Ya lo han dicho los físicos en la teoría del caos: sólo los sistemas caóticos son profundamente orgánicos, porque se adaptan para integrar las catástrofes externas. Un dique de cemento puede explotar con la crecida catastrófica del río; un río sin contención, en cambio, desbordará enfurecido, pero tarde o temprano volverá a su forma, cosa que el dique artificial ya no puede hacer.
Diego Bianchi (conocido por su tendencia al feng-shui villero), Luciana Lamothe, Jane Brodie, Guido Yannitto, Gastón Pérsico, Hernán Paganini y Karina Peisajovich firman en conjunto un “Monumento para un sótano”, obra comisionada a $140 per cápita por el Fondo Nacional de las Artes para su desvencijado sótano. Un cadáver exquisito: uno por uno fueron turnándose para ambientar el sucucho, acumulando orden sobre cada colega anterior. Pero se rompió un caño del FNA y toda la muestra quedó unos días bajo una interesante capa de agua. Y de gripe A. Así que la cosa, que ya estaba lista, recién se inaugura. Suerte de pirámide invertida, poema atroz sobre los sótanos institucionales y la organicidad del caos en general, viene acompañada de una serie de acotaciones constructivas y marcas de inundación destructivas.
Como en la vida, ver la obra entera es imposible. La belleza singular aparece en los detalles, que es lo único que nuestra limitada experiencia nos permite percibir de la vida misma. Semi-hongos hechos de cristal de mica crecen hermosos por las burocráticas columnas, unas mandarinas se pudren boca abajo, una nebulosa de papel abollado se engancha en cables de densa trama, ilegales caños puntudos invaden la escalera de acceso. Si la muestra hubiera sido de elegantes dibujos y coruscantes pinturas, la inundación habría comprometido seriamente su integridad. Y el patrimonio del FNA. Pero tratándose de semejante sótano, tanto el noble dibujo como su fina elegancia podrían resultar obsoletas muestras de inorganicidad cultural.
Recién llegado de España, veo la muestra y no dejo de sonreirme. Estoy en casa. Todo es under.
Donde los sistemas razonables o redituables sucumben, los artistas le rezan a la maniática organicidad de lo que está vivo. No hay mucho más que explicar.