Es grave lo que está pasando. Deberían sonar todas las alarmas institucionales. La confabulación golpista internacional y multisectorial sólo existe en la cabeza de Cristina, en la cabecita de Kicillof y en la lengua de Capitanich. Suena tragicómico que los funcionarios con mayor poder de la Argentina crean sus propias mentiras y de tanto inventar fantasmas ahora los vean a todos juntos conspirando contra el “exitoso” modelo K.
Para el verticalismo oficialista, ese grupo de buitres desestabilizadores cada día suma un nuevo integrante. Ahora hay que agregar a los dueños de la imprenta Donnelley. Es verdad que los responsables de ese vaciamiento salvaje deberán ser castigados con todo el peso de la ley. Pero es falso que se trate de terroristas norteamericanos títeres manejados por Barack Obama, Thomas Griesa, Héctor Magnetto, Bartolomé Mitre (algunos incluyen a Jorge Fontevecchia), los jueces Ariel Lijo, Claudio Bonadio, Romilda Servini de Cubría, José María Campagnoli y cientos de empresarios del campo y la ciudad.
La presidenta que dice defender a la patria apunta a todos ellos con la pistola de la Ley Antiterrorista. Nos quiere hacer creer que todos quieren atemorizar y sembrar el caos en la República. Esa es la mentira que Cristina termina creyendo.
Cada vez que por algún motivo judicial Lázaro Báez se acerca a la cárcel, la Presidenta redobla su apuesta al autoritarismo chavista. Es un principio de acción y reacción. Un juez de Nevada husmeó en el patrimonio de Lázaro y se montó en la investigación de Campagnoli sobre la matriz corrupta del Estado, y en menos de 24 horas la Presidenta se victimizó y pasó al ataque. Acusar a un diario de publicar en su tapa el cierre inhumano e incomprensible de una empresa gráfica con el posible despido de 400 trabajadores es castigar a alguien por hacer bien su trabajo. Eso es noticia acá y en la China. Bueno, en la China, no tanto. Allí han concretado el sueño de los Kirchner de un mundo sin periodistas.
Lo más inquietante es que desde que Cristina asumió como un cheque en blanco el 54% de los votos multiplicó y agigantó todos los problemas que existían. Con el desembarco de Axel Kicillof en Economía empeoraron todos los indicadores. Por eso el único PBI negativo de la región es el nacional y popular de Cristina. La recesión es contundente. Ella dijo que a su izquierda estaba la pared, pero a su frente estaban sentados Gerardo Martínez y el general César Milani, entre otros, que no pueden explicar el rol que jugaron durante la dictadura en el campo de la inteligencia y la represión ilegal. Y Amado Boudou, el patrón del mal de Puerto Madero, que pasó del neoliberalismo al enriquecimiento súbito.
El coqueteo frente al precipicio del default perjudica sobre todo a los más pobres porque cae el nivel de empleo en blanco y en negro y se deteriora el poder adquisitivo. Por el contrario, los más ricos y dolarizados (al revés de lo que pregonan los K) se benefician con la depreciación de la moneda. Eso sí que es Hood Robin, según el evangelio de Capitanich.
Hay números que son insólitos: la deuda interna y externa a fin del año pasado llegó a 202.629 millones de dólares. Hay un millón de pesos por minuto en cheques rechazados. Y en 2015 vamos a tener que pagar 15 mil millones de dólares. Este año vamos a exportar casi 10% menos que el año pasado. Esta situación tiene una explicación de origen y una gran inquietud en el futuro. Es tan falso el diagnóstico que hace el Gobierno que todos los planes proconsumo que anuncia caen en saco roto. No levantan vuelo. Son remedios para la enfermedad equivocada. ¿Cuántos planes de vivienda, proautos e incentivos al consumo van a seguir anunciando? Son apenas aspirinas para atacar el cáncer negado de la inflación, de la maquinita que no para de imprimir, de la falta de confianza y de dólares y de la sospecha generalizada de que la irracionalidad caprichosa avanza sin que nadie le ponga freno. Por eso, cualquiera de los rumores tiene asidero. Kicillof tiene tan seducida a la Presidenta que un par de ministros aseguran que su voz tiene más fuerza que la del mismísimo monje negro, Carlos Zannini. Axel fue ocupando posiciones casi en todos los ministerios con gente inexperta que es superada por la vorágine de la realidad cotidiana. El último chisme dice que ahora van por el ministro de Agricultura y después por la Jefatura de Gabinete.
Lo más grave es la falta de rumbo. O la dirección totalmente equivocada. El Gobierno aparece confundido, pegando volantazos. La frase de Séneca convertida en lugar común aplica en este caso: “No hay vientos favorables para quien no sabe adónde va”. Cristina no soluciona problemas porque está convencida de que son provocados por la confabulación intergaláctica y que únicamente atacando a esos enemigos es como va a lograr fortalecer los últimos 15 meses de su gobierno.
Lo cierto es que Kicillof logró el milagro de que algunos empresarios extrañen al patotero Guillermo Moreno. “Era grosero y maltratador, pero en 24 horas te daba una respuesta. Estos muchachos no saben dónde están parados”, decía un líder en ventas de productos de consumo masivo. Teléfono para Augusto Costa. Pregunta chicanera pero de sentido común: ¿Todas las empresas que suspenden horas extras y personal y las que despiden a trabajadores resolvieron ponerse al servicio de un plan terrorista? ¿Paraná Metal, también? O las que pertenecen a Cristóbal López y los amigos del Gobierno discontinúan la producción porque tienen una montaña de problemas que el Gobierno ignora? ¿Por qué cerró el frigorífico de Ricardo Bruzzese, el inventor de Carne para Todos que quería ser intendente de La Matanza de la mano de Guillermo Moreno? ¿Es un intento de aterrorizar a la gente como el de los cipayos buitres yanquis de Donnelley?
Mientras más poder adquiere Kicillof, más rápido se descascara el modelo de consumo. Se mixtura un cesarismo altanero que no escucha a nadie con un intervencionismo paralizante que asfixia. Las leyes antiterroristas son una peligrosa amenaza en manos de cualquier gobierno. Mucho más en uno que sólo reconoce el límite de su propia estupidez.