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ANÁLISIS

La reforma laboral que sale o sale

Para Milei, el consentimiento a su propuesta será una conquista, la consolidación sobre un Poder Legislativo esquivo, consagrar un liderazgo.

Javier Milei y su ministro Federico Sturzenegger
Los recortes incluirán vencimientos de contratos en diciembre, eliminación de registros de automotores y privatizaciones pendientes | Prensa Ministerio

Sale o sale, inclusive con bienvenidas de tambores. Del Cinturón de la Reina de Inglaterra, como todo el mundo sabe, el diamante mas preciado es el Cullinan (Gran estrella del África). Supera al resto de las joyas de la Corona. Para el Gobierno de Milei, esa británica piedra preciosa resulta hoy comparable a la reforma laboral que pregona, incrustada en un cinto polìtico con otra media docena de proyectos (aunque el Presupuesto supera en kilómetros la importancia de la modernización de las relaciones entre patrones y trabajadores). Pero esa gema dominante, incluida en las sesiones extraordinarias a concluir este fin de año, se ha convertido en prioridad oficial y más de uno supone que la suerte futura del Gobierno depende de la aprobación de esta ley, cuyo vasto contenido pocos seriamente han examinado y dudan inclusive de que su vigencia transforme revolucionariamente la economía del pais, sea en materia de inversiones, mayor empleo, actividad y, sobre todo, transparencia laboral.

Ha crecido el fenómeno de la ecofrasia (repetir lo que otros dicen) en las Pymes, las grandes compañías, las multinacionales, el mercado y hasta en Wall Street, donde adhieren a la magia de un elixir legislativo que salvara al sector empleador de las contingencias negativas de la economia. Apenas van a ganar más. O a perder menos. Aunque habrá que coincidir en que la futura norma sobre el trabajo será una mejora a las condiciones actuales, luego de décadas de dormidera (en materia de litigiosidad y gastos en estudios jurídicos).

Pero la sanción de la norma interesa mucho más por razones políticas que sociales o empresarias. Vale substancialmente más por ser aprobada en el Congreso que congelada en el recinto. Ni hablar de un rechazo. Para Milei, el consentimiento a su propuesta será una conquista, la consolidación sobre un Poder Legislativo esquivo, consagrar un liderazgo: por algunos minutos habra reverencias, bombas de estruendo. Más si alguien con memoria recuerda la explosión subterránea que produjo en el gobierno de Raul Alfonsín la negativa para aprobar la llamada Ley Mucci (por el ministro de Trabajo de entonces), tropezón legislativo que descuartizó por un voto la estabilidad del inicio, el vaporoso triunfo electoral del radicalismo y el propósito de desmontar un pudiente aparato sindical que dominaba al peronismo. Más que una pérdida de virginidad fue el ingreso a una casa de citas, por lo menos hasta que llegó el Austral.

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El Gobierno ajusta el proyecto final mientras negocia votos claves

De ahí que ahora para el Presidente sale o sale. Es clave, una ilusión, tiempo ganado a la probable decepción. Y cuenta, a su regreso del fútil viaje a Oslo, con una promesa o garantía: cinco gobernadores —Córdoba, Martín Llaryora; Catamarca, Raúl Jalil; Tucumán, Osvaldo Jaldo; Santa Fe, Maximiliano Pullaro y Salta, Gustavo Saenz— ya habrían comprometido el visto bueno para que sus representantes levanten la mano con disciplina militar, tal vez porque la nueva norma también les sirva de instrumento para manejar sus distritos. No son los únicos jefes provinciales alineados. Sale o sale este mes por el Senado, y se confirma en febrero en Diputados. Hoy en la Cámara Baja requiere 129 legisladores y ya dispone de 133. Difícil que se altere la ecuación.

Inclusive, debido a una prevención del propio Milei, quien para no herir a los sindicatos, como ya se informó en esta columna, hará pasos de minué para conservar históricos aportes y otras contribuciones solidarias a favor de los gremios. Una pavadita de 600 millones de pesos. Caro el chupetín, diría el círculo rojo. Pero el mandatario no quiere excluir a estas organizaciones, menos habilitar el acceso de otros modestos sindicatos que se deslizan entre el peronismo combativo y el trotskismo. Alerta, como en los viejos tiempos, desea mantener algunos de sus cuadros dialoguistas que, en esta ocasión, han sido laboriosos negociadores. De Armando Cavalieri (Mercantiles) a Gerardo Martínez (Construcción) o el sempiterno Andrés Rodríguez (UPCN). Mientras, toma distancia, o ellos toman distancia, los extenuados José Luis Lingeri y los Daer, quienes quizás vuelvan nostálgicos a sus orígenes de izquierda ortodoxa. Aunque el paso de los años ya no da para esos experimentos, y algunos suponen que jubilarse a los 90 años no viene mal.

Dispone Milei de pista libre en la fotografía actual, sale o sale el producto gigantesco que elaboró Federico Sturzenegger, quien en estos días ejerce docencia sobre militantes y funcionarios en torno a la ventajas de su obra. Un articulado al que firmará sin compartir del todo el final: algunos de sus términos quedaron afuera. Es la política, esa misma herramienta de consuelo o negociación que ni siquiera se contemplaba antes de las elecciones: la posibilidad de que la reforma laboral se discutiera en el Parlamento, fuese en Navidad o en el año próximo. Claro, porque el Presidente perdía, según las encuestas que hasta el propio Gobierno encargaba. Hubo un pacto o un milagro. Hoy se dio vuelta el bolsillo a esa desazón y cierto exitismo colectivo le concedió a la futura ley laboral un vector económico cuya dimensión se desconoce, seguramente menos grandiosa de lo que se anuncia. En cambio, en lo político, al Presidente se lo engrandece, sea porque habrá voto a favor, a ciegas o medio tuerto, debido al sometimiento de los hombres del interior, la orfandad de una oposición sin contenido ni jefes, o por las asistencias de la Administración Trump, que no solo demanda la modificación del vetusto cuadro laboral. Nada nuevo.