Aborto legal, no; pedofilia, sí”. Un humorista político podría satirizar de ese modo la monstruosa mezcla de falso virtuosismo, pudibundez e hipocresía con que la Iglesia Católica oculta lo que ha ocultado durante siglos y hoy, en tiempos de liberación sexual e igualdad de géneros, le estalla por todas partes.
La condena en Argentina de los sacerdotes Horacio Corbacho y Nicola Corradi a 45 y 42 años de prisión por violaciones a niños discapacitados en el Instituto Próvolo de Mendoza resume la actitud del Vaticano. Dos días después de la sentencia, pidió “perdón” por los delitos sexuales cometidos, pero “a la vez negó que los sacerdotes hayan sido encubiertos por la Iglesia o que esta se haya negado a colaborar con la Justicia” (Clarín, 27-11-19). El cinismo y la hipocresía de esa negación rondan la estupidez. Es público que el cura Corradi había sido acusado de abusos en el Instituto Antonio Próvolo de Verona, Italia; que no fue juzgado, sino simplemente trasladado al Instituto ídem de Mendoza, previo paso por el ídem de La Plata, donde también enfrenta acusaciones que el arzobispo local, Héctor Aguer, niega. “Aquí no ocurrieron esas cosas”, dijo. ¿Acaso Corradi habrá sido trasladado a Mendoza para respirar un aire más puro?
Por estos mismos días, un informe de la ONG británica Child Rights International Network (CRIN) dio cuenta de 1.059 denuncias en apenas cuatro países latinoamericanos: 550 en México; 243 en Chile; 137 en Colombia y 129 en Argentina. El Toledo, España, un sacerdote era procesado por “abusar cuatro años de una menor” (El País, 20-11-19). Una semana después, “Gustavo Zanchetta, ex obispo de Orán –Argentina– y muy cercano al Papa, está a un paso de ir a juicio oral por presunto abuso sexual contra dos seminaristas (…) el prelado había abandonado de forma imprevista su diócesis en 2017 y recolocado por Francisco en uno de los órganos clave del Vaticano” (El País, 28-11-19). Algo similar a lo que la Iglesia había hecho con Corradi y que Francisco toleró, ya que “había sido avisado en 2014 de que el religioso dirigía un centro similar en Argentina”(https://www.infobae.com/america/agencias/2019/11/26/argentina-condena-a-curas-abre-duda-sobre-reaccion-del-papa/).).
En fin, se podría seguir aportando pruebas de la infamia. Después de detallar los delitos en los que la Iglesia Católica está envuelta –pedofilia, financieros, hasta criminales–, esta columna se preguntaba: “La Iglesia, altamente sospechada de delito organizado, ¿no debería ser investigada por la Justicia, local e internacional?”(https://www.perfil.com/noticias/columnistas/delitos-vaticanos.phtml) y (https://www.perfil.com/noticias/columnistas/delitos-vaticanos-2.phtml).
En cuanto a la legalización del aborto, hace un año el “progresista” Francesco lo “calificó de ‘moda’ y dijo que es ‘lo mismo que hacían los nazis para cuidar la raza, pero con guantes blancos’” (https://www.perfil.com/noticias/columnistas/miserias-vaticanas.phtml). Ahora, ante la posibilidad de que el peronista Alberto Fernández legalice el aborto en Argentina, el peronista Francesco nada ha dicho, pero el Episcopado se apresuró a confirmar “el compromiso irrevocable del Santo Padre con la defensa de la vida desde la concepción hasta la muerte natural” (Clarín, 26-11-19).
En fin, todo indica que aumentarán los procesos judiciales. Algún día se generalizarán las denuncias de monjas –ya hubo algunas– sobre abusos diversos, de los que existen antecedentes para no dudar. La crisis de fieles y vocaciones, ya grave, se agudizará.
Y es inevitable volver a preguntarse aquí por la apatía progresista y en particular del feminismo, católico o no y con las excepciones del caso, ante este monstruoso escándalo. “El Vaticano no quiere dialogar sobre género: un reciente documento (…) elude las investigaciones científicas sobre sexualidad” ((https://www.perfil.com/noticias/columnistas/iglesias-y-generos.phtml).
*Periodista y escritor.