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De Elisa María Avelina a Lilita

Lilita Carrió es diferente. Puede gustar o despertar ánimos en contra pero nadie negará que Lilita sea una mujer y una política diferente a lo que estamos acostumbrados a ver en estas tierras.

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Lilita Carrió es diferente. Puede gustar o despertar ánimos en contra pero nadie negará que Lilita sea una mujer y una política diferente a lo que estamos acostumbrados a ver en estas tierras. Pero hay un lazo de unión en ambas cuestiones: como mujer y dirigente, ha sido fiel a su corazón y a su conciencia renunciando a la comodidad de lo establecido permanentemente.
Nació en Resistencia (Chaco) y el nombre de su pueblo le dio un mandato, cada día muestra cómo la adversidad la empuja y ella no se detiene.
La chica llegó al mundo un día de calor extenuante, el 26 de diciembre de 1956, integrada a un clan de gente ilustrada, con convicciones y un lugar destacado en la sociedad chaqueña. Eso que en los pueblos se llama “gente bien”. De adolescente era divina, inteligente, mundana y estudiosa. Se recibió de abogada y muy rápidamente integró la familia judicial. Llegó a jueza de Cámara con 22 años. Sus ideales radicales corrían por su sangre con la misma intensidad que los deseos de amar y una fuerte disposición para ver más allá de lo que la realidad pone delante. Ella prefiere llamarlas “señales divinas” que le son enviadas y de las que se hace cargo. Veló y enterró a gente muy amada (su primer gran amor, Justo Bergada, y su hermano Roly). El dolor por la ausencia de su hermano, dicen, todavía está intacto, como el día de la ida.
El párrafo anterior no completa la sinopsis de la vida de Carrió, ni siquiera es un diez por ciento, y parece la síntesis de una novela larga y llena de acción. Ese fue el comienzo. Lo que vino después es devenir público.
Lilita hizo una familia, tuvo hijos, se divorció y se largó a la política con una pasión que no parece de este mundo.
Desde su aparición en el horizonte de la popularidad, entregó diferentes versiones y todas tan suyas que merecen elogios de muchos y enconos de miles.
La vimos engordar y dejarse ver desprolija. Fue duramente mentada por esto, como si las mujeres no tuviéramos permitido que los cambios y crecimientos se vean en el cuerpo, que los sufrimientos y los desvelos no fueran parte del todo. Lilita siguió y ella misma encontró el camino de volver a mostrarse, ya no gorda y abandonada ni como la divina jovencita codiciada por los varones casaderos de su pueblo, sino como la mujer que encontró un camino con riesgos, que cobra peaje por transitarlo. Llevó su condición de católica militante hasta el fundamentalismo y también se la vio cambiar su cruz en el pecho por una menos ostentosa en el momento adecuado sin una sola renunciación a sus convicciones. Aplicó en sus discursos duras imágenes que remitían a tormentas apocalípticas y dolores de parto extenuantes hasta que pudo suavizar su lenguaje sin que dejara de medir la realidad catastrófica. En política fue capaz de enfrentarse con la concepción posibilista de los señores de siempre que abusan de la retórica para justificar cualquier cosa. Ella dice la verdad, que es la única manera de no mentir, aunque a veces la verdad caiga en un terreno en el que nada puede crecer porque nadie puede aceptarla. Y esto tiene un precio. “Está loca”, “es una mesiánica”, “no es confiable”, “déjenla que hable, que se va a caer sola”, “traidora”, se puede escuchar y también se puede sospechar que muchas veces no la escuchan porque sus verdades son incómodas y su lenguaje no lleva la cansina lasitud que muchos necesitan para seguir perteneciendo a una casta protegida.
Lilita va buscando su lugar y sus tiempos. Se da el lujo de mostrar cómo va creciendo como mujer y como política casi en vivo y en directo. Como un signo de la época. Sería bueno saber si ésta no es una metáfora de cómo las mujeres estamos entregándonos definitivamente a las responsabilidades totales de ser ciudadanas completas dentro y fuera de la casa y de cómo es el devenir de nuestra Patria, poblado de cambios, bordes apocalípticos y la necesidad permanente de abandonar la comodidad para enfrentar la realidad.

*Escritora y periodista.