Otra vez la náusea. Me digo: calma, ésta es una sección de escritores. Otras partes de este diario se ocuparán de las atrocidades. Me digo: ¿existe una perspectiva estrictamente “literaria” para enfrentar un comentario? Porque hay incidentes en dos frentes distintos: está el real y está el simbólico, que se puede leer también como retórica, signos de una puesta, suerte de teatro, si bien la situación ya viró a circo. Con carpa y todo. Vaya y pase. El circo tiene la rara nobleza de no querer “representar” realidad alguna, sino que “presenta” como espectáculo una habilidad cualquiera. ¡Siete carpas contra una! Y un partido de algo parecido a rugby frente al Congreso. Una paquetería que –según dicen– opera el milagro de aunar a equipos antagónicos.
La guerra de símbolos ocupa más tiempo, más espacio, que la postergada discusión sobre la distribución de la riqueza en un capitalismo que –fiel a su destino teatralmente trágico– enfrenta aspectos inconciliables de su propio cáncer de contradicciones.
Este diario parece tener la curiosa decencia de contener plurales voces. La sección de escritores, que admiro mucho, convive –por ejemplo– con la siguiente nota: “Una modelo de Pancho Dotto analiza el conflicto rural”. La nota en sí es lo esperable, y es espectáculo. La náusea real empieza ante el debate en la Web entre los intergalácticos lectores. El anonimato les otorga los beneficios que la semántica y la parca ortografía niegan.
Los medios instalan debates, fundamentalmente para omitir otros. Es la tarea sucia de todo discurso. Debatir es –primero– elegir qué es debatible. ¡Si un gobierno se preocupara realmente por la pobreza hablaríamos de reforma agraria y no de retenciones móviles! Que no se preocupe la clase media, ya bastante estresada de contradicciones genéticas: la discusión en el Congreso no pasará de ser sobre porcentajes, números y decimales.
No me gustan ninguna de las dos caras visibles del conflicto, ni sus símbolos. Pero mucho menos me gusta su contrapartida más real. ¿Por qué el reclamo sindical de los indignados trabajadores petroleros de Las Heras no tuvo la misma suerte que los indignados ruralistas cortarrutas? Los medios callan, pero el conflicto sindical, politizado en el feudo santacruceño, militarizado como en los años de plomo, sigue cobrándose el saldo de seis presos políticos encarcelados sin prueba alguna y al tun-tún luego de la pueblada que acabó trágicamente con la vida del oficial Sayago, a cargo de la represión, hace dos años. Los tres detenidos en Pico Truncado (Darío Catrihuala, José Rosales y Hugo González) iniciaron una huelga de hambre el 9 de junio. Esta semana tuvieron que suspenderla. Se iban a morir. Y no en símbolos. Una comisión de abogados, organismos de Derechos Humanos y organizaciones obreras viajarán al sur a denunciar las torturas carcelarias, los apremios y la militarización de la provincia. Exigen la liberación de todos los presos políticos que el gobierno quiere hacer pasar por presos comunes. No, De Angeli no está entre ellos.
Se supone aquí –tal vez– que escriba mejor sobre el mundo que vive en los símbolos; no soy periodista. Yo ya me había referido a Las Heras como Fuenteovejuna. Un nombre que, para mi sorpresa, sus habitantes también recogieron. Pero el mundo de símbolos se acaba cuando empiecen a morir los presos políticos. Hoy, indagar el muy simbólico partido de rugby frente al Congreso me da un pudor que no cabe en estas palabras. Le deseo la mejor de las suertes a esta misión humanitaria