Entendámonos, hay lo que se llama ciencia ficción y hay lo que se llama literatura de anticipación. No son lo mismo. Literatura de anticipación hubo siempre. Y ciencia ficción hubo a partir de Hugo Gernsback y sus clasificaciones medio pavotas. La literatura de anticipación es, por cierto, mucho más interesante que la CF. Y me temo que muchas veces, hasta sin querer, lo que hacemos es anticipación. Sobre todo después de leer los diarios o de ver TV, cosa esta última que no suelo hacer pero diarios sí. Y entonces, porque me gusta pensar, esa actividad altamente peligrosa, me pregunto qué va a pasar. Ya va, ya va, ya voy a tratar de explicarme. Los chicos de doce años que atacan a otros chicos, de preferencia chicas, con una faca para robarles el celular, la plata que llevan, lo que sea. Los ladrones que roban un auto y de paso, como quien no quiere la cosa, matan de un tiro en la cabeza al dueño, mejor si es en presencia de los hijos. Los que planean robarle lo poco que tiene a una jubilada que vive, sola, en la otra cuadra. Los tipos que son buenos vecinos y que violaban a sus hijas de cuatro y seis años. Los jueces que los dejan libres por eso de que son buenos vecinos. Barreda, que borró a escopetazos a su mujer, su suegra y sus hijas y ahora sale de noche a comer en un restaurante pituco. Los jueces garantistas que, en vez de preocuparse por que haya cárceles limpias, saludables y, sí, confortables, en las cuales los presos vivan como personas y no como gusanos y reciban clases de conocimientos básicos y de comportamiento en sociedad y, si es necesario, tratamientos psicológicos, lo que hacen es dejar libres a violadores y asesinos lo más pronto posible para que vuelvan a violar y a matar. Es que, ¿sabe?, el tipo tenía buena conducta. Lo cual quiere decir que el guardiacárcel le decía Cacho andá a limpiar las letrinas y el tipo iba y limpiaba las letrinas. O Cacho andá al quiosco de la esquina y comprame droga, y el tipo iba y le compraba droga. Buena conducta. Cacho estás libre, podés volver a violar y a robar y a matar.
Y es que Cacho es violento. Como los chicos de doce años que atacan con una faca a las chicas de doce años que salen de la escuela. Como los violadores y asesinos que esperan a su víctima, cualquier víctima, junto a las vías (abandonadas) del ferrocarril. Como los maridos o exmaridos que rocían a sus mujeres con nafta y les arriman un fosforito encendido. Como los tipos que están en la cima del poder y dicen un discurso detrás del otro acerca de la paz y la hermandad de los pueblos. Como los delegados de las religiones monoteístas que no cesan de cubrir de culpas a sus feligreses, todos, mientras toquetean a criaturas en los jardines de infantes o violan seminaristas detrás de los altares. Como los jueces que condenaron a ochenta azotes con caña de bambú a una nena de once años que había sido violada por su primo de cuarenta: el violador está sentado a la mesa del café con los amigos. La nena murió. No, no fue en mi barrio ni en el suyo, fue en Bangladesh pero usted estará de acuerdo conmigo en que aquí la geografía es irrelevante.
Y ya que estamos pensando, digamos: quizá la humanidad ha sobrevivido a pesar de guerras, hambrunas, pestes, milicos tipo Videla o Franco o Hitler porque es fuerte, en cuyo caso hay esperanzas. Pero, y éste es un pensamiento nada original pero inquietante: quizá la humanidad ha sobrevivido porque es violenta. Porque somos intrínsecamente violentos. Por eso.
¿Tendremos una gota de algo, un gen, un destilado allá en nuestra alma inmoral o en nuestro cuerpo social, que nos llena de furia y de odio hacia el otro, sea quien sea y sea como fuere el otro? Y no me venga con que existe el amor y que Gandhi y que las madres que se sacrifican por sus hijos y etcétera. Sí, yo soy una buena mina, usted es un buen tipo y mi abuelita era maravillosa. Ya lo sé y es cierto y usted tiene razón. Pero la humanidad, este vasto cuerpo que ha conseguido llegar hasta aquí, el sapiens sapiens que arrasó con “el dulce Neanderthal” (que no era tan dulce pero parece que era un poco más pacífico que nosotros), como le llamó cierto paleoantropólogo, ¿no será por definición un depredador, carroñero, verdugo, traidor, torturador, inquisidor, capaz de los más atroces crímenes?
Si es así, hagamos anticipación. Pensemos: ¿qué va a ser de este mundo dentro de no mucho tiempo? Un mar de arena compuesta por cenizas de huesos, pelo, sangre, uñas. Un mundo solitario, silencioso, despoblado. Sin caña de bambú, menos mal.