Hasta Daniel Scioli se inquieta por la contumacia presidencial de insistir con su reelección. Ya empieza a dudar que sea su “hermano político”, como alguna vez ambos declararon, y vacila para presentarse como heredero cuando Alberto Fernández todavía no abdicó de la nominación. A ver si tiene que presentarse por su cuenta. Otro más.
Se emparenta su destino al de Cristina y La Cámpora, desilusionados y agraviados por la aspiración del mandatario. El disgusto subterráneo se acompaña con otro dato: la Casa Rosada no le ofreció cargos ni áreas a Scioli & Cía., ni siquiera una “caja” para que la dependencia no sea tan manifiesta. Hubo pedidos concretos, reuniones, pero Alberto colgó el cartel: “No” a cualquier pretensión.
La baja de Mauricio Macri no apaga incendios en la oposición pero los extiende al oficialismo
Justo ahora, lamenta Scioli en un soliloquio. "Justo me limitan cuando tengo la oportunidad de colarme en la batalla electoral con ventajas sobre otros aspirantes oficialistas". Su argumento: la Argentina nunca votó a un candidato extremo para el Poder Ejecutivo, siempre optó por expresiones prudentes y “yo soy un embajador de esa cualidad” (aunque confiesa también que hoy maduró y “está a la derecha de la derecha”).
Nadie sabe, en cambio, el cordón ideológico que representa Fernández, militante de la internacional socialista o concubino de Biden. Pero también él repite la misma monserga de concertación para renovar su mandato. Va por la negativa en su oferta: “No soy Cristina”, a la que ahora considera sectaria. Coinciden en la misma narrativa los hermanos políticos, tal vez Alberto piense primerear y lo proponga como acompañante muletto a Scioli. O, si éste va a la interna por su cuenta, el mandatario busque otra persona a su vera, por ejemplo Victoria Tolosa Paz, quien figura en todos los clasificados en busca de un trabajo de categoría.
Al margen de alineaciones políticas, Fernández y Scioli integran el mismo team conciliador de Sergio Massa y Horacio Rodríguez Larreta. Palomitas blancas frente a pájaros depredadores como Patricia Bullrich y Javier Milei. Todos confrontan, en apariencia, por la actitud a exhibir ante la crisis: unos proponen contemporizar, negociar, acordar, otros interpretan alternativas más radicalizadas. Del entierro de la “casta” o el cierre del Banco Central prometido por el economista a la mujer que, por “tener coraje”, pide que la voten. Escasa substancia de la dama en ese mensaje, aunque peor resulta el slogan de Wado de Pedro: sugiere no olvidar que Macri contrajo una deuda atómica sin explicar la razón por la cual su gobierno la multiplicó después de tres años.
Habrá que esperar otras consignas, por ejemplo las de Massa, quien no abandona su propósito presidencial y se apoya en una Cristina de Kirchner que lo alienta contra el viento y la marea de sus propios acólitos. Fiel la doctora, por ahora, en una rara combinación de necesidades con el ministro de Economía.
Para una Cristina angustiada, Massa no es más "Sergito"
Si arden los laboratorios oficialistas, la temperatura en el búnker de la calle Uspallata se ha vuelto insostenible: el lunes próximo, a más tardar, Rodríguez Larreta determinará el instrumento electoral que habrá de definir la interna en el oficialismo de la Capital, un sistema nuevo que dejará disconforme a más de un miembro de la coalición. Martín Lousteau y los radicales son los más demandantes para imponer condiciones, se dicen empoderados por las encuestas.
Hasta ayer miércoles no le encontraban la vuelta al acuerdo, hasta pensaron tentarlo al economista —atractivo que no desdeña; por el contrario, lo seduce— con integrar la fórmula del jefe de gobierno en el orden nacional. Parece un premio excesivo en relación al titular del partido, Gerardo Morales, pero atrayente ante Facundo Manes, quien no vive precisamente un idilio con Rodríguez Larreta. Hay otra reserva fundamental: el binomio con Lousteau sería demasiado aporteñado para el resto del país.
Mientras se negocia este convenio de partes, crece una novedad estremecedora: podrían voltear al principal candidato a intendente del Pro, Jorge Macri, el designado por Mauricio. No cumple determinadas reglas estatutarias (domicilio, por ejemplo) y ya hubo una sentencia al respecto que, hace unos años, le costó la aspiración a Adrián Pérez. Antes de que lo haga la oposición, el cuestionamiento proviene de Elisa Carrió, quizás en recuerdo de aquel episodio. Amenaza de cimbronazo partidario que no sería demasiado indigesto en la sede del gobierno capitalino: allí guardan las formas, comparten tareas, pero en el gabinete de Rodríguez Larreta —y seguramente él mismo— no se observa la mejor sintonía con el primo de Macri. Tal vez porque es el primo de Macri.
Si lo desalojan a Jorge de la candidatura, podría permanecer la de Fernán Quirós o, si logran persuadirla, tratar de convencer a María Eugenia Vidal. Ella, la recién casada, juró que nunca iría por esa Alcaldía metropolitana, pero no todas las promesas deben cumplirse, en particular si se pertenece al gremio de los políticos. Por otra parte, nadie le garantiza un postre mejor si se desvanece lo del primo Jorge. A menos, claro, que ella sea tan romántica y suponga que la luna de miel es eterna.