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Campaña electoral y esencia

Marcos Peña 20190503
Marcos Peña | NA

Hay un problema con la cosa, con lo real, lo objetual, con el sí mismo. En esto hay mucho del modo en que la sociedad obliga a operar a quienes con la comunicación circulamos por sus redes, y no me refiero a Twitter, sino a la red social de comunicaciones que llamamos sociedad. Con las cosas construimos lejanía, y solo las mencionamos en su representación.

Dice Alfred Schutz que uno en una relación ocasional no está vinculado con su “personalidad total, sino solo con algunas capas de ella”, y esto en el sentido de que la completa complejidad de cada persona no puede hacerse presente en cada contacto con otra persona, de modo que solo se recurre a ciertas representaciones válidas de expectativas compartidas. En ese flotar de conductas aceptadas, la comunicación se eleva como una realidad en sí misma independiente de nuestro ser complejo, reproduciendo este mecanismo de manera simultánea en miles de millones de ocasiones por todas partes y haciendo de esa comunicación supuesta lo único real y válido en el mundo.

Los supuestos e imaginarios sociales son un producto necesario, complejo y colateral, del único modo en que la sociedad puede reproducirse; haciendo abstracción de la esencia de lo que se está tratando, algo que Catherine Fulop ha dejado en claro, junto con la idea de que los opositores a Maduro son también más complejos de lo que se puede conocer en la expuesta simple idea de que se trata de una dictadura versus la libertad.

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En el proceso largo –aunque ya próximo– hacia las elecciones, asistimos a una expansión necesaria de la batalla electoral en forma de comunicación sobre comunicación. Aunque se reclame que se debatan políticas concretas o acuerdos de Estado, el modo en que esos asuntos son tratados tiene siempre referencia en sus públicos. La razón de la propuesta nueva del Gobierno hacia un espacio de consenso con algunos sectores políticos es evidentemente un avance comunicacional con misión de impacto en sus electores sobre la base de su probable fracaso. No es el acuerdo la misión misma de ese llamado, sino su búsqueda de desplome para su posterior uso comunicacional. Peña espera de la oposición su queja completa porque el mismo Peña comprende, mejor que el resto, que se trata solo de una batalla de mensajes.

El libro de Cristina Kirchner actúa en una dirección también puramente comunicacional y no sobre la esencia de lo que allí está escrito.

Su libro permite la referencia a ella y su espacio, la coloca en escena, y ayuda también al gobierno nacional a ponerla como única rival y por lo tanto como una fuente fantástica de energía, que les recuerda a los votantes de Macri la razón de su elección hace casi cuatro años. El libro de Cristina no es importante como material literario, sino como un objeto que toma vuelo por sí mismo y hace a los públicos debatir sobre la política actual; los libros de Hegel se estudian, los de Cristina se usan para ayudar a la acumulación de la discusión política.

Es importante aquí comprender la diferencia entre estructura e intenciones sobre esa estructura. La sociedad solo permite, a nivel masivo, el uso de grandes generalizaciones sin mayores detalles porque estructuralmente solo puede funcionar de ese modo. El no detenerse en dudas profundas, cuestionamientos o aclaraciones permite un mayor fluir de la comunicación, que de otro modo quedaría congelada en una y otra aclaración. Por lo tanto, lo que se debe intentar analizar es el modo en que los actores obtienen provecho de ese mismo ejercicio de generalizar y sobre el que actualmente tanto Cristina Kirchner como Macri y Peña se encuentran profundizando mucho más que otros rivales.

La política argentina se ha constituido por estos tiempos en una enorme estructura recursiva de comunicación donde se enlazan únicamente las construcciones simbólicas, pero reales para sus electorados, de un bando y otro formando parte de la misma secuencia. No importan las denuncias o evidencias de corrupción, y hasta cierto punto los valores de inflación pueden ser justificados como herencia. Eso sucede no por perversión del electorado, sino por cuestiones operativas de la reproducción comunicacional de la sociedad.
En esa recursividad se aseguran lo más relevante: protagonismo exclusivo. Macri, Peña y Cristina han construido un ámbito cerrado y perfecto de simulaciones de realidad, que garantiza que sus electorados solo estarán desesperados de escuchar la nueva comunicación, que enlace con la siguiente.

 

*Sociólogo.