El ex fiscal Antonio Di Pietro, autor en la Italia de los 90 del mayor proceso anticorrupción promovido desde la Justicia, estuvo en la Argentina y dio una conferencia para editores de las distintas publicaciones de Editorial Perfil (ver página 52).
Su visión del problema es distinta a la que normalmente tenemos los periodistas, que ponemos foco especialmente en los funcionarios. Para Di Pietro, la corrupción es “un matrimonio” donde, en lugar de estar unidos por el afecto, corruptor y corrompido están unidos por el interés.
Y Di Pietro, porque además de ser abogado tiene una formación como perito electrónico, también tiene una visión sistémica de la corrupción y entiende su dinámica práctica.
En su encadenamiento de pasos, la corrupción primero encarece el costo consumiendo recursos del Estado que se restan de otras áreas. Luego elimina la competencia, porque no sólo enriquece a quienes se favorecen de ella sino que funde a los verdaderos empresarios que no se pliegan a ese sistema. Y concluye modificando la política como un todo, porque al ser esos capitalistas corruptos quienes pagan las campañas de los políticos, terminan eligiendo ellos a los candidatos que tendrán más posibilidades de ganar entre corrompibles.
Di Pietro, con tristeza, afirma que en calidad democrática “Italia es parte de América Latina”, pero es injusto con su país. En Argentina se agregó un eslabón más a su encadenamiento sistémico de la corrupción de tres etapas y en los últimos años se puso en práctica el cuarto paso. Como –a pesar de ser un matrimonio– los dueños del dinero eran quienes terminaban eligiendo a los candidatos levantando o bajando su pulgar, un “visionario” como Néstor Kirchner decidió romper con ese modelo eligiendo él a quienes serían esos capitalistas, creando una nueva clase que eufemísticamente llamó “nueva burguesía nacional” o, de manera más realista, capitalismo de amigos.
De esta forma, no sólo se independizó de los capitalistas que pagaban las campañas de los políticos, sino que los puso a trabajar bajo su dirección. El poder cambió de manos invirtiendo el orden de corruptor y corrompido pero perfeccionándolo dentro del mismo esquema.
Cuando Kirchner decía que precisaba dinero para hacer política, era porque había comprendido el sistema (la matrix) de financiación de la política, e inventó uno nuevo. Se podría decir que se colocó de los dos lados del mostrador, aunque ésa es una simplificación, porque sería imposible tener testaferros en todos los campos, y lo que hizo fue algo comparable a vender licencias y franchising.
Di Pietro se preocupa porque en Italia ya no queda el “editor puro” cuya única empresa sean los medios, sino que casi todos fueron comprados por grandes conglomerados empresariales con diversificación de intereses (Fiat, hasta hace poco Olivetti, etc.), que no están interesados en hacer periodismo de investigación sino en usar los medios para defenderse de posibles ataques y hacer lobby en favor de sus prioridades económicas.
En la Argentina la situación es aun peor porque, como parte de la cuarta fase de esa matrix de política y corrupción, los medios son comprados por los testaferros de ciertos políticos o por los “franquiciados” de esos políticos, cerrando el círculo vicioso de la decadencia cultural y el desinterés ciudadano, haciendo más difícil el cambio.
Di Pietro y Assange. Di Pietro usó la tecnología en su lucha contra la corrupción armando una red casera de computadoras cuando no existía aún internet; así, les tomaba declaración a una docena de testigos a la vez para que cada uno viera que otro estaba declarando pero no pudiera saber qué estaba diciendo. Mientras, Di Pietro podía seguir los testimonios en simultáneo usando lo que un testigo decía para repreguntarle al otro.
Veinte años después, una de las primeras denuncias de WikiLeaks fue el nombre de cuarenta políticos que tenían cuentas no declaradas en un banco suizo. La informática, que hoy puede desplazar grandes volúmenes de información en segundos, será la gran herramienta para atrapar corruptos en un futuro no lejano.
Pero para que esos descubrimientos tengan consecuencias concretas, la sociedad debería cambiar su actitud hacia la corrupción. Poco efecto tendría, por ejemplo, que un juez en Nevada develara registros de cuentas no declaradas no sólo de Lázaro Báez sino también de Máximo Kirchner, si para la mayoría de los votantes eso fuera secundario frente a otros valores que le asignan al kirchnerismo.
Italia perdió la guerra contra la corrupción, porque tras Di Pietro vino Berlusconi y al ex fiscal hasta lo acusaron de agente de la CIA para desprestigiarlo. La batalla es en la cabeza de los ciudadanos.