Entre los derrotados del peronismo en versión Lady Cristina, merecen párrafo aparte los izquierdistas que lo apoyan, así como los peronistas que consideran que el peronismo es de izquierdas.
No hablamos de esos políticos profesionales que vagan de un lado a otro, tipo Leopoldo Moreau; tampoco de esos “progres” que fungieron una década de “ñoquis” con altos salarios (pero eso sí: “militando”), sino de gente seria y cargada de buenas intenciones, pero que por razones que psicoanalistas, neurólogos o comprensivos analistas del comportamiento humano desentrañarán un día, decidieron ignorar las señales del camino al infierno. Sarcasmos aparte: que miraron hacia otro lado; que ignoraron datos flagrantes de la realidad.
Las anécdotas sobre amistades y hasta lazos parentales rotos por las admoniciones y el dedito levantado de estos apóstoles son infinitas. Algunas, propias de la irreflexión, sino de la mala fe; otras absurdas y de consecuencias muy dolorosas.
El que suscribe pasa a narrar dos de su propio historial. Días antes de las últimas elecciones, un viejo amigo me envía al celular una ilustración consistente en un lazo fúnebre, con una cifra debajo: “30.001”, en evidente alusión a la desaparición de Santiago Maldonado, cuyo cuerpo sería hallado poco después. Sin entrar en la discusión sobre “los 30 mil”, ya que no venía al caso, me limité a contestarle: “son 30.002; te olvidaste de Julio López”.
Al respecto, la pregunta es: ¿por qué esta irreprochable persona y militante político –me consta– cae en la utilización de información sesgada? ¿Por qué ignora otros datos de la realidad de la misma significación? ¿Por qué asume actitudes y métodos que ha condenado toda su vida?
Otro amigo, compañero de militancia y exilio y alto funcionario internacional, me retiró el saludo, dejó de verme sin la menor explicación, luego de que un día, durante una cena que le ofrecí en casa junto a otros amigos, él dijese que “Néstor Kirchner fue el mejor presidente de la historia argentina” y que yo, mientras le servía unos spaghettis, me limitara a contestar: “puede ser, pero compró un par de millones de dólares utilizando información confidencial”.
Aquí el interrogante es, si cabe, más complejo. ¿Cómo puede alguien de irreprochable trayectoria personal, profesional y política, cerrar los ojos ante la monstruosa corrupción del peronismo kirchnerista? Se sabe hoy, y se sabía entonces, que lo de los dos millones de dólares era una minucia, comparado con todo lo demás. En otro orden: ¿cómo entender la actitud de alguien que corta toda relación con un amigo y compañero de toda la vida, sin siquiera molestarse en discutir opiniones?
Entre los honestos peronistas, más de lo mismo. Hace unos meses, uno de ellos me contradijo públicamente, en un programa de televisión, cuando afirmé que “Perón había creado la Triple A”. Alegó que “no hay documentos que prueben eso”. Pero ¿acaso son necesarios? Además de que Perón había ya anunciado la necesidad de crear “un Somatén”, cuyo significado es “cuerpo de gente armada que no pertenece al Ejército”. ¿Podría López Rega, secretario privado y altísimo funcionario de Perón, “hermano” de la Logia P2 y el hombre que gozaba de la confianza absoluta del general, haber fundado las “Tres A” sin su aprobación o, en el mejor de los casos, su silenciosa tolerancia? Es sencillamente absurdo suponer eso.
A manera de breve y primera explicación para el fenómeno, podría esgrimirse aquello de la necesidad de creer en algo; de alguna fe. Derrumbado el sueño soviético; abandonada la alternativa socialdemócrata por los propios socialistas, aquel Credo quia absurdum; “creo porque es absurdo” de la fe católica, deviene leño al que aferrarse. Eso, políticamente hablando. Respecto a las actitudes personales, la mentalidad estalinista, aquella del crítico o disidente “agente de la CIA”, sigue andando por ahí…
Si no, ¿de qué otro modo entenderlo?
*Periodista y escritor.