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NISMAN: CINCO AÑOS

Cristina, Scioli, Macri, Alberto, Cristina

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Décadas atrás. Alberto Fernández y Domingo Cavallo se reunen con los padres del fotógrafo de Perfil, José Luis Cabezas. | CEDOC.

Hay fechas que dejan marca. Los de más de 40 años recuerdan dónde estaban cuando se derribaron las Torres Gemelas de Nueva York. La mayoría de los argentinos recordamos dónde estábamos cuando se conoció la noticia de la muerte del fiscal Alberto Nisman. La noche de ese domingo 18 de enero yo llegaba a San Pablo para la reunión periódica de Perfil Brasil al día siguiente. Qué distinto era todo a comienzos de aquel enero de 2015. En Brasil Dilma Rousseff comenzaba su segundo mandato habiendo sido cómodamente reelecta, el Partido de los Trabajadores de Lula era electoralmente dominante y Bolsonaro, un diputado desconocido nacionalmente. En la Argentina que presidía Cristina Kirchner, Scioli era el candidato a las elecciones de octubre con más intención de voto mientras Macri marchaba tercero en las encuestas. Hoy, el fracaso del gobierno de Macri generó condiciones de posibilidad al triunfo de Alberto Fernández y al regreso de Cristina Kirchner. En solo cinco años el ciclo político cambió dos veces ciento ochenta grados cada vez, completando un círculo que nos deposita en algo parecido al mismo lugar. Cinco años perdidos.

La politización de la causa de la muerte del fiscal Nisman obedece a la relación del hecho con la posterior facilitación de la derrota electoral del kirchnerismo y el triunfo de Macri. El fiasco del gobierno de Macri con la victoria de Alberto Fernández y el regreso de Cristina Kirchner fomenta esa sensación de circularidad, pero en realidad refleja el recurrente tropiezo de proyectos económicos aspiracionales: integrarse al Primer Mundo. Mientras que, al revés, Brasil pareciera siempre poder lograrlo.

Como si cinco años no fueran nada, mientras en Brasil cambió todo, en Argentina se volvió al punto de partida

Paulo Guedes, el actual superministro de Economía de nuestro mayor vecino, y más relevante en la conducción del país que el propio Bolsonaro, formado en la hiperneoliberal escuela económica de la Universidad de Chicago, es lo más parecido a Domingo Cavallo que tuvo Brasil. Y con las mismas ideas de mejora de la competitividad, baja del gasto público e impuestos, más privatizaciones, puso en marcha la economía de Brasil que, después de años de estancamiento y caída como en Argentina, este 2020 espera crecer casi tres por ciento mientras que para nosotros en el mejor de los casos se proyecta menos uno.

Tener la posibilidad de haber vivido y actuar en los países aumenta mi personal frustración con la recurrente crisis económica que la Argentina pareciera no poder superar. Y aunque la inflación sea una consecuencia y no la causa, sospecho que sin solucionar el problema de la inflación no habrá recuperación duradera. Lo que nos diferencia del resto de Latinoamérica que ha podido crecer en las últimas dos décadas mientras nosotros no, de países como Brasil pero también de México o Perú, que tuvieron los mismos descalabros de devaluaciones y alta inflación, es que pudieron acabar con esa volatilidad y tener moneda.

Poner como prioridad la inflación luce intuitivamente contraepistémico: si la inflación es el síntoma del desorden, lo primero es ordenar la economía y luego la inflación cederá sola. Así hemos probado durante períodos de casi un año no emitir (2018), que el dólar no aumente (2017), que casi no haya déficit fiscal (2019), todas herramientas que contribuyen a bajar la inflación, pero siguió habiendo alta inflación.

Alberto Fernández viene sosteniendo que él está cumpliendo las promesas de su campaña. Una de ellas, quizá la más repetida, era “volver mejores”. Lo que implicaría no aceptar convivir con inflaciones anuales cercanas al treinta por ciento. Y que, una vez que el ministro Martín Guzmán haya renegociado la deuda externa con éxito, al comienzo del otoño próximo, se lance un plan integral que, sin desatender la generación de incentivos al crecimiento y la redistribución de la renta, ponga foco en la primera causa de la recesión y el mayor empobrecimiento de quienes menos tienen, que es la inflación.

Justo el reportaje largo de esta edición tiene a Domingo Cavallo como protagonista, quien hace más de un año que no habla con la prensa y varios que no concede una entrevista larga. Se declara preocupado con el rumbo de la economía y quiere hacerles llegar un mensaje a Alberto Fernández y al ministro Martín Guzmán.

Ya a comienzos de 2019, viendo el fracaso de Macri, se reunió con los economistas Guillermo Calvo, Ricardo López Murphy y Miguel Angel Broda para preparar un plan que pudiera servirle a quien le tocara gobernar a partir de 2020.

Valora a Alberto Fernández y a su círculo más cercano: Gustavo Beliz y Jorge Argüello, porque los tres fueron candidatos de la lista de Cavallo cuando hace veinte años fundó su partido para competir sin éxito por la Jefatura de Gobierno de la Ciudad y la presidencia. También Néstor Kirchner y hasta aquella Cristina Kirchner de fines de los 90 fueron aliados políticos de Cavallo.

Siendo profesor en la Universidad de Nueva York, Cavallo compartió conferencias y encuentros con el maestro y mentor del ministro Martín Guzmán, el Premio Nobel Joseph Stiglitz, a quien conoce hasta familiarmente junto a su esposa. Espera que la formación internacional del ministro Guzmán lo lleve por un camino distinto al de los referentes económicos iniciales de Alberto Fernández. Cavallo propone corregir la dirección del Gobierno tanto en lo económico como en las relaciones internacionales.

Cinco días después del aniversario de la muerte de Nisman, Cristina será presidenta, con Alberto Fernández en Israel

La imagen pública de Cavallo está manchada por el desastre económico que derivó de la salida no ordenada del cambio fijo en 2002, a diferencia de Brasil, que flexibilizó exitosamente su propia convertibilidad en 1999 y hace dos décadas el dólar cuesta alrededor de 4 reales. Pero aun sus detractores reconocen la solidez técnica de quien se doctoró en Economía en la Universidad de Harvard y acumula los doctorados honoris causa de las universidades de París, Turín, Génova, Ben-Gurión y Bologna, además de ser el único argentino que integra el G30 junto a premios Nobel y conductores de las primeras economías del mundo. Quizás alguna de sus opiniones puedan enriquecer a Alberto Fernández y a su equipo.

Este jueves, cinco días después del aniversario de la muerte de Nisman, Alberto Fernández participará en Israel del Día Internacional de Recordación del Holocausto. Cristina Kirchner asumirá la presidencia en el ínterin.

Que dentro de cinco años el tiempo transcurrido no nos deposite en el mismo lugar.