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35 años después

Basta de polémicas: Los Simpson fueron y siguen siendo relevantes

En los últimos tiempos se multiplicaron las críticas a la icónica serie televisiva, de “puristas” que dicen que después de las primeras temporadas ya nada fue lo mismo. No parece ser así.

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Los Simpson. | cedoc

Una advertencia a los lectores antes de que avancen sobre el texto: el autor de este artículo siente que debe confesar que, en sus años juveniles, fue un desaforado fan de “Los Simpson”, la víctima de un enamoramiento reverencial hecho a fuerza de carcajadas y de admiración por el humor “inteligente” de la serie animada basada en los personajes de Matt Groening, una benigna obsesión que derivó también en la acumulación de una desordenada colección de merchandising, en especial alrededor de Bart, de los cómics y los álbumes musicales en disco compacto.

Todo había comenzado alrededor de 1988 o 1989, con el alquiler de un videocasete (unas carcazas plásticas con cinta magnética adentro, donde se grababan películas o series, para que entiendan aquellos que nacieron con el DVD o el streaming) que inesperadamente traía, en el preámbulo de trailers y extras, un par de los cortos de los proto-Simpson que la casa Klasky-Csupo había preparado para el programa televisivo “The Tracey Ullman Show” en base a los bosquejos de Groening.

El impacto fue inmediato: esa familia disfuncional hecha de dibujos crudos y movimientos rústicos, de una piel de un extraño color amarillo (¿qué eran los Simpson? ¿White Trash? ¿Afroamericanos? ¿Asiáticos de facciones occidentales?), ejercían un humor voraz y provocador pero lleno de simples lecciones de vida, de la vida “normal” de gente que se ama y se pelea. A los gritos y amándose demasiado.

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A los pocos meses llegó la revelación. La serie había sido convertida por Fox en un programa independiente (parte de su apuesta por hacerse lugar entre las grandes networks de la televisión estadounidense -ABC, CBS y NBC-, y vaya si lo logró), y en febrero de 1991 se estrenó en Argentina en la pantalla de Telefé, que le birló los derechos a un Canal 13 que dejó pasar la oportunidad de forrarse de dinero con esos dibujitos cuyo futuro multimillonario nadie previó.

Revistas, libros para colorear, llaveros, muñequitos de todo incluyó la simpsonmanía

Historia. El resto es historia, claro. Aquí también estalló la Simpsonmanía, con una avalancha de revistas en castellano, libros para colorear, llaveros, muñequitos, vasos y lo que se imaginen. Un furor que duró varios años, podría decirse que hasta el momento en que los realizadores de la serie cambiaron el centro de atención de las historias desde Bart hacia Homero, en su intento, exitoso, de hacer al dibujo animado un producto también para adultos, no solamente para chicos y jóvenes.

Pero hubo un “problema” que, posiblemente, nadie esperaba: a Groening y a sus socios creativos (productores como James L. Brooks, Al Jean o Sam Simon) no se les pasó por la cabeza aflojar con la serie, ir apuntando a un final “decoroso” en la cima de la gloria o cansarse de dibujar y animar, una y otra vez, a la familia amarilla y a sus vecinos de Springfield.

Eso alarmó a muchos “puristas”, esos fanáticos que nunca faltan -en especial cuando se trata de fenómenos pop de este tamaño- que se sienten habilitados para decretar cuándo una serie perdió su brillo o en qué momento debería bajar la cortina.

En el caso de “Los Simpson”, el lugar común dice que la serie comenzó a declinar en algún momento entre la novena temporada, que Fox emitió en Estados Unidos entre setiembre de 1997 y mayo de 1998, y la número once, que salió al aire entre setiembre de 1999 y mayo del 2000.

Ya en febrero del 2003, cuando el show celebraba su capítulo 300, el crítico Chris Suellentrop afirmaba en la revista Slate que los Simpson habían dejado de ser “el mejor programa televisivo de Estados Unidos” para convertirse en un mero dibujo animado.

“Los Simpson”, aseguraba, “ya no marcan la elevación de la fórmula de la sitcom a su forma más alta”, en particular teniendo en cuenta que “episodios que alguna vez terminaron con Homero y Marge montados en una bicicleta pedaleando hacia la puesta del Sol” en ese momento cerraban con “Homero lanzando un dardo tranquilizante en el cuello de Marge”.

Suellentrop decía en ese 2003 que “el programa sigue siendo divertido, pero no ha sido conmovedor en años”. Entre algunas de las razones, el crítico apuntaba al recambio de escritores y la llegada de productores como Mike Scully o guionistas como Ian Maxtone-Graham.

La polémica se repitió temporada tras temporada, sin pausa, hasta la actualidad, cuando los responsables de la serie anunciaron que sí, que habrá una sesión treinta y cuatro de las aventuras de Lisa, Bart y compañía.  

Una y otra vez. Como ejemplo de esa periódica re-evaluación de la importancia del dibujo, dieciocho años después de la nota de Slate, en un artículo de marzo del 2021 en la revista Salon.com, el también crítico cultural Keith Spencer aportaba: “como fanático de ‘Los Simpson’ desde hace mucho tiempo y humorista ocasional, me considero un disidente notable” frente a la versión más común sobre el supuesto declive de la serie.

No creo que ‘Los Simpson’ haya dejado de ser filoso porque se hizo más bromista, o porque las historias tengan menos significado emocional, o porque uno o dos escritores específicos se unieron al equipo (todas teorías prominentes)”, escribió Spencer.  

“Más bien -continuó, con un argumento bastante interesante-, creo que ‘Los Simpson’ han decaído en relevancia y humor porque llegó a la mayoría de edad en un momento político que ya no existe”, en una referencia que se puede anclar en el Estados Unidos pre y post atentados del 11 de setiembre del 2001.

Por eso, dijo el crítico, “sus tramas, historias y familia ya no tienen sentido en este momento político”, el Estados Unidos de Barack Obama y de Donald Trump, donde, completó, “el show ya no resonará” en la conciencia colectiva como antes.

La idea de Spencer parece dar en el clavo: la serie tuvo su momento de gloria cuando los personajes eran “jóvenes” y tenían todo que ver con su entorno cultural, económico y político. Ahora esos mismos personajes son ya mayores y se perciben bastante “cansados”, hacen otro tipo de humor.

Son como cuando B.B. King, en sus últimos años, tocaba la guitarra igual de bien, pero con menos punch, sentado en una silla, sonriente y anciano.

¿Pero por qué se perdonaba al viejo y querido guitarrista de blues y no a los Simpson? Peor todavía... ¿por qué no se cuestiona con tanta fiereza el “declive” de los Rolling Stones, por ejemplo?

Al fin y al cabo, la banda de Mick Jagger y Keith Richards lanzó su último disco más o menos importante en 1978 con “Some Girls” (o quizás, haciendo un esfuerzo, en 1980 con “Emotional Rescue”). Pero cualquier debate sobre la relevancia de los Rolling Stones empalidece frente al fervor de las discusiones alrededor de “Los Simpson”. No es común escuchar públicamente la pregunta “Ufa, ¿hasta cuándo van a seguir tocando estos tipos?”, mientras que sí es normal el cuestionamiento cuando se anuncia que la serie sigue un año más en la televisión.

Apu fue "jubilado" cuando la correción política vio huellas de racismo en su acento indio

Posiblemente sea porque la huella de la serie creada por Groening es mayor que la que dejan Jagger y Richards. O más intensa. O más extensa: no es fácil ser relevante durante tantas décadas. Esa es una ventaja con la que corren gente como los Beatles o Led Zeppelin, grupos que grabaron apenas un puñado de discos en estado de gracia creativa y salieron del escenario, por distintas razones, mientras eran todavía dioses musicales.

Polémicas. Además, vieja, “cansada” y todo, la serie sigue provocando polémicas y generando debate sobre temas sociales, uno de sus principales objetivos desde el 19 de abril de 1987, cuando debutaron en el programa de Tracey Ullman.

Sin ir más lejos, la inclusión de un personaje sordo y que habla con lenguaje de señas hizo que la misma revista Salon, un medio muy “hip” en Estados Unidos, sintiera en estos días la necesidad de ponerle marco a esa decisión artística de los escritores del show.    

La historia se desarrolló en el capítulo diecisiete de la temporada treinta y tres, que se emitió en Estados Unidos el 10 de abril último con el título “The Sound of Bleeding Gums” y durante el cual Lisa encuentra al hijo (sordo) de su ídolo musical, el saxofonista Murphy Hibbert, más conocido como “Encías Sangrantes” Murphy.

Lisa llega hasta el hijo del saxofonista, Monk -interpretado por el actor sordo John Autry II-, después de enterarse de que la lotería de Springfield estaba usando la música de “Encías Sangrantes” para sus publicidades, sin pagar derechos. Durante la reunión, mientras toman té y discuten la manera de cobrar ese dinero, Monk lee los labios de Lisa y se comunica hablando y con lenguaje de señas.

En Salon.com, y en medio de la repercusión por los tres Oscar para el filme “CODA” -que también gira alrededor de personajes con discapacidad auditiva-, la escritora Alison Stine se quejó por la “utilización de personajes sordos solo para papeles menores, como una pizca de marginalidad, una por la cual Hollywood se felicita a sí misma por un trabajo bien hecho, o lo suficientemente bien hecho”.

La sordera es una discapacidad “segura” o inofensiva “para mostrar en pantalla”, afirmó Stine. “Es aceptable para las personas sin discapacidades -continuó la reportera, que es sorda- y más fácil que, por ejemplo, un personaje en silla de ruedas”.

“Nos importan las historias de sordos cuando tienen finales felices, como lamentablemente lo tiene el episodio de ‘Los Simpson’, finales que hacen que las personas sin discapacidades se sientan mejor”, cerró la escritora.

Alison, por supuesto, señala un punto interesante y muy válido que, sin embargo, hace acordar a otra reciente polémica alrededor de la serie de Groening, la que estalló sobre el personaje de Apu, el inmigrante indio que regentea el mercadito Kwik-E-Mart.

Hasta hace unos años, casi nadie estaba inquieto por el hecho de que la voz de Apu Nahasapeemapetilon, uno de los personajes más queridos y populares de Springfield, era la de un actor no indio, Hank Azaria, quien también habla por varios otros entre los más famosos del universo Simpson, como Moe Szyslak y el jefe de policía Clancy Wiggum (conocido en América Latina como Jefe Górgory), o un favorito de quien escribe estas líneas, el médico chanta Nick Riviera.

Sin embargo, con el renovado auge de lo políticamente correcto en Estados Unidos, el personaje quedó en el blanco de las críticas e incluso en el 2017 se estrenó un documental (el bastante maniqueo “The Problem with Apu”) para exponer el supuesto “racismo” de los encargados de la serie al no elegir un actor indio para darle voz a un... dibujito animado que representa a un indio.

Los productores resolvieron el tema “jubilando” a Apu y con un par de comentarios sarcásticos de Lisa y Marge en un capítulo de la temporada veintinueve, “No Good Read Goes Unpunished”, emitido en abril del 2018, y sin siquiera referirse al hecho de que es difícil asegurar terminantemente que Azaria sea técnicamente “blanco”, ya que nació en el seno de una familia judía sefaradí de Queens, en Nueva York, donde se hablaba ladino y el inglés con acento, como el dueño de la tiendita que vende los slurpees favoritos de Bart y Milhouse.

Por último, y para poner punto final a las polémicas, un argumento sólido para verificar que “Los Simpson” siguen siendo relevantes: uno de los más grandes directores de cine de la historia participó no en uno sino en cuatro episodios del dibujo animado entre los años 2011 y 2022, bien adelante en el camino que desprecian los puristas.

En Argentina la serie se estrenó en febrero de 1991 en la pantalla de Telefé, que le ganó de mano al Trece

Werner Herzog le prestó su voz a un “doctor Lund” en el episodio “Screenless” (temporada 31), se interpretó a sí mismo en “Mother and Child Reunion” (33) y encarnó al desopilante Walter Hotenhoffer, un atribulado dirigente de una corporación farmacéutica, en “The Scorpion’s Tale” (22) y, una vez más, en “Crystal Blue-Haired Persuasion”, el excelente cierre de la sesión 30, un capítulo de alto vuelo con una inolvidable actuación psicodélica de Bart.

Entonces, si el creador de “Aguirre, la ira de Dios”, “Fitzcarraldo” y “Grizzly Man” vuelve una y otra vez a entregarle su personalidad germana a “Los Simpson”, ¿quiénes somos nosotros para decir que la serie ya no vale la pena?

*Ex corresponsal en Washington, periodista freelance que escribe sobre Estados Unidos, Medio Oriente y nuevas tecnologías.