En ocasión del escándalo por la liberación de presos y los estropicios en el orden judicial (libertad domiciliaria para Boudou, entre otros), los desacatos en el propio gabinete presidencial, las marchas y contramarchas en la gestión, habíamos comentado tiempo atrás respecto a la práctica inviabilidad del doble comando, de resultas del cual, de persistir, podría generar una ominosa derrota en diferentes aspectos para el Presidente.
El panorama, en las últimas semanas, se tornó aún más dramáticamente complicado para su gestión, uno de cuyos vértices fue el anuncio de una intervención y posterior expropiación de la empresa Vicentin, que mereció el rechazo de vastos sectores de la sociedad.
La actual circunstancia, dada su gravedad, amerita a nuestro criterio la reiteración de algunos de los conceptos ya expresados: “Este es, sin lugar a dudas, el peor momento del Presidente desde que empezó la pandemia. Una serie de episodios lo obligaron a un zigzagueo dialéctico tratando de enmendar situaciones conflictivas, algunas producto de sus propios desaciertos: desde el anuncio luego desmentido de las salidas recreativas en la cuarentena, que despertó la reacción de gobernadores –hasta ese momento aliados incondicionales–, los errores en materia de relaciones exteriores (enfrentamiento gratuito con otros países, prácticamente deserción del Mercosur, etc.) , más la ausencia de mención alguna sobre estrategias para encarar la emergencia económica...
El Presidente, así, se choca con un conflicto que expone el delicado equilibrio que le toca ejercitar para la administración de la coalición gobernante, al tiempo que se convocaban en redes los cacerolazos y algunas encuestas reflejaban un malestar creciente.
El costo político que ha pagado el Presidente resulta elevado. La cuestión es: ¿por qué lo asume?, ¿está de acuerdo con la movida libertaria y el discurso progrepopulista? Y finalmente, ¿cuál sería su alternativa?
Si la respuesta es afirmativa a los primeros interrogantes, ya no habría mucho que reflexionar, pues estaría en línea con la sucesión de hechos, tal como se viene desarrollando, esto es una creciente avanzada en la conocida filosofía K en sus diversos órdenes y toma de posiciones.
Empero, si su íntima convicción no concordara con ese curso de acontecimientos, y aun así llevara a cabo una gestión que lo condujera a ambigüedades y contradicciones, cuáles serían las razones?
Es bien sabido que su poder político está acotado: el kirchnerismo domina el Senado y es mayoría en la Cámara de Diputados. A su vez, soldados de la vicepresidenta pueblan las segundas y terceras líneas de las distintas áreas del gobierno nacional, organismos descentralizados, intendencias y gobernaciones.
El Presidente obviamente sabe que, de enfrentarse con su socia en el poder, la pelea puede ser muy desigual.
Pero… él aún tiene ‘la lapicera’. En términos legales, está en condiciones de despoblar, al menos en el área del gobierno nacional, a los acólitos ultra K, colocando funcionarios sensatos y de su confianza personal.”
De hacerlo, es de suponer que se expondría a un abierto enfrentamiento, en el que puede ganar o salir derrotado (incluso ante la posibilidad de un juicio político que le genere su actual socia, dado su dominio del Parlamento).
No obstante, aun perdidoso, podría lograr la adhesión personal de numerosos dirigentes peronistas no radicalizados, que hasta ahora no lo habrían votado por la compañía de la vicepresidenta, más los votos de muchos no peronistas que verían en él una alternativa republicana y sustentable para sacar al país de su atolladero.
Quizás. De ser así, no todo estaría perdido.
*Economista.