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Cuando gobiernan las veletas

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Imaginemos que un padre de familia manda a realizar una encuesta entre sus hijos antes de tomar una decisión que los afectará, desde la elección del colegio hasta una mudanza. O que el director técnico de un equipo de fútbol hiciera lo mismo entre sus jugadores para resolver una estrategia o un cambio. O que el piloto de un avión mandara a encuestar al pasaje antes de decidir un nuevo aeropuerto ya que el de origen está cerrado. Visualicemos a los alumnos de una escuela encuestados por la dirección para optar por uno u otro plan de estudio. O un arquitecto realizando una encuesta entre los albañiles para saber si el edificio se hará según los planos o según las preferencias de aquéllos.

Se trata de casos en donde quien tiene la responsabilidad de llevar adelante un proyecto al que no fue obligado, sino que escogió libremente, abandona aquella responsabilidad y la transfiere. Esto no garantiza un resultado y podría derivar en una circunstancia peligrosa para los mismos encuestados. ¿Por qué se conduciría de esa manera el responsable del emprendimiento? Podría haber al menos dos razones. Se siente inseguro de su propia capacidad para cumplir con lo asumido o prefiere complacer a sus dirigidos antes que guiarlos en el cumplimiento de una meta previamente explicitada y aceptada. En ninguno de los dos casos se trataría de un líder confiable. Y en ambos estaría demostrando carencias graves en materia de liderazgo. Le faltaría una visión, así como la capacidad para transmitirla. Y estaría reemplazando el don de conducción por el simple oportunismo.

Desde ya, resultaría difícil saber qué piensa, qué quiere, en qué cree y cuáles son los valores plantados de ese responsable. Su dirección sería tan impredecible como la del viento. Su principal herramienta de conducción resultaría una veleta y no la brújula, que es inherente a un verdadero líder.

Los ejemplos con los que comienza esta columna pueden parecer absurdos, y desde la lógica lo son. Sin embargo, cuando se trasladan al oficio de gobernar o al de proponerse como candidato se toman con naturalidad. En ambos casos las encuestas se convierten en un recurso tan esencial como el aire, desplazando a una visión convocante, a un discurso que no sea simple gibberish (lenguaje sin sentido, hecho de palabras inventadas y onomatopeyas), a una honesta explicación de los deberes que los conducidos deberán cumplir para llegar a la meta. Desplazan también a una descripción de las dificultades a atravesar y, condición de toda experiencia que se pretenda dotada de sentido, a la transmisión del para qué de las decisiones adoptadas.

En el cerebro de lo que se llama opinión pública predomina la amígdala sobre el neocórtex. Es decir lo emocional, reactivo e inmediato sobre lo reflexivo, racional y fundamentado. Las encuestas que tanto apasionan a gobernantes y candidatos recogen esa prevalencia y la convierten luego en acciones y decisiones. Pareciera que existiendo encuestas un gobernante no necesita programas, o que puede olvidarse rápidamente de ellos o de cualquier promesa electoral para navegar en la corriente del inmediatismo, de la emocionalidad colectiva y del humor de las masas. En la historia ese humor y esa emocionalidad produjeron linchamientos, ampararon genocidios, prepararon los caldos de tremendas crisis económicas y sociales. Pero siguen siendo tentadores para quienes, si se pretenden líderes, deberían mirar más allá del horizonte y saber transmitir lo que ven. Salvo que su mirada llegue sólo hasta el poder y lo vean como un fin antes que como un medio para el incremento del bien común (una sociedad en que los ciudadanos sean considerados personas y no votos o porcentajes de encuestas, y sus necesidades sean prioridades).

Si regresamos al párrafo inicial veremos que no se conocen casos en que padres, directores técnicos, pilotos, directores de escuelas o arquitectos hayan hecho lo que allí imaginábamos. Pero cada día son más los gobernantes y candidatos que abdican de responsabilidades y principios para abrazarse a encuestas. Y así van las cosas.

*Periodista y escritor.