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Covid-19: Radiografía de efectos colaterales invisibles

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Recorrida por el hospital Muñiz, nuevo pabellón para coronavirus y laboratorio de test de coronavirus | Pablo Cuarterolo

De acuerdo a las estadísticas de la Dirección Nacional de Promoción de la Salud y Control de las Enfermedades No Transmisibles del Ministerio de Salud de la Nación, las ENT constituyen más del 70% de las muertes en nuestro país y, dentro de este grupo, las enfermedades cardiovasculares representan la principal causa de muerte (40,2%).

Se conoce como “enfermedades cardiovasculares” a un amplio grupo de afecciones entre las que se encuentran la insuficiencia cardíaca, el infarto y el accidente cerebrovascular (ACV).

Diversos estudios afirman, por ejemplo, que en Argentina se produce un ACV cada nueve minutos y que cada año el infarto es la causa de muerte de 50 mil personas (aproximadamente).

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Estas, sin embargo, no son las únicas situaciones en que la vida corre peligro. Están los casos de apendicitis de gravedad variable y tratamiento quirúrgico siempre, los problemas de vesícula y los picos de presión arterial (casi un 47% de los argentinos tiene hipertensión según la última Encuesta Nacional de Factores de Riesgo, cuyos resultados se publicaron en octubre pasado), entre muchos otros cuadros en los que la consulta médica inmediata es vital.

Sin embargo, a partir de principios de marzo, cuando el coronavirus comenzó a ser protagonista de las noticias nacionales y empezamos a contar casos y bajas a diario, las consultas por otras causas en centros de salud, hospitales y sanatorios se redujeron aproximadamente un 50%.

¿Dónde están todas las personas que tienen ataques al corazón? ¿Y las que presentan señales de ACV? Porque en estos pacientes, como en muchas otras enfermedades, la consulta de urgencia es indispensable. A pesar de esto, excepto por el tratamiento de Covid-19, muchos hospitales están con sus capacidades inusitadamente desaprovechadas a la espera de emergencias que no aparecen.

En paralelo, el confinamiento que exige la cuarentena y el distanciamiento social aumentan considerablemente otros factores decididamente insalubres que, a su vez, inciden negativamente en la salud cardíaca y cerebral: el tabaquismo, la alimentación rica en grasas, sodio y azúcares y el sedentarismo.

El coctel se completa con dosis más elevadas de estrés, distintos trastornos emocionales (depresión, ansiedad, pánico) que, en el mejor de los casos, siguen una esmerada atención telefónica y un preocupante aumento de situaciones de violencia de género, incertidumbre, encierro y hábitos nocivos.

En conjunto, este panorama hacía prever que los casos de infarto se dispararían, por ejemplo; pero las consultas no llegan. Esta situación no es única en el país. Distintas organizaciones médicas internacionales y encuestas informales de redes sociales señalan que sucede lo mismo en todo el mundo: una reducción del 40% al 60% en las admisiones por ataques cardíacos y ACV y una tendencia similar en situaciones de emergencia, incluidas la apendicitis aguda y la enfermedad aguda de la vesícula biliar.

El Covid-19 es peligroso hasta cuando no infecta. Este fenómeno de ausencia generalizada en los centros de atención médica está empezando a considerarse un “efecto colateral” del nuevo virus entre la comunidad científica: muchas personas con problemas de salud urgentes eligen quedarse en sus casas en lugar de pedir ayuda. Prefieren sufrir a tomar el riesgo de infectarse de coronavirus en una guardia de hospital. Esperan que los síntomas pasen, solos. El temor se impone hasta que, cuando el agravamiento del cuadro obliga a ir a la guardia, la mayoría de las veces es tarde.

Mientras se intenta dar una explicación, buscando causas y consecuencias de una tendencia que alarma, el mensaje debe ser unánime y claro: no demore la consulta médica, que el miedo a la pandemia no retrase ni evite la atención.

Los hospitales, sanatorios y centros de salud cuentan con los equipos y profesionales necesarios para atender tanto a las personas con Covid-19 como a quienes presenten problemas de salud de urgencia. La atención cuenta con equipamiento, protocolos y medidas dispuestas a garantizar un entorno seguro.

Si no logramos llegar a la población con este mensaje, las víctimas fatales de la pandemia no serán solo los casos de test positivo, sino que habrá que sumar a todas las víctimas del miedo como “daños colaterales”.