COLUMNISTAS

Consenso y confrontación

La mención de Juan José Castelli por parte de la Presidenta trajo a colación, así fuera momentáneamente, que nuestro tan festejado Bicentenario lo es también, y ante todo, de una revolución política.

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La mención de Juan José Castelli por parte de la Presidenta trajo a colación, así fuera momentáneamente, que nuestro tan festejado Bicentenario lo es también, y ante todo, de una revolución política. Es el Bicentenario de la patria, de la Argentina, de todos nosotros, es el Bicentenario de las cintas celestes y blancas de French y Beruti y del pueblo queriendo saber de qué se trata; pero lo es de todo eso porque lo es de una revolución política. Allí donde por lo general se menciona en el mejor de los casos a Mariano Moreno, que por lo demás tuvo a bien morir o ser matado más bien pronto, la Presidenta propuso Castelli (“furibundo ingresó a ese Cabildo el 22 de mayo a decir que si no conformaban el gobierno patrio iban a venir con las armas y lo iban a conformar ellos“). Lo dijo por una razón tan precisa como pertinente: la necesidad de evidenciar los límites del ideal del consenso, toda vez que, al afectarse ciertos intereses, lo que brota son conflictos que impiden ponerse de acuerdo sin más.

Diré que la cita me complació, aunque admito que el jacobinismo justicialista no es cosa que despierte mi fe. Mi modesta impresión es que, para decirlo con los términos del presidente uruguayo José Mujica, que es amigo pero también ex tupamaro, lo más lejos que se puede ir por esta vía es una embestida de patota, lo que no supone precisamente una fórmula prometedora para tomar el cielo por asalto. Pero incluso con semejante reparo, que pondría a un lado los afanes revolucionarios, no deja de ser una señal de interés que una presidenta argentina parafrasee a Castelli a propósito de la Revolución de Mayo, si se toma como referencia por ejemplo a aquel otro presidente argentino, no menos justicialista en definitiva, que prefería en cambio avanzar en el siglo y citar por su parte a don Carlos Pellegrini a propósito de las crisis coyunturales del liberalismo económico y al éxito al que estamos condenados por el hecho de ser argentinos.

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Haber traído a colación a Juan José Castelli tiene, en ese sentido, su atractivo. Habrá quienes piensen que hay tantas confrontaciones hoy en día porque muchos intereses se están viendo afectados, y otros que piensen que hay más confrontaciones que intereses que se afecten de verdad. Pero en cualquier caso vale destacar que las palabras del cardenal Jorge Bergoglio se apartaron de tanto de una visión como de la otra en el Tedeum que ese mismo 25 de mayo se efectuó en la Catedral de Buenos Aires. El cardenal Jorge Bergoglio llamó con decisión a buscar la necesaria unidad, evitando por principio las ásperas confrontaciones al uso. Son palabras de importancia a las que conviene atender también. Porque entre la devota grey que recogía ese sermón se encontraba la vehemente Cecilia Pando; es de esperar, por lo tanto, que cuando la justicia humana (porque la justicia divina vendrá después) avance en los juicios a los represores por sus crímenes de lesa humanidad, ellos eviten las confrontaciones, asuman su responsabilidad judicial y no pase nunca más lo que pasó con Julio López. Entre la devota grey que recogió ese sermón estaba asimismo Hugo Biolcati, el presidente de la Sociedad Rural Argentina; es de esperar, por lo tanto, que cuando se decida aumentar las retenciones al agro, los ruralistas que la juntan con pala eviten las confrontaciones, aporten su tributo al fisco y no crucen más sus tractores y sus cuatros por cuatro en las rutas del país en su unidad.

Y ya que estamos, llegados a este punto, ¿sería por fin mucho pedir que el cardenal Bergoglio escuche sus propias palabras e irradie sobre su propia institución la propuesta de evitar confrontaciones? Porque en ese caso podrían perfectamente dejar de confrontar con las personas que en la Argentina quieren casarse, y no justamente por Iglesia, con otras personas de su mismo sexo. Deberían dejar de confrontar con ellos y con ellas, dejar de presionar para obstruir sus derechos, dejar de alimentar un conflicto que desgasta y perjudica. Que sumen, según reclaman, a la unidad nacional tan preciada, y dejen de pelotear el matrimonio civil, que está por lo demás bien fuera de su jurisdicción, de quien quiera con quien quiera y como mejor le cuadre.

Entonces sí, pero sólo entonces, nos ayudarán a pensar que el consenso es una opción indeclinable, que la Presidenta por ende se equivoca, que el belicoso Juan José Castelli por ende se equivocaba también. Nos ayudarán a pensarlo cuando den el ejemplo. Pero no antes.