Salvado el “escollo” –singular denominación que el oficialismo le otorgó al trámite parlamentario para adelantar las elecciones, revelando cierta traición del subconsciente–, iniciada ya la campaña y con multitudes de enigmas políticos por delante, hay en esa barahúnda un par de cuestiones pendientes, microscópicas y deliciosas, relativas a Néstor Kirchner, siempre que éste confirme encabezar la lista a legisladores por su propio partido.
1)¿Puede ser legalmente diputado por la Provincia de Buenos Aires?
2)¿Ocupará su banca de legislador una vez elegido?
Para resolver el primer interrogante –si uno se atiene a las normas, no si uno vive en la Argentina–, habrá que recordar aproximadamente la legislación nacional: quien se postule candidato a legislador nacional en un determinado distrito debe probar su nacimiento en ese territorio; o registrar, como alternativa, domicilio en esa jurisdicción con dos años por lo menos de antigüedad. Condiciones ineludibles aprendidas en el colegio secundario y que, a simple vista, no reúne el ex presidente: nació en Santa Cruz y si bien ahora pernocta en Olivos desde poco más de un año acompañando como particular a su esposa mandataria, esos meses son insuficientes para cubrir los términos electorales exigidos por la Constitución.
Habrá quien aluda a su anterior estadía de cuatro años en esa residencia oficial como jefe de Estado para justificar su domicilio bonaerense, pero ocurre que la Constitución en su artículo 34 le invalida ese argumento (“el servicio federal no otorga residencia en las provincias que se ejerza” (…) “entendiéndose esto para los efectos de optar a empleos en la provincia que accidentalmente se encuentren”). Según mentas, inclusive, Kirchner renovó su documento en octubre pasado y entonces volvió a estampar su dirección en Río Gallegos. Con lo cual, de ser cierto, esa sola evidencia le impediría el atrevimiento de la presentación, diría un juez de la Corte o un simple lector de la Constitución. Pero, al margen de legalidades y otras intoxicaciones, ya se sabe que ningún freno escrito parece impedir la nominación y el acceso futuro de Kirchner a la Cámara.
Tal vez porque el lustro y pico de kirchnerismo ya manifestó, en el ámbito bonaerense, más de un debate jurídico con sus preciados referentes por presuntas burlas a la Constitución. Primero, Cristina de Kirchner, a la que se discutió por esa oportuna ubicuidad de representar en más de una ocasión a Santa Cruz y, luego, a Buenos Aires; controversia inútil, ella se ajustaba a derecho. Más tarde, con otros elementos de substancia menos robusta, Daniel Scioli repentinamente mudado de tradicional aspirante porteño del barrio del Abasto a postulante bonaerense con nueva dirección náutica en el Tigre sin que coincidieran, en apariencia, los tiempos legales con los físicos. Pero hubo bendición de la Justicia a esa denunciada anomalía, fue gobernador sin que nadie se sonrojara.
(*) Especial para PERFIL