El mismo superjueves político en que Massa hizo el lanzamiento de su alianza con Stolbizer, Cristina Kirchner amenazó con su candidatura a Randazzo desde C5N y Marcos Peña les respondió a ambos desde América TV, se publicó la columna titulada La falsa grieta de la prensa argentina (Majul, en La Nación) criticando a los periodistas que eligen ser parte de “Corea del Centro”, metáfora pretendidamente peyorativa cuando debería ser un elogio.
La crítica a los medios de “Corea del Centro” fue por dar similar despliegue a las acusaciones sobre actos de corrupción del macrismo no confirmados que a los del kirchnerismo consumados y ya en juzgamiento. La crítica no tuvo en cuenta que a quien está en el poder se le invierte el orden de la prueba y debe demostrar su inocencia y no los demás su culpabilidad.
En la Argentina fue habitual que los gobiernos, al comenzar, contaran con un blindaje mediático mientras atravesaran el período de luna de miel con la sociedad, o más permanentemente cuando sus políticas coincidían con los intereses de los medios, o cuando directamente los compraban.
Una combinación de la primera y segunda situación puede explicar el blindaje mediático del que goza el jefe de Gabinete, Marcos Peña, porque a lo largo de toda la semana ninguno de los grades medios reprodujo la noticia que dio a conocer Perfil.com el lunes, informando que su padre, Félix Peña, no solamente había sido subsecretario en el área económica de la Cancillería durante la presidencia de Menem sino también durante la de Galtieri, algo que la biografía pública había omitido.
Ningún hijo tiene responsabilidades sobre lo que haya hecho su padre ni tampoco haber sido funcionario de la dictadura, según en qué áreas y bajo qué circunstancias, por sí solo descalifica a una persona. Pero resulta contradictorio que los medios destaquemos a cualquier funcionario kirchnerista que fue juez, diplomático o funcionario ministerial durante la dictadura y no lo hagamos si se trata del padre del jefe de Gabinete, siendo una noticia interesante porque además fue el encargado de pensar la defensa económica del país en el exterior durante la Guerra de las Malvinas.
A la reina Máxima de Holanda le costó que su padre no pudiera participar de su boda por haber sido ministro de Agricultura al comienzo de la dictadura. Nuevamente, no hay en esta columna crítica a Félix Peña o a Marcos Peña sino a los medios cuando no medimos con la misma vara los mismos hechos si vienen de representantes de Corea del Norte o de Corea del Sur.
En el reportaje a Marcos Peña que le realizó Fantino en su programa de América TV, Animales sueltos, no sólo no hubo ninguna mención al tema sino que el propio entrevistador felicitaba al jefe de Gabinete por lo bien que respondía compitiendo en el género blindaje mediático, aunque un escalón debajo, con el reportaje a Cristina Kirchner de ese mismo día en C5N. En la entrevista a la ex presidenta faltaron tantas preguntas imprescindibles que hasta terminó destacándose el hipersesgado Roberto Navarro por algunas preguntas que incomodaron a Cristina cuando atribuía la derrota del Frente para la Victoria en 2015 a la propaganda de los medios, y le recordó que Trump ganó las elecciones con todos los medios en contra y que ella entregó su gobierno ya con problemas económicos.
La presentación en sociedad de la alianza de Massa con Stolbizer, al no ser un reportaje periodístico sino un acto puro de campaña, terminó siendo más honesta. Y al que hicieron brillar por ausencia fue a Randazzo, quien cree que la ex presidenta busca excusas para no presentarse echándole la culpa a él por querer arrastrarla a unas PASO que rehúye. Randazzo. al igual que Massa, tampoco apeló a medios o periodistas que lo blindaran sino al misterio con videos, exprofeso, caseros.
La estética de la comunicación de Randazzo fue la de las redes sociales; la de Massa, de un mitin norteamericano transmitido con protocolo de televisión broadcasting, mientras que las de Marcos Peña y Cristina, la del periodismo amigo. El periodismo amigo o enemigo es el problema.
El último informe del Pew Research Center sobre periodismo y medios en Estados Unidos demuestra que cada vez más los demócratas y los republicanos ponen su confianza en diferentes fuentes de información y están en desacuerdo más que nunca sobre el papel de los medios de comunicación en la sociedad. El periodismo del tipo “perro guardián” (watchdog) es visto hoy por los demócratas cumpliendo la función de impedir que los políticos hagan lo que no deben, mientras que para los republicanos la presión del periodismo sobre la opinión pública impide que los políticos hagan lo que deben (romper con lo políticamente correcto, según los partidarios de Trump). Para unos, mantener a los líderes en línea es una ventaja; para otros, un freno al cambio. El Pew Research Center recuerda que siempre hubo una predisposición a valorar mejor el papel del periodismo de vigilancia a los políticos entre quienes estaban en la oposición: cuando gobernaban los demócratas, los republicanos valoraban esa función del periodismo más que ahora. No somos distintos: también los partidarios de Macri aplauden el periodismo de investigación sobre Lázaro Báez u Hotesur pero se irritan con lo que afecte al Gobierno.