COLUMNISTAS
DESAFÍO 2020

De la grieta oficialista

Alberto contemporiza; da muestras discursivas de templanza republicana y conciencia social. Cristina sigue en segundo plano, pero sus discursos y actitudes  son los de siempre: agresividad, narcisismo, demagogia.

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Dupla. Los dichos y los hechos demuestran estilos diferentes de mando. | telam

Los Fernández ya están en funciones; al mando en la grieta política y social. Los dichos y los hechos de su primera semana ratifican que hay también una grieta en el Gobierno, tanto de estilo como de proyectos. Alberto contemporiza; da muestras discursivas de templanza republicana y conciencia social. Cristina sigue en segundo plano, pero sus discursos y actitudes  son los de siempre: agresividad, narcisismo, demagogia y, donde puede, exigencias concretas, como en la provincia de Buenos Aires, a cargo de su delfín Kicillof. El reparto de cargos e influencias acordado por los F es globalmente equitativo, lo que augura conflictos serios en caso de que la grieta oficialista se profundice.

Hay una excepción, nada menor: los asuntos de Justicia. En este punto, los F coinciden en el discurso del lawfare, que no es solo sanata autoexculpatoria, porque nadie negaría que también al tercer poder le caben las generales de la ley del desmadre y la corrupción. Pero ¿a quién podría caberle en la sesera que todos los graves cargos y evidencias que afectan al kirchnerismo y en particular a su primera dama se incluyen en esa definición? Una absolución global, incluso si fuese acompañada de una aceptable reforma de la Justicia, generaría gran repudio, si no desencanto.

Tal como están hoy las cosas en la región, ni el neoliberalismo ni el populismo se libran del activo repudio social de al menos un sector importante y policlasista de la población, ansioso por conjugar republicanismo y mayor igualdad. Esta columna lo ha detallado: (https://bit.ly/2rglYXc).

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Y Argentina no es la excepción: ese “sector social importante” determinó la derrota de Cristina en 2015 y la de Macri en 2019. Ahora, luego de una ejemplar elección y traspaso del poder, se presenta la oportunidad de al menos comenzar a responder a esas expectativas, lo que sin dudas generaría una confortable mayoría, en un marco global de progreso y equilibrio republicano.

Ocurre que el diálogo político es sobre todo una necesidad, sea cual fuera el lado de la grieta que gobierne: “La República Argentina es hoy un país cuasi mafioso. Con excepciones y matices, lo son la política, el sindicalismo, las corporaciones, el Estado y casi todos sus servicios, en particular los de inteligencia y seguridad. También la Justicia está afectada. El todo es un tejido de intereses y complicidades; un paquete mafioso que desvirtúa la democracia representativa, devenida puramente formal. La ética y la moral vigentes pueden resumirse en los cambios de partido, el ‘borocotismo’; en la impune exhibición de riquezas de imposible origen legal; en el nivel del debate político y en el triste ‘roban, pero hacen’”. (https://bit.ly/36WNqs5).

Entretanto, la crisis económica local, regional, mundial, continúa. “El problema, tanto para los nuevos autócratas populistas como para los defensores del republicanismo, sean éstos conservadores, liberales o socialdemócratas, es que el sistema de producción, intercambio y reparto en que las modernas repúblicas asientan sus acuerdos sociales y políticos hoy requiere cambios estructurales. Se trata de un fin de época; por tanto también de un albor, aunque por ahora no reluzca” (https://bit.ly/2sW4xeT).

Y volviendo al país: “…oficialistas y opositores, ¿se sentarán a la mesa a discutir? Esta vez soñar es posible, porque tanto la situación política como la gravedad y urgencia de la crisis lo posibilitan y exigen. (…) ¿Podrá Alberto controlar al kirchnerismo y los pujos de su Reina en ejercicio? (https://bit.ly/2MkmV8l)

Por ahora, la realidad argentina sigue generando muchos interrogantes y ninguna conclusión.

 

*Periodista y escritor.