y se llegó a demonizar a la soja y a los productores, a negar la tecnología ad usum, a impugnar las ganancias derivadas de las innovaciones científicas y tecnológicas y de la escala de producción, ésta también empujada por asociaciones de productores, sean grandes, medianos o pequeños. Los cuestionamientos de izquierda y aun en medios identificados como de “derecha” apelaron a las nostalgias del campesinado de principios del siglo XX, como si nada hubiera sucedido en el medio.


Los adversos resultados registrados y estimados para el presente año agrícola deberían remitir urgentemente a la realidad si es que no se desea repetir experiencias desafortunadas, sino desgarradoras por los valores en juego, donde, además, está comprometida la jerarquización internacional del país, amenazada por nuestros propios errores y en parte por el imparable empuje de Brasil y hasta de Uruguay en la gestión y exportación de los mismos productos. Definir un estilo de desarrollo no constituye una cuestión menor, pero en la encrucijada nacional e internacional actual, con un poco de sensatez podría lograrse. Recordemos aquella antigua pero vigente proposición del ingeniero Jorge Sábato cuando propició un modelo productivo sintetizado mediante un triangulo. En el vértice aparecía el Estado concibiendo políticas y en los extremos de la base, de un lado la ciencia y la tecnología, y del otro las empresas, todos en equilibrada armonía en pos de un proyecto común compartido.
Si la agroindustria hoy representa un 40% del PBI y una magnitud un poco menor sobre el empleo total, por qué no aprovechar las oportunidades que se ofrecen para combatir el hambre y estimular la agricultura en países que podrían convertirse en importadores de alimentos, insumos, tecnología e implementos agrícolas argentinos, magnificando nuestra participación en el mercado mundial como hacen inteligentemente Brasil y Uruguay. De paso, ganaríamos solvencia fiscal y externa para independizarnos de una deuda históricamente no recomendable como herramienta para resolver incompetencias internas. Si se ideologizara la cuestión, como desafortunadamente ya sucedió el año pasado, la proposición podría refutarse, afirmándose, como es de rigor, que ello supondría desindustrializar el país, magnificar el ejército de desocupados y carenciados, el abandono de una valiosa infraestructura productiva y mil argumentos entre los cuales se agregaría un eventual triunfo de la oligarquía agraria para rematar las vaguedades. Se pierde de vista la necesaria supervivencia de sectores de vanguardia como los relacionados con emprendimientos asumidos exitosamente en el campo nuclear, misilístico, aeronáutico, satelital, energético, naval, en medicina convencional y nuclear, sin contar servicios tecnológicos de alta configuración para emprendimientos gasíferos y petroleros, sin contar ingeniería y equipos para infraestructura.
Quien niegue o cuestione el enfoque tiene dos tareas posibles. Discutir la iniciativa de Sábato y el hallazgo de Marcelo Diamand sobre la tasa de cambio adecuada para potenciar la economía y su comercio exterior, por ejemplo. Sino queda estudiar la matriz de insumo-producto que puede resultar altamente reveladora de las interrelaciones y sus proporciones. Además debe recordarse que las cosechadoras y otros implementos al igual que el know how no pertenecen al sector primario.

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*Economista.