“La indemnización se fijará en una libra exacta de vuestra hermosa carne, para ser cortada y quitada de la parte de vuestro cuerpo que me plazca.”
William Shakespeare (1564-1616); de “El mercader de Venecia” (1598). Shylock, acto I, escena III.
Si ya parece eterna Cien años de soledad –que cumplió cincuenta desde que García Márquez le puso punto final–, imaginen lo que será levantar el muertito del bono en dólares a un siglo que emitió el Gobierno, con una tasa que parece compotera familiar: 8,25% anual. Wow. Maravillosa noticia que despertó el interés –qué otra cosa– de expertos, votantes de Trump que piensan en el futuro de sus hijos y fondos de inversión internacionales. ¡El mundo nos mira! Como diría Machado: “Argentinito que vienes al mundo te guarde Dios, uno de los dos países ha de helarte el corazón”.
En 1917, ayer nomás, Racing era campeón, los niños idolatraban a Ohaco, Hospital o Perinetti, jugaban Estudiantil Porteño, GEBA, Columbian y San Isidro, e Hipólito Yrigoyen, a los 65 años, iniciaba su segundo año en la presidencia sin emitir, por suerte, ningún bono que venza mañana o pasado. ¡Alegría!
El descenso no es la muerte de nadie, y esa actitud demostraron Sarmiento de Junín, Quilmes o Rafaela, clubes dignos en la caída. Tal vez por eso no generó tanto impacto mediático la nueva final perdida por Argentina. Y no a manos de Alemania o Chile, sino del mismísimo banco de inversiones Morgan Stanley. Oh, really?
Después de un lógico descenso a la B en 2009 por las “restricciones en la entrada y salida de capitales”, este año el ascenso era una fija. Pero no. Y así quedamos, como único Estado americano en la cruel categoría de “países fronterizos” junto a Nigeria, Kenia y Bangladesh, mientras Brasil, Chile, Perú, Colombia y México disfrutan de un purgatorio al que llaman “economías emergentes”. Día negro en la Bolsa, escapadita del dólar, tensa calma. El que avisa no es traidor.
Para colmo, en la misma liga que las potencias y como una “economía desarrollada” aparece ¡Singapur! Sí, nuestro vergonzante rival futbolero. Horror. Tanto hacer bien los deberes para que estos pisabrotes nos dejen out porque dudan de “la irreversibilidad de los cambios”. Ah, hombres de poca fe…
El increíble diuretic affair en River fue un tsunami en los medios, tanto que logró opacar la semana triunfal de Defensores de Macri. Angel Easy, su líder, resignado, calculó el ROI –retorno de la inversión– y ya negocia más fichajes para sacudir el mercado antes de meterse en la batalla política que se viene. Aquí –ojo con Carrió–, allá –en Comodoro Py, el patio de su casa– y en todas partes.
Boca fue un justo campeón. Su rush triunfal de fin de año fue decisivo, con un Tevez inspirado por última vez antes de dedicarse a los palitos chinos y a hablar mal del Enganche Melancólico. Sin él, tuvieron que reinventarse. Costó. Pero el caso del 9 fue asombroso. Una mañana, después de un sueño intranquilo, Benedetto se despertó convertido en un monstruoso romperredes. ¡Santa Metamorfosis, Batman!
Centurión fue puro desequilibrio; Pavón, un día, levantó la cabeza; Gago, el escribano, dio fe entre lesión y lesión; al arco fue el pibe –ése no, el otro–, Insaurralde y Vergini filmaron films de terror clase B hasta que dos extras –Tobio y Magallanes– los sacaron de escena; Betancur flotaba, los laterales se turnaban: vos, yo, vos, yo y Barrios ganaba metiendo la pata. Los Melli se acurrucaron en la cima mientras los demás eran Sísifos que subían con la piedra y bajaban sin nada.
¿Son los mejores? Mmm… Al menos los más regulares, y eso habla del nivel general. Eso sí, han sido, lejos, los más divertidos. Sin los caprichos de Guillermo, las aventuras nocturnas de unos, los videítos de otros y el bloqueo psicológico de todos, este torneo de 30 hubiese sido insufrible. That’s entertainment!
Un diurético no molesta a nadie, salvo que uno vuele a Europa sin escalas y al lado de la ventanilla. Pero si hablamos del deporte de alta competencia, la cosa cambia. En el boxeo, donde dar el peso es clave, están prohibidos. En las demás competencias son doping porque suelen ser usados como “máscara” de otras drogas.
El 10 de mayo River jugó con Emelec en el Monumental y el antidoping de Martínez Quarta dio positivo. El jueves 22 la Conmebol informó sobre otro caso espejo: Camilo Mayada en el control del partido contra Melgar, en Arequipa, Perú. En ambos casos fue detectada la misma sustancia: hidroclorotiazida.
La doctora Mariana Lestelle, hija de Alberto, el ex funcionario de Menem que hizo célebre su frase: “Muchos diputados van al baño y se dan un nariguetazo”, continuó con la flamígera tradición familiar: “La información sobre el caso River es muy confusa. La hidroclorotiazida no es un complejo vitamínico, es un diurético. En casos así, repetidos, uno tiende a pensar que se enmascara otra cosa. Pero lo que más preocupa no es el doping, sino la salud de los jugadores: existe el riesgo de muerte súbita”, aceleró en la ruta, sin luces.
El rostro de Gallardo en la conferencia de prensa del viernes transmitía su estado de ánimo. Contenido y furioso. Pedro Hansing, médico del plantel, era un manojo de nervios. “Es un diurético que no manejamos en nuestra batería de medicamentos. Enviamos toda la suplementación para que sea analizada y se detecte una fuente de contaminación. Acá nadie buscó sacar ventaja deportiva”, explicó.
Semana dura. Con la bomba interna que le explotó a River y el festejo de un campeón que, de tan obvio, ni gracia tuvo. Randazzo, que quiso bailar con Cristina y terminó con Ishii y su poncho. Y the president Mauri, que sacó a la cancha el bono de los bisnietos pero, ay, lo mandó al descenso el mismísimo Morgan Stanley, gente del palo pero sin tanto amor por la camiseta.
Iba a cerrar bien arriba, optimista, con la frase “No hay mal que dure cien años”, pero no, maldito inconsciente. Mejor no.