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Corre, Lole corre

¿Quién querrá votar por Carlos Reutemann, si antes no dice qué es lo que vio? Su intención de postularse en 2011 acaba de ser proferida, como así también el indispensable consentimiento del doctor Eduardo Duhalde. Falta mucho para 2011, es cierto, pero el tema se ha instalado y como expectativa ya existe. Pero si en su oportunidad, según se recuerda, Reutemann declinó su candidatura porque había visto “algo”, ¿podrán depositar su confianza los argentinos en un hombre que asevera que ha visto algo, pero no dice qué?

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¿Quién querrá votar por Carlos Reutemann, si antes no dice qué es lo que vio? Su intención de postularse en 2011 acaba de ser proferida, como así también el indispensable consentimiento del doctor Eduardo Duhalde. Falta mucho para 2011, es cierto, pero el tema se ha instalado y como expectativa ya existe. Pero si en su oportunidad, según se recuerda, Reutemann declinó su candidatura porque había visto “algo”, ¿podrán depositar su confianza los argentinos en un hombre que asevera que ha visto algo, pero no dice qué?
La respuesta no está en la política, sino en el deporte, que es donde Reutemann en su momento brilló y se dio a conocer. Ya por entonces era parco y gustaba por su inexpresividad. En 1981, un año muy bueno para él, iba primero en un gran premio de importancia. Detrás de él marchaba su compañero de escudería, que era Alan Jones. De repente, desde boxes, los jefecitos del equipo Williams sacaron un gran cartel y se lo mostraron al Lole. Decía así: “1o Jones, 2o Reut”. A buen entendedor, pocas palabras: había que dejar pasar al compañero. No fue lo que pasó, sin embargo. La carrera terminó, y la ganó Carlos Reutemann. Apenas bajó del auto, le preguntaron por el cartel. Sus ojos celestes nada decían. Y él dijo apenas tres monosílabos: “No lo vi”.
La figura se completa de este modo: el corredor que fue y el político que es. Reutemann es no solamente el hombre que vio pero no dice, también es el hombre que dice pero no vio: el que dice que no vio. Sabe callar: no decir qué es lo que vio. Pero también sabe no ver, no enterarse si no quiere.
¿Ahora sí, es el candidato completo? No todavía, no necesariamente. Porque nadie olvida lo que ocurrió en Buenos Aires, en el Gran Premio de 1974. El Lole iba primero y entró en la vuelta final. ¿Y entonces qué pasó? Pasó lo más increíble, lo imposible de pasar: que el Brabham se quedó sin nafta. A metros del final, del triunfo y de la gloria. ¿Habrá nacido ese día cierta extraña pasión de abandono? ¿O un trauma de abandono, con su correspondiente síntoma? La respuesta la dará la política, si es que no, la Fórmula 1.