Charly García ocupa un lugar en el imaginario colectivo nacional y en el espacio social, político y cultural de nuestra época. Es probable que la mayoría de los argentinos y muchos latinoamericanos, en mayor o menor medida, sepan quién es y puedan identificar algunas de sus canciones. Su imagen popular combina elementos anecdóticos de su vida pública y privada con su producción artística. Charly combina lo mejor de lo clásico con lo moderno y lo posmoderno, atraviesa estilos, cruza géneros y logra un efecto enigmático con sus palabras. ¿Qué es lo que yace en el fondo de su forma tan particular de comunicarse?
Para entender a Charly hay que escucharlo. Escucharlo con atención: de a una canción a la vez, quizá varias veces cada una, cada disco, hasta internalizarlo. Tratar de ver lo que él está viendo. Canciones como Mientras miro las nuevas olas, Eiti Leda o Cómo mata el viento norte están llenas de imágenes, emociones, lugares, signos. Sólo hay que ser receptivo. Y tal vez también haya que vivir o haber vivido en un contexto no muy diferente al que inspiró esas canciones. Es probable que entender sus canciones pueda tener mucho que ver con entenderse a uno mismo –la mayoría están escritas en primera persona–. Escuchar un álbum completo de Charly con una actitud abierta y receptiva es dejar que se abra un mundo diferente delante de uno, un mundo que es un país de alegorías. De eso se trata este libro.
Muchas cosas se han dicho sobre Charly. Se ha hablado sobre su genialidad, su creatividad, su habilidad para hacer política en los momentos más oscuros de la historia argentina reciente, y las veces que pareciera adelantarse a los hechos, vaticinando lo que vendría. Este libro intenta desmenuzar sus letras, llegar al eje de su texto, descubrir cuál es su estrategia, su secreto, por qué sus canciones nos intrigan, nos maravillan, nos emocionan y muchas veces nos resultan enigmáticas.
Charly es un alegorista de nuestros tiempos. Formado en la música clásica e interesado en la literatura mitológica, combina elementos antiguos y nuevos, revitalizando el uso de la alegoría, estrategia retórica de larga data, que en sus canciones resurge y se renueva. Cuando en 1980 cantaba Canción de Alicia en el país en público, con mirada desafiante, aunque muchos de nosotros nos dimos cuenta bastante después, nos quería decir algo, pero había que descifrarlo. Muchas veces, el lenguaje natural para un visionario es la alegoría, no sólo porque les proporciona a sus palabras intensidad y misterio, sino porque sus preocupaciones morales e intelectuales se fortalecen en ella. Esa fortaleza de la alegoría proviene de su historia, de su existencia desde la Edad Media y su capacidad de sobrevivir hasta nuestros días, renovándose y adaptándose a los cambios de cada siglo. Algunos críticos la consideran una figura omnipresente: lejos de estar limitada en el tiempo o en su formato –por ejemplo, un soneto o una obra de teatro–, es un modo simbólico que aparece de muchas maneras distintas, no sólo en las obras literarias de todos los tiempos sino en todas las formas y medios artísticos. Incluso en el rock.
Tomando como base teórica los estudios sobre la alegoría como una gran metáfora de la vida que aparece en casi todos los períodos en la cultura occidental, y recordando que el elemento recurrente que une toda la producción alegórica es la insistencia en visualizar una transformación, este libro se propone explorar algunas interpretaciones de la obra de Charly García, un alegorista de nuestra época.
¿Por qué la alegoría? En los términos más simples, la alegoría dice una cosa y significa otra. Destruye nuestra expectativa normal de que nuestras palabras significan lo que dicen. Si bien la alegoría ha sido estudiada en el arte audiovisual, las artes plásticas y la literatura, pocas veces ha sido abordada en la música popular. Por lo tanto, este libro intenta unir una figura considerada de élite con representaciones de la cultura popular, como es el caso del rock. La propuesta es demostrar que la alegoría contemporánea no sólo puede funcionar como una “ornamentación estilística”, sino que puede ser utilizada como elemento que estimula el pensamiento, e incluso puede incorporar funciones didácticas, estrategias de resistencia y formas enigmáticas de transmitir ideas que, presentadas de otro modo, podrían resultar censuradas o menos efectivas.
De acuerdo con varios críticos, la alegoría, en la forma en que fue practicada durante la época medieval y el Renacimiento, ya no existe. Concuerdo con Johnson en que, a pesar de los esfuerzos de muchos teóricos por hacerla desaparecer, la alegoría no ha muerto, sino que ha resurgido de maneras diferentes en diversos géneros. Como Madsen, me siento atraída al género alegórico porque desde su invención por los intérpretes griegos y en los mitos de Homero, la alegoría ha sido el centro de un intenso debate teórico. ¿Por qué Charly García? La obra de Charly García debe ser explorada en profundidad. Fundó su primera banda en 1967 y aún continúa en plena actividad. A medida que su carrera iba progresando, transformó la música popular argentina de muchas maneras diferentes. En su primera época, fue algo así como un cronista de la situación sociopolítica del país, haciendo del rock su vehículo de protesta. A través de los años, alcanzó fama no sólo por la calidad de su música y sus letras, sino también por su constante transgresión y sus excesos, al punto de construir una parodia de sí mismo e inventar un sistema de símbolos a su alrededor. No cabe duda de que “la figura de Charly García se presenta dentro del panorama del rock argentino como la más prominente”. El primer capítulo nos introduce al país de las alegorías de Charly, trazando un paralelo con el país de las maravillas de Alicia, que inspiró algunas de sus canciones. En los capítulos 2 y 3 se revisa su obra en forma más general y cronológica, dividida en dos etapas fundamentales. Estas, además de coincidir la segunda con el retorno a la democracia, obedecen a un cambio fundamental en su modo alegórico de operar, observable en la segunda, al cesar las condiciones de censura que afectaron la primera.
Esta sección no es una biografía ni tampoco una historia. Se trata de un análisis de esa transición y una aproximación a la interpretación de sus canciones desde la alegoría, porque es la estrategia principal que distingue las letras de sus composiciones musicales. Los capítulos 4 y 5 están dedicados a las alegorías de género. En sus canciones no existen rastros de machismo ni de homofobia. En estos capítulos se describe un breve recuento del rol de género en la cultura argentina y cómo las ideas conservadoras y patriarcales son contestadas en sus letras. Lejos de ser tradicionales, fieles y reales, los “ángeles de Charly” son por lo general diosas, heroínas, hadas, bailarinas, locas y hasta infieles, pero nunca se ajustan a las convenciones sociales y tradicionales.
Por otro lado, los personajes masculinos también desafían la norma, y el género es presentado en forma fluida y flexible. El capítulo 6 visita las alegorías políticas, acaso las más conocidas porque tienen que ver con la censura y la época de la dictadura, cuando el rock nacional floreció como movimiento de resistencia. El capítulo 7 explora el rol didáctico de la alegoría en las canciones, algunas de las cuales emplean alegorías esópicas, y el 8 retoma el paralelo con el país de Alicia para analizar la función del espejo y la luz en las alegorías ópticas. El último capítulo reflexiona sobre la construcción del héroe alegórico, que es en verdad una parodia de la estrella de rock desarrollada por el mismo García, en un intento de alegoría moralista, enfrentando vicios y virtudes. Se incluye un anexo que describe brevemente la historia y función de la alegoría como fundamento teórico del análisis efectuado en los capítulos anteriores.
Charly ha sabido construir un universo paralelo, un país de alegorías, donde éstas se mueven como órbitas alrededor de un centro. Ese mundo puede ser infinito, puede ser interpretado de múltiples formas, como líneas paralelas y no tocarse nunca, o encontrarse al final, aunque más no sea una ilusión. Tal cual lo expresa Reloj de plastilina, epígrafe de esta introducción, su poesía es infinita (“alcanzar lo interminable”), necesita ser revisitada y reinterpretada (“rebotando en la pared”), se mueve en órbitas alegóricas (“dando vueltas en el aire”) y el héroe es una parodia de sí mismo (“mientras el payaso hace la red”) que rompe con las representaciones tradicionales de las virtudes y los vicios en las alegorías moralistas.
*Doctora en Letras.