Hace pocas semanas se ratificó el acuerdo de cooperación económica entre Argentina y China, sumando un nuevo apretón a ese abrazo que nos agarra cada vez más fuerte al país asiático. Abrazo fortalecido por la visita reciente de Cristina a ese país para solicitar todavía más fondos (en la que lamentablemente insultó por Twitter a un quinto de la población mundial).
Pero a pesar de nuestros deslices diplomáticos, el gigante asiático no frena sus inversiones en América Latina. Sólo en nuestro país ya desembolsó más de $ 19 mil millones.
¿Qué hay detrás de estas ganas de invertir cada vez más en nuestra región?
- Muchas, muchas reservas. China tiene las reservas más grandes del planeta ($ 3,8 billones).
Son el resultado de años de superávit comercial con Estados Unidos, Europa y varios otros socios. Ese exceso de moneda extranjera se acumula en gran medida en forma de bonos del Tesoro estadounidense, cuyas tasas de interés son bajas. China necesita una forma más rentable de utilizar sus dólares. Necesita diversificar. Por eso hoy los canaliza a nuestra región en forma de inversión directa.
- El deseo de crear sus propios Samsung y Exxon. La China de 2015 no es la China de hace algunas décadas: su mano de obra poco calificada ya no es tan competitiva (ese rol pasa hoy a países como Vietnam y Bangladesh) y no puede crecer para siempre sólo con mover gente del campo a la industria. China está entrando en una nueva etapa de desarrollo, en la que necesita aumentar su productividad. El futuro no pasa por inundar el mundo con manufacturas baratas.
Por eso el líder asiático se obsesiona con generar empresas multinacionales. Quiere firmas que aporten valor agregado, en sectores con mayor intensidad de capital, compitiendo globalmente. Y así sus prioridades de inversión pasan de instrumentos financieros a bienes tangibles, como trenes, puertos, y recursos naturales.
- Influencia geopolítica. El acercamiento chino a la región responde, por último, a intereses geopolíticos. En su búsqueda por reformular su lugar en el mundo, y habiéndole disputado influencia incluso al Banco Mundial y el FMI (con la fundación del Nuevo Banco de Desarrollo y el Arreglo de Reservas Contingentes) las inversiones chinas aumentan su presencia en una región donde, entre otros factores, se concentran 12 de los 21 únicos gobiernos del mundo que reconocen a Taiwán como nación independiente.
El hambre china por invertir en nuestra región muestra fuertes signos de seguir en los próximos años. No es difícil reconocer la oportunidad en una nación con infinidad de recursos y un deseo de ocupar mercados que, a diferencia de nuestros financistas históricos, pregunta poco sobre nuestras decisiones fiscales.
Pero China ve a largo plazo, y ninguna chequera viene sin exigencias. Podemos crecer de la mano si nuestro país alcanza dos cosas que hoy parecen ausentes: una visión puesta en el futuro, y la capacidad de leer con atención la letra chica.
*Analista de economía internacional del GCBA.