COLUMNISTAS
EL ENVION DE INDEPENDIENTE EN LA SUDAMERICANA

Con autoestima es otra historia

1107fucks
|

Ayer por la mañana, alguien me comentó que le parecía exagerada la locura desatada el jueves por la noche por Independiente y 45 mil fanáticos. Sostenía que la Copa Sudamericana no es la Libertadores y que hace un mes esos mismos hinchas querían matar a todos, incluido (o primero que a todos) el presidente Julio Comparada. Y se preguntaba si estos jugadores –Mareque, Fredes, Patricio Rodríguez, Cabrera– son los mismos por los que, en tiempos de Menotti y Garnero, los hinchas pedían expulsión inmediata hasta del planeta Tierra. Para terminar, el interrogante pasaba por lo que pudo haber hecho Antonio Mohamed sólo en un mes. Me recordaba que el 10 de octubre, el Turco debutaba como entrenador rojo en el clásico contra Racing, y si haberlo ganado levantó el ánimo y potenció el nuevo ciclo.

No creo que sea exagerado el festejo. En la cancha de Racing había muchos jóvenes que recibieron a Independiente por herencia paterna y fueron encolumnados detrás de los gloriosos recuerdos de las Copas que Independiente ganó entre 1964 y 1984. Los más veteranos les hablaron de los cinco fenómenos del ’38/’39, Maril, De la Mata, Erico, Sastre y Zorrilla; otros, de edad intermedia, se llenaron la boca con Grillo y sus cuatro compañeros de Selección, esos que golearon 6-0 al Real Madrid en el Bernabeu.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Esos pibes leyeron y recibieron el relato de las hazañas del Bocha, pero apenas habían visto jugar a Independiente contra un equipo de otro país. O, directamente, nunca. Entonces, verlo en un cuarto de final de una Copa internacional, contra el mejor equipo de Colombia y, además, pasando el turno y llegando a semis, no es poco. Al contrario, es lo más importante que hizo Independiente en los últimos quince años. Ni siquiera el título del Apertura 2002 supera este arribo a semifinales de la Sudamericana. No tienen nada que ver los apellidos. Ahora, Independiente no tiene un futbolista como aquel Insúa y Silvera, que todavía está, tiene ocho años más. Pero el de 2002 jugó mal o regular la mayoría de los partidos, inhibió a dos árbitros y la mayoría de sus titulares estaban a préstamo. Gallego no terminó el torneo siguiente: se fue cansado de que lo golearan y le dejó paso a Oscar Ruggeri. No vamos a recordar el paso de Ruggeri por Independiente. No vale la pena.

Este Independiente tiene algunas aristas positivas, por supuesto. Ningún equipo del mundo llega hasta un lugar semejante de casualidad. En el fútbol, una pelota en el palo puede ser casualidad. Pero no cuatro partidos internacionales tremendos como los que tuvo que jugar el equipo de Mohamed. El Rojo perdió 0-1 en el Centenario (todavía con Garnero) y ganó un partido tremendo en la revancha, en la que metió cuatro goles. Dicen que está de regalo en la Copa porque el partido con Defensor debió ser suspendido. No podemos achacarle a Independiente el hecho de que absurdas reglas no permitan a un árbitro terminar un partido por agresión a un protagonista y, mucho menos, Independiente es responsable de que el arquero Silva haya querido seguir jugando. El club pagó el jueves, definiendo un partido dificilísimo en terreno enemigo, pagando un precio usurario en concepto de alquiler del estadio y una multa de 20 mil dólares, exigua en relación con el incidente que la motivó.

Este Independiente se trajo un empate de la cancha de Deportes Tolima, un estadio del que el ponderado y ordenado Banfield de Julio Falcioni se vino con un 0-3 oprobioso y hasta corto. Es real que en el segundo tiempo Independiente pudo haber sido goleado. Pero el empate provino de una pelota parada, resuelta magistralmente por Cabrera (ejecutante), Silvera (asistidor) y Julián Velázquez (zaguero en zona de definición). Esa pelota parada fue trabajada en los entrenamientos. Sin un trabajos previo, es raro que la pelota haya ido donde fue y que el que la recibió la bajara al medio tan clarita como lo hizo Cuqui Silvera. Alguna vez, habrá que valorar este tipo de jugadas.

Si uno ve cómo juega Independiente, tal vez le parezca que contra Tolima, en el 0-0 del jueves, regaló peligrosamente la pelota y el terreno después de los 30 minutos del primer tiempo, tras haber errado cuatro goles claritos. “Este” Independiente tiene algo mejor que el de Garnero. Tolima le llegó sólo dos veces y por remates lejanos de Marangoni y Medina. Nunca puso a un delantero mano a mano con el estupendo Hilario Navarro. Cuando lo hizo –digámoslo con todas las letras–, un juez de línea asustado levantó equivocadamente la bandera y lo privó. Pero fue la única. Tolima jugó a un toque, con la pelota, pero murió entre la maraña propuesta por la zona liderada por Battión, Fredes, Julián Velázquez, Tuzzio y Galeano. En el segundo tiempo, el equipo colombiano tiró mal todos los centros y todos los remates al arco. No llegó jamás al arco rojo con chances serias.

Otro dato positivo es que Mohamed viene leyendo bien los partidos. En el de Tolima, apretó en el medio y complicó con pelotas detenidas. Pidió que no se hicieran foules cerca del área y Marangoni los clavó con un tiro libre desde una posición de “penal con barrera”. Pasó de nuevo en Avellaneda, pero Hilario la sacó del ángulo. Cambió el esquema inicial a 4-4-2 cuando el rival apretó y complicó. Esto reforzó la espalda de Mareque y Maxi Velázquez pudo sumarse con éxito a la fortaleza que el Rojo levantó delante del área de Navarro. Otro acierto del DT fue el lugar de la cancha donde defendió. Si apretaban muy arriba, podían padecer el contraataque veloz del Tolima. Cuando menos terreno tuvieran para recorrer, menos chances iban a tener de poner a un delantero mano a mano con el arquero. Salió perfecto.

Para el final queda lo que quizá sea la clave de todo. Mohamed les devolvió la autoestima. Lo bien que Hernán Fredes viene jugando como doble cinco es emblemático. Los hinchas no le perdonaban ni su manera de correr. Ahora, empezó a ganarse aplausos y hasta hizo un gol fundamental contra Defensor Sporting. Godoy, Cabrera y Parra podrían sumarse a los casos más elocuentes de autoestima elevada.

Además, está pasando de fases. Lo hicieron todos los equipos rojos coperos que llenaron de gloria al club y de exigencia a esos hinchas que pintaron de rojo la cancha de Racing. La gente cree ver a aquellos héroes en estos pibes que se ordenaron y pusieron todo el esfuerzo al servicio colectivo.

No es exagerado. Independiente andaba necesitando algo como esto. Como estaban las cosas, llegar a semifinales sería ya de por sí un logro. Pero ahora quieren más. Y cada vez hay más dificultades.

Esta camiseta sabe de hazañas que parecían imposibles. Quién te dice…