La primera semana presidencial de Gabriela Michetti se inició como un hilo de seda extendiéndose sobre los días. No se pronunció sobre minorías sexuales, no fue a internas con Horacio Rodríguez Larreta, no revoleó preventivamente empleados por las ventanas del Honorable Senado de la Nación, no reincidió con el karaoke de la Casa Rosada en la que el último 10 de diciembre cantó como poseída un hit de Gilda, no almorzó con Mirtha Legrand. Son muchos no juntos, pero lo mejor de la historia argentina siempre fue capaz de reservarse un lugar dorado para lo que no se hace y para lo que no se piensa (también para lo que no se dice).
La actividad de Michetti, mientras su fisurado jefe retozaba en las nieves capitalistas de Davos con el diputado Massa, fue al mismo tiempo frenética y sedentaria. Excepto el día uno de su ejercicio, en el que encabezó un homenaje callejero a Nisman, el resto de la semana –con un promedio de 40 °C a la sombra– no dio para la política outdoor. Para eso están los despachos climatizados; y si decimos “están” y no “está” es porque la suma del poder público que se le delegó a Michetti vino regada de dos oficinas de primer nivel: la del Congreso y la de Balcarce N° 50.
Existe un portfolio que inmortaliza su agenda. Sin registro de actividad que se correspondiera con el martes 19, destinado a tomar carrera para producir actos de gobierno de alto impacto, el miércoles 20 se reunió con el ministro del Interior, Obras Públicas y Vivienda, Rogelio Frigerio, y los legisladores Federico Pinedo, Emilio Monzó y Nicolás Massot. Tema: “coordinación legislativa”. Según un informe de mi equipo de fenomenólogos especializados en la lectura científica de fotos, fue una reunión de memoria pura y austeridad material: nadie toma nota, y todos toman agua. El día después hubo desplazamientos urgentes a la Casa Rosada, choferes enjutos, granaderos movilizados y cafetería en estado de alerta. ¿Crisis? No. Un encuentro tranqui, esta vez con unos tragos de Coca-Cola (exiliado ideológico que prometió regresar al país) compartidos en el salón Eva Perón con el intendente de Marcos Juárez, Pedro Dellarossa, “entre otras cuestiones”. Pero aquí ya hubo ganancia neta, de la que da fe la intervención de la usuaria de Facebook Karina Pérez, que le deja a Michetti estas suavidades: “Quiero decirte que me siento contenta con que seas la Vicepresidente; el Presidente puede viajar y nosotros nos sentimos contenidos. Todo vuelve día a día al lugar que corresponde. Gran equipo”.
Pero el poder es adictivo, corrompe la psiquis del virtuoso, produce reacciones de engolosinamiento y reflejos imitativos. Diversos tratadistas de talla mundial, de Nicolás Maquiavelo a Marcos Aguinis, de Jaime Durán Barba a Thomas Hobbes, nos han advertido sobre estas calamidades. El viernes, con el presidente Macri preparando su regreso a la convalescencia costillar, la presidenta en ejercicio Gabriela Michetti se da el gusto y clava al ángulo el DNU 227/2016, “que establece que cada contratación de personal o servicio que haga algún organismo público deberá ser informada y revisada por el Ministerio de Modernización”, gerenciado por Andrés Ibarra.
La tremenda concentración del todo en manos de uno me trae reminiscencias chavistas. Las del día de 2012 en que fui a dar una charla a la Universidad de Los Andes, en Mérida (que nunca simpatizó con Hugo Chávez), y tuve que esperar a que el expediente de pago lo firmara, como si fuera un príncipe burócrata, el vicepresidente de la República Bolivariana de Venezuela, en ese momento Nicolás Maduro.
¿De dónde vino el endurecimiento de Michetti presidenta? De la revelación de que mientras ella ejercía la presidencia, en la Casa Rosada existía un comando de dos volantes gobernando la Argentina. En uno, montada con todas las de la ley, ella. En el otro, como alguna vez comandó su nave la perra rusa Laika, Balcarce, el famoso rope de Cambiemos aportado por la fotógrafa de gobierno “Puppy” Bonnecarrere, para quien Evo Morales es “bolita”, los lavadores de dinero del kirchnerismo son “gordos carniceros sin bañarse” y la mentalidad de las personas que se alegraron con la muerte de Videla es típica “de pobre y negro”. Si es cierto que no hay perro que no se parezca al dueño, que vuelva Macri, sin duda el ala menos racista de quienes están compartiendo el sillón de Roca.
La disputa de poder en los pasillos de la Casa Rosada se desató en la tarde del jueves 21 de enero y pudo ser sangrienta. Mientras la presidenta Michetti charlaba con el intendente de Marcos Juárez en la sala Eva Perón, a metros de allí el copresidente cuadrúpedo Balcarce tuiteaba en su cuenta una fotografía de sí mismo asomado al balcón, con el siguiente epígrafe escrito con las patas: “Cuidando la Casa hasta que vuelva”. Hay algo peor que la acefalía, y es un cuerpo con dos cabezas que se miran a los ojos y se ladran. La reacción de Michetti, su sorpresivo giro chavista, fue una de las salidas más utilizadas en las crisis de gobernabilidad: concentró poder. Ahora, todos los contratos del Estado dependen de una sola firma, y no es la de Balcarce. La presidenta lo resolvió con lo que los editorialistas que fuman bajo el agua comienzan a llamar “decreto canil”.
La despedida en Facebook de esta primera semana presidencial de Michetti fue un poco depresiva. En primer lugar, porque pasó de los estresantes asuntos de Estado (Nisman, reunión de coordinación legislativa, Coca-Cola con el intendente de Marcos Juárez, DNU) a cuestiones personales, y de las cuestiones personales a las que se consideran más frívolas, que son la de la imagen. En segundo lugar, porque en las fotos publicadas ya no está ella, sino una actriz de la serie española Amar en tiempos revueltos. “Mis asesores insisten en que me parezco a esta actriz, pero yo digo que no. ¿Ustedes qué opinan?”, dice Michetti, con la intención clarísima de ir cambiando de tema en su regreso al llano. Entonces, cientos de personas registradas en Facebook (de personas y de cuentas sin personas) desensillan de sus caballos alados, apartan las lanzas con las que ensartan kirchneristas en las redes sociales y, con toda la dulzura del mundo, como si se acabaran de comer un puré de ansiolíticos, despiden a la presidenta saliente bajo una lluvia de piropos republicanos.
*Escritor.