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Círculos viciosos II

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Lula. Su liberación reaviva conflictos judiciales y agitación callejera. | cedoc

La situación política latinoamericana es hoy un cristal fragmentado país por país, pero con una línea de continuidad que separa a gobiernos neoliberales de gobiernos populistas autodenominados “de izquierdas”.

Con variantes, ambos modelos vienen fracasando en algo que hoy, en tiempos de internet y telefonía celular, deviene la aspiración de crecientes mayorías populares: legalidad republicana, pero también mayor equidad social, basada en un desarrollo económico sustentable y medidas anticorrupción, ya sea estatal, política, sindical o privada. Respecto a esto último, un gravísimo problema en muchos países, ningún gobierno, alianza o partido –Perú es la excepción– pasa de vagas declaraciones, cuando no insiste en el ocultamiento o la paranoia política. En Argentina, es el caso tanto del presidente Macri como del candidato electo Alberto Fernández respecto a los juicios que enfrenta su compañera de fórmula.

Así, en casi todos los países un 30/40% de los votantes oscila del neoliberalismo al populismo, según el gobierno vigente responda o no a esas aspiraciones. En los extremos, 30% de los respectivos adherentes se encierran, unos en consideraciones de clase y otros en sacrosantas banderas nacional-populares que acaban eximiéndolos, cada uno en su estilo, del respeto a los códigos republicanos, éticos y morales.

Del liberalismo en crisis el ejemplo es Chile, un país que desde el fin del pinochetismo fue, junto a Uruguay, el modelo regional de respeto republicano y estable desarrollo económico. Pero a pesar de que la alternancia al liberalismo fue la socialdemocracia y no el desmadre populista, Chile acabó siendo uno de los diez países más desiguales del mundo.

Bolivia es el ejemplo opuesto: un gobierno populista de buena gestión económica y social, que acabó violando sus propias leyes y hasta apelando al fraude para perpetuarse. La declaración de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (Fstmb), previa al pronunciamiento militar-policial que acabó en la renuncia de Morales, lo resume: “Presidente Evo: ya hiciste mucho por Bolivia, mejoraste la educación, salud, le diste dignidad a mucha gente pobre. Presidente, no dejes que tu pueblo arda ni te lleves más muertos por encima, presidente. Todo el pueblo te va a valorar por esa posición que tienes que tener y la renuncia es inevitable compañero presidente. Tenemos que dejar en manos del pueblo el gobierno nacional”(https://desinformemonos.org/bolivia-un-levantamiento-popular-aprovechado-por-la-ultraderecha/).

Círculo vicioso

Es ingenuo o de mala fe negar que la agitación provocada por la ilegal tozudez de Morales en candidatearse y sus maniobras posteriores fueron aprovechadas por la derecha y sus contactos militares, policiales y mediáticos; pero discutir si hubo o no Golpe de Estado no tiene mayor sentido. Morales y el MAS suministraron todos los elementos para las divisiones internas, la agitación popular y las eventuales conspiraciones que acabaron con su gobierno.

Resulta más atinado preguntarse qué hubiera ocurrido si Evo hubiese obedecido las reglas. Un candidato designado por él mismo podría haberle sucedido en elecciones limpias. De perderlas, devendría en fuerte oposición, con buenas perspectivas para la próxima, vistos los fracasos planetarios del liberalismo. Cristina Fernández, que no dejó una herencia en conjunto positiva, sino muy negativa, lo logró en Argentina pocos años después.

El miércoles 13, al escribirse este artículo, la ultraderecha aprovechaba el vacío de poder provocado por las renuncias en la línea sucesoria y el exilio de Morales. Jeanine Añez, una abogada que prometió elecciones “lo más pronto posible” agitando una enorme Biblia, se autoproclamaba presidenta con la aprobación de solo un tercio del Senado, ya que el MAS, la mayoría absoluta, no se presentó. William Kaliman, el jefe del ejército que había “aconsejado” a Morales que renunciase, le colocó la banda presidencial. El Tribunal Constitucional avaló el proceso; así como Donald Trump. El principal apoyo cívico de Añez, Luis Fernando Camacho, el fulgurante líder cívico y empresarial que encabezó a la oposición más dura a Morales, también agita la Biblia y hasta se arrodilla a rezar en actos públicos. Ya lo llaman “el Bolsonaro boliviano”… (La Nación, 12-11-19).

La liberación de Lula en Brasil, al cabo de un manejo judicial esperpéntico de las acusaciones en su contra, torna a plantear allí una situación semejante en conflictos políticos, judiciales y agitación callejera.

En Uruguay, la habitual ejemplar excepción a la regla, es posible que la derecha torne este mes al gobierno democráticamente, en un contexto económico estable.

En este contexto, cabe preguntarse qué rumbo asumirán tanto el nuevo gobierno como la oposición en Argentina, un país que sigue respetando la alternancia, pero donde la caldera social está al borde del estallido.

A falta de síntesis progresista, campo orégano para el evangelismo cívico y/o militar; la derecha pura y dura. Ya lo estamos viendo en varios países de la región.

*Escritor y periodista. Club Político Argentino.