El 18F fue planteado por un grupo de fiscales conmovidos por la trágica muerte de Alberto Nisman. Una parte de la corporación fiscal tiene algo que decir a un mes de la muerte no aclarada de un colega en momentos en que el Poder Ejecutivo toma iniciativas que conciernen a la labor de los fiscales.
La politización de estos hechos, en pleno año electoral, era inevitable. Mucha gente, tanto en el campo oficialista como en el opositor, opina que sería “mejor” que este acto no se impregne de tintes políticos; pero la politización prevalecerá.
El Gobierno, liderado por la Presidenta, ya ha declarado que juzga el acto como un hecho político. Ya no es un atenuante que algunos miembros del Ejecutivo se hayan expresado más moderadamente al respecto.
Dado que la politización del 18F es un hecho, muchos se preguntan qué consecuencias cabe esperar en el plano electoral.
Posiblemente pocas. El 18F contribuirá a acentuar la división confrontativa que se observa en la sociedad, pero no a producir nuevos desbalances electorales de magnitud.
Pero hay otros hechos a no perder de vista. En estos días un grupo de intelectuales afines al gobierno nacional dio a conocer una declaración. El texto habla de principios y habla de la interpretación política de los hechos que mueven a la marcha del 18.
Desde sectores sociales que no simpatizan con el Gobierno también se produjeron declaraciones acerca de todo esto –por ejemplo, el Club Político Argentino dio a conocer un texto que tuvo repercusión–. Es interesante que si se cotejan los enunciados de principios entre una y otra declaración se constatan coincidencias de fondo. En cambio, en el plano de la interpretación, no pueden estar más alejadas una de la otra.
Esas divergencias marcan las divisiones de fondo en la Argentina de hoy, al punto de ocultar a menudo que hay valores sustantivos coincidentes que se sostienen; son, además, premisas que facilitan los argumentos de que la otra parte no es sincera en el plano de los principios porque los vulnera en los hechos.
Tarde o temprano, en todo proceso político, por conflictivo que sea, llega una instancia de diálogo; y cuando eso ocurre, las coincidencias –muchas o pocas– son valiosas.
Mientras gran parte de la sociedad politizada se prepara para manifestar el 18F y otra parte se apresta a neutralizar los efectos de la marcha como sea posible hacerlo, las aguas siguen su curso implacablemente cada día.
En estos días la Ley de reforma a los servicios de Inteligencia seguramente ya habrá sido aprobada en el Congreso, la investigación de la muerte de Nisman seguramente no habrá llegado a conclusiones firmes, otros temas de la agenda seguirán resonando.
A diario podemos escuchar a muchas personas corrientes y normales decir las cosas más opuestas, sin reparar en que al mismo tiempo comparten algunos valores políticos.
Escuchamos a algunos despotricar contra los medios de prensa monopólicos –cuando notoriamente no son monopólicos, y ni siquiera son hegemónicos–, escuchamos a otros decir que en la Argentina no hay libertad de prensa –cuando llevan en la mano un ejemplar de un diario opositor comprado en el kiosco de la esquina–.
Los argentinos sabemos de protestas, sabemos de proclamas, manifiestos y declaraciones, sabemos de distribuir las culpas de nuestros problemas. No hemos aprendido a encontrar enfoques viables para buscar las soluciones a esos problemas.
*Sociólogo.