Ya está. Todo lo que no se hizo no se hará. Todo lo que se hizo hay que ponerlo en práctica. Llegó el momento de asumir los miedos, los riesgos y la camiseta que se lleva puesta. Llegó el instante en el que los sesenta partidos del año, la Champions, las ligas de España/Italia/Inglaterra/Argentina, el tobillo, la cabeza, el muslo derecho o el aductor izquierdo quedarán de lado. La Selección tiene que buscar el 11 de julio; tiene que buscar la final; tiene que buscar un equipo que lo lleve hacia ese domingo de gloria.
Este tiempo de vigilia fue de especulaciones y varias palabras huecas. Maradona viajó con Otamendi de “4” y hoy estaremos en Johannesburgo con Tevez de “11”. Viajaron forajidos pagos por colectas/Gobierno/AFA/entrenador/mánager. Algunos regresaron. Pero no regresaron porque alguien tuvo un feroz ataque de pudor y/o sentido común. Volvieron porque hicieron un escándalo en el avión. De haberse “portado bien”, hoy estarían merodeando la concentración de Pretoria como aves rapaces. Por primera vez en sus vidas –en muchos casos, sólo porque sus empresas contratantes ya no son socias de Grondona–, la mayoría de esa troupe de ansiosos personajes, identificada como “periodistas deportivos”, apoyó sus envíos desde Sudáfrica contando y mostrando el acecho de esa lacra en lugares imposibles para cualquier mortal que no pertenezca al grupo de la Selección.
Es cierto que estos salvajes van a los mundiales desde 1986. Quien esto escribe, estuvo en las adyacencias del estadio azteca y vio cuando las barras de Boca y Chacarita juntas enfrentaban a los hooligans en la previa del partido con Inglaterra. Poco se dijo aquella vez, salvo alguna mención perdida a que Bilardo y varios jugadores habían puesto plata para que fueran a la gesta de México.
Después estuvieron siempre, pero jamás fue mencionado. Siempre solventados por los mismos: gobierno y AFA. Pero esta vez la mención fue más clara que nunca.
Es real que el Gobierno nacional es atacado de manera irracional por diferentes sectores del poder periodístico y económico de la Argentina. La inminente Ley de Medios, el examen de ADN de los hijos de Ernestina Herrera de Noble y el intento de recuperación de Papel Prensa tocaron cuerdas muy sensibles en lugares poco sensibles y cualquier cosa es utilizada en contra.
Que el Gobierno se haya hecho propietario de las transmisiones televisivas del fútbol también afectó intereses profundos. Y esto se lo cargan en la cuenta todo el tiempo. También con la mención a repetición de los vínculos del Gobierno con las barras.
Hay cosas que son innegables. Lo único que cambió es que los medios que antes callaban el fenómeno y lo escondían bajo siete llaves, ahora lo mencionan hasta en el más mínimo detalle. Y el “fenómeno barra brava” existió siempre.
Pero, salvadas las cuestiones anteriores, la inocencia del Gobierno en el viaje de estos indeseables es poco creíble. Y mucho menos creíble es la inocencia de Julio Grondona. Ya hablamos la semana pasada de que estos sujetos fueron creados por los dirigentes de fútbol y alimentados por los mismos dirigentes, entrenadores y futbolistas. Posteriormente, llegó la utilización de los políticos. Pero no antes. Los culpables de la existencia de las barras como institución son los dirigentes de fútbol.
Al margen de esto, la vida en Pretoria fue bastante tranquila, salvo un par de cuestiones. La primera de ellas fue un dolor en el tobillo de Diego Milito. Después de la primera práctica que presenciaron los periodistas, Milito se sentó en uno de los bancos con hielo en la zona. O sea, nada importante.
La segunda cuestión sí es relevante. El preparador físico de la Selección, Fernando Signorini, dijo: “En lugar de hacer controles antidoping, deberían cuidar más a los jugadores, que juegan una cantidad de partidos inhumana. Messi, por ejemplo, jugó demasiados partidos. El daño ya está hecho, es irrecuperable”. A partir de esas declaraciones –brutales, pero honestas y muy profesionales–, dentro de la concentración sintieron que se violaba un gran secreto. El físico de Messi está en un menor puntaje del que nos dicen. El doctor Donato Villani salió rápidamente a decir que Lionel está impecable. Maradona dijo, en la conferencia de prensa obligatoria de ayer, que “los 23 jugadores están perfectos”. La realidad es que Messi y Milito son los futbolistas del plantel argentino que más partidos jugaron en la temporada. Y que a Leo lo tienen entre algodones.
Ahora ya está, no hay mucho por hacer. Seguramente, pocos habrán dormido. Los futbolistas podrán ser figuras en sus grandes clubes europeos y ganar fortunas, pero la gloria del Mundial es inigualable. Tal vez, sus vidas privadas tengan un brillo que los encandile. Quizá Maradona –el mejor de todos los futbolistas vistos alguna vez– piense en exponer toda su gloria y se sienta gratificado por vivir su vida con riesgos, a él le gusta así. Es probable que los barrabravas hayan conseguido los 400 tickets que obraban en poder de Grondona hasta ayer a la tarde y que estén en la tribuna. Saben que, ahora, con las camisetas albicelestes en la cancha, poco se dirá de ellos. Hasta los contras del Gobierno se llamarán a silencio. El fútbol lo tomará todo por muchos días.
Ojalá que salgamos campeones. De todo corazón.