La crisis política desatada en el sistema hegemónico construido por Néstor Kirchner a partir del conflicto con el campo, profundizada tras la derrota del 15 de julio (movilizaciones frente al Monumento a los Españoles y la Plaza de los Dos Congresos en una relación 3 a 1) y el voto negativo en el Senado, y la posterior renuncia de Alberto Fernández, que le otorgó características de implosión, ingresó ahora en una nueva fase.
Atrás, o relegado a un segundo plano, quedó el conflicto con el campo y la clase media urbana, equivalente de la opinión pública, aunque puede reaparecer en cualquier momento. Lo principal, ahora, es el conflicto entre el sistema hegemónico construido por Kirchner (Partido del Estado) y el peronismo territorial, que constituye el otro poder existente en la Argentina, y que comienza a liberarse de las ataduras impuestas desde el Gobierno nacional y exhibe crecientes rasgos de independencia e insubordinación. En la evolución del conflicto entre estos dos poderes, reside la clave de la gobernabilidad en la Argentina este año.
La primera conferencia de prensa realizada por Cristina Fernández de Kirchner confirmó que el Gobierno, que se sabe debilitado, no está dispuesto a rectificar su rumbo político. Certificó también la sensación generalizada de que no habrá cambios significativos en una situación signada por el hecho de que el verdadero centro de poder no reside en la institución presidencial, sino en la figura de Néstor Kirchner. De allí que adquiera especial relevancia la circunstancia de que las encuestas indiquen que la crisis golpea ahora directamente contra la figura de Kirchner, cuya imagen positiva descendió 23 puntos (55 al 32%) desde el comienzo del conflicto.
En este contexto, se explica que el gobernador bonaerense, Daniel Scioli, se oponga al proyecto de despenalización de la droga y pida una consulta en ese tema a la Iglesia Católica; que el gobernador entrerriano, Sergio Uribarri, reciba a Alfredo De Angeli; que José Luis Gioja siga criticando públicamente a Luis D’Elia; que Mario Das Neves insista con su candidatura presidencial; y que Juan Schiaretti y Alberto Rodríguez Saá concurran al acto de clausura de la Exposición Rural de Palermo. Eduardo Duhalde pronunció, en distintas ocasiones, tres frases que es útil combinar para comprender su pensamiento, que parece haber adquirido la forma de un silogismo: “Kirchner cometió un error histórico al designar a Cristina”; “Ella no puede gobernar sin Kirchner”; y “Kirchner está psíquicamente desgastado”.
Estos signos de desagregación del poder se manifiestan también en los sectores empresarios, cada vez más preocupados por el impacto de la crisis política sobre la actividad económica, exhibido por el fuerte ascenso de la tasa riesgo país (700 p.b., la más alta de América latina). Muchas de las figuras empresarias más estrechamente vinculadas con el sistema K de poder (Ignacio De Mendiguren, Julio Werthein) criticaron la falta de credibilidad de las cifras de inflación del INDEC, delicado eufemismo que encubre un cuestionamiento abierto a la dupla Guillermo Moreno-Néstor Kirchner.
“Toda crisis política es una crisis de autoridad”, afirmó Antonio Gramsci (Notas sobre Maquiavelo, sobre política y sobre el Estado moderno). Pero las crisis políticas cubren etapas (“Teoría de la crisis”, Julien Freund). Comienzan por una crisis de confianza. Escalan hacia el cuestionamiento de la legitimidad del sistema. Luego trepan hasta rechazar la conducción del Estado, en este caso Néstor Kirchner. Y, de pronto, a través de algún acontecimiento imprevisto, surgido del peso creciente de los imponderables, adquieren un carácter sistémico. Entonces, el Estado se desagrega aceleradamente. Es el vacío de poder o crisis de gobernabilidad. En ese punto, la política abandona las instituciones y se manifiesta en las calles, en forma violenta. Es lo que ocurre actualmente en Bolivia, donde Cristina Kirchner, acompañada por Hugo Chávez, no pudo aterrizar el martes pasado.
Una segunda característica de las crisis políticas es que cada una de las sucesivas fases comienza donde culmina la etapa anterior. En el caso de la Argentina de hoy, esto significa los 5.380 cortes de rutas de los primeros seis meses de 2008 y los 2.456 del mes de junio, no los 32 de julio. Pero a ese punto de partida hay que incorporar ahora los violentos incidentes registrados el 30 de julio en Córdoba (15 policías y 20 manifestantes heridos) y el posterior asalto al Concejo Deliberante de Rosario (10 heridos) para evitar la sanción de un aumento al boleto del transporte urbano, dos episodios de violencia protagonizados por sectores del oficialismo contra el poder territorial de Schiaretti y Hermes Binner.
En un contexto tan propicio para las emergencias, no conviene dejar de consignar un hecho mundialmente inédito y políticamente significativo: el vicepresidente Julio Cobos, cada vez más enfrentado con la cúspide del poder, tiene 40 puntos más de imagen positiva que la presidenta Cristina Kirchner.
*Analista político.