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Columna de escritor

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¿Qué es una “columna de escritor”? No lo sé del todo bien. Porque no sé del todo bien qué supone ser “un escritor”, más allá de lo específico de escribir literatura y de plegarse a lo que sea que esa literatura produzca. Escribir columnas de “escritor” en un diario, columnas a publicar en una sección de “escritores”, me plantea desde hace años un dilema que me interesa decisivamente, aunque no alcance nunca a resolverlo. ¿Qué se espera de un “escritor”, más allá de lo que consigue en sus libros, con sus libros?

Aprendo de mis colegas, es decir, en este caso, de mis vecinos de página. En lo personal, atiné tan sólo a definir tres o cuatro premisas básicas, que tentativamente adopté: nunca opinar (porque no tengo opiniones que dar), nunca investigar (porque no soy periodista de investigación), nunca informar (porque no soy periodista); tratar de hacer un mundo a partir de un simple detalle (¿es esa la literatura que me gusta?), tratar de forzar sentidos en contra del sentido corriente (¿es eso ser escritor?).

Pero si valoro este régimen de escritura semanal con renta mensual, es sobre todo por lo siguiente: porque me ayuda a vivenciar en lo concreto la relación entre escritura y trabajo. Lo cual me pone saludablemente a salvo de esos tantos espejismos de la vida “de escritor”: la famita de los autógrafos en las ferias del libro, los viajes con alojamiento en hoteles que en rigor de verdad me desclasan, el trotecito engañoso de las carreras literarias.

Prefiero en cambio esta otra opción: la de asignar a la escritura un carácter laboral. Esta opción, tanto menos vaporosa, es la que me permite atender a la cuestión de las remuneraciones adecuadas, al espanto de cualquier posible despido, a la defensa de la estabilidad laboral, y preocuparme entonces hoy por hoy por el conflicto que aqueja a los compañeros en el diario y esperar su resolución más pronta y más justa.