Las notas destacadas del oficialismo en el pasado cierre de listas fueron cuatro: la confirmación de la opción por Agustín Rossi en Santa Fe; el armado en Córdoba con Eduardo Accastello en solitario y ya sin Patricia Vaca Narvaja; el cierre del PJ Capital con el banquero Carlos Heller como único candidato y sin competencia formal con otras opciones peronistas (v.gr. Jorge Telerman) y la incorporación a la estrategia testimonial del FJPV de los intendentes de Mar del Plata y La Plata, Gustavo Pulti y Pablo Bruera, respectivamente.
En las tres primeras alternativas sobre un total nacional de 26 puntos nacionales que aportan Santa Fe, Córdoba y Capital, la oferta del oficialismo obtendría como techo en promedio tres. Son definitivamente estrategias electorales marginales.
Sí, en cambio, resulta central el reforzamiento de la estrategia testimonial al incorporar a Gustavo Pulti y Pablo Bruera en las boletas del PJPV, obligándolos a jugar su prestigio y estructura territorial en dos distritos clave del interior bonaerense.
Sucede que hoy el distrito bonaerense muestra una configuración muy estructurada: ventaja del orden de los 21 puntos para el oficialismo en el segundo cordón bonaerense, una ajustada elección en el primer cordón con leve primacía del oficialismo en torno a los cinco puntos y clara ventaja del peronismo disidente en el interior provincial en el orden de los 18 puntos.
Siendo los pesos de las subregiones, sobre 100 de base para el total provincial, 31 para cada cordón del Conurbano y 38 para el interior, la elección resulta muy competitiva entre las dos fórmulas justicialistas, con leve primacía del polo oficialista, hoy en torno a los 4 puntos porcentuales, con 12% de electores indecisos aún.
Una de las claves de la estrategia oficialista de la elección bonaerense, tanto para consolidar la ventaja actual o eventualmente estirarla –siempre en el margen–, es básicamente intentar achicar la brecha que lo separa en el interior bonaerense del polo disidente del dispositivo justicialista.
En esta perspectiva, los distritos de Mar del Plata y La Plata representa el 30% del peso electoral total del interior bonaerense. Las figuras de los intendentes Pulti y Bruera tienen niveles de popularidad personal en torno al 60% y de aceptación de gestión superiores al 50%. Si esta popularidad personal y aceptación de gestión, al incorporar ambas figuras a las listas, mejoraran la performance oficialista en ambos distritos, hoy en torno al 20% de intención de voto promedio, la brecha del interior bonaerense podría achicarse algunos puntos.
La apuesta entonces a la tracción reversa que en teoría imponen las candidaturas testimoniales asume que la elección se ordenaría ya no como tradicionalmente sucede por la oferta provincial (en este caso Kirchner-Scioli), sino por la propuesta distrital (Pulti-Bruera, en este caso).
La alternativa no es nueva y más de una vez, por caso, los intendentes radicales del interior bonaerense o peronistas del Conurbano mejoraron vía tracción territorial la performance de la fórmula provincial de sus respectivos partidos.
La discusión es entonces si esta tracción reversa distrito-provincia existe realmente, se verifica en un contexto de gran polarización como el actual y hace flotar hacia arriba la oferta provincial oficialista o, por el contrario, la elección de cada distrito se ordena por arriba y la oferta distrital es arrastrada por la provincial, con lo cual el efecto testimonial no se lograría o se atenuaría significativamente.
Este es el centro de la cuestión electoral para el oficialismo y la oposición: cómo y quién ordena la elección bonaerense, tanto en el Conurbano en general como en el interior provincial en particular. En el resto de los distritos, puntos más, puntos menos, las cartas están echadas.
*Director Consultora Equis.