Los salesianos llegaron a la Argentina en 1875, mandados por su creador, San Juan Bosco, fundador de esa orden católica, y se instalaron en San Juan y Tacuarí fundando el Hospicio San Vicente, donde nacieron los talleres de zapatería y encuadernación.
En el barrio de Montserrat, Moreno 1669, al lado de la iglesia Mater Misericordiae, se creó la escuela primaria.
En 1878, se mudaron las dos instituciones al barrio de Almagro, fusionándose con el nombre de Colegio Pío IX, el Pío Nono, como lo conocen los vecinos de la Mater Misericordiae y artesanos del Hospicio San Vicente.
Ceferino Namuncurá nació el 16 de agosto de 1886 en las tolderías de su padre, el cacique Manuel Namuncurá, de 75 años, situadas en Chimpay, provincia de Río Negro; su madre fue una cautiva chilena de 29 años, Rosario Burgos.
De chico tuvo la salud precaria, pues contrajo tuberculosis, esa enfermedad para la cual los mapuches no tenían defensas.
La necesidad de estudiar se le presentó con el único objetivo de “hacer bien a mi raza”.
Es por eso que su padre lo acompaña a Buenos Aires y lo inscribe el 20 de septiembre de 1897 en el Colegio Pío IX de los salesianos, en Almagro, según reza el folio 1903 del Libro Mayor de Estudiantes.
Carlos Gardel nació en Toulouse, Francia, el 11 de diciembre de 1890, hijo de Berthe Gardés, madre soltera. A los 27 meses de edad, exactamente el sábado 11 de marzo de 1893, recalaba en el puerto de Buenos Aires el barco Don Pedro, procedente del lejano puerto de Burdeos junto con su madre, quien poseía el pasaporte Nº 94 y de profesión planchadora; ambos se instalaron en el barrio del Abasto.
El 2 de abril de 1901, proviniendo de otro colegio, Carlos Gardel se inscribe en el 2º grado de Artesano y Linotipista en la misma institución de Hipólito Yrigoyen y Quintino Bocayuva, según consta en el folio 430 del Libro Mayor de los Artesanos.
En esa institución fueron educados en la imagen de Domingo Savio, que era un niño italiano que cultivaba la virtud de la “piedad”, con grandes aptitudes para el estudio y el canto. Se lo describe como “alto, delgado, frente ancha, cabellos lisos y bien peinados.
Ojos serenos, finos, penetrantes, inquietos y vivaces, fuerte ante el sufrimiento, alegre siempre y gran amigo a toda hora. Pulcro en su presentación personal y siempre sonriente, su generosidad era tal que poco antes de morir le dijo a un compañero que le debía dinero: ‘Todo lo que me debes te lo perdono’”, éste era el modelo en que fueron educados Carlos Gardel y Ceferino Namuncurá, Savio fue canonizado en 1954 por la Iglesia Católica.
El destino quiso que Ceferino y Gardel compartieran el mismo pabellón dormitorio María Auxiliadora y participaran ambos en el coro del colegio que dirigía el padre José Spadavecchia durante dos años.
Cuentan ex alumnos, compañeros de ambos, que todos los años al finalizar el ciclo lectivo en el salón de actos del Colegio se llevaban a cabo concursos de canto.
Al finalizar el de 1902, donde el jurado observaba fundamentalmente el timbre, la prestancia, las canciones que entonaban y la modulación de la voz, llegaron a la final
Cual si fuera “Cantando por un sueño”, Namuncurá y Carlitos se llevaron el diploma “Digno de alabanza en canto”, máximo premio para el beato Ceferino Namuncurá, quien acababa de aprobar 6º grado.
Ese año ambos se fueron, quizá nunca más se vieron; es más, Ceferino moriría tres años después (1905) y el Zorzal también se iría pa’l cielo siendo muy joven, a los 46 años.
Ceferino Namuncurá y Carlos Gardel, de orígenes y vidas tan distintas, vivieron en el mismo colegio, el Pío Nono de Almagro, en la Ciudad de Buenos Aires, donde ambos tomaron su primera comunión y el sacramento de la confirmación.
Estas dos personalidades que generan tanta devoción entre nosotros compartieron su infancia, sus estudios, los juegos, el canto y la fe, casi nada.
*Conductor de Café Las Palabras y presidente Fundación Urbe [email protected]