El doctor Tabaré “el Perro” Vázquez ha decidido ir dejando gradualmente la atención de sus pacientes con cáncer para dedicarse a completar la nómina de quienes serán sus colaboradores a partir de su asunción como presidente del Uruguay, en reemplazo de José “Pepe” Mujica. Y a repartir las designaciones entre las diferentes corrientes que conforman el Frente Amplio. De especial interés para nosotros los argentinos es el nombre del nuevo canciller, Rodolfo Nin Novoa, quien reemplazaría a Luis Almagro (del Movimiento de Participación Popular de Mujica). Novoa, un hacendado moderado, ya ha insinuado un rasgo de su política hacia la Argentina al comentar a un periodista que la solidaridad hacia el reclamo sobre las Malvinas –en particular el rechazo a buques con pabellón de las islas en puertos uruguayos– debería ser compatible con el uso del puerto de Montevideo para el comercio exterior argentino. El antiguo “toma y daca”, en versión oriental.
Mientras Vázquez celebra la victoria con los “gurises” en la sede de su club, El Arbolito, seguramente muchos veteranos uruguayos rememorarán el origen nacional de Mujica y su temprana adhesión a los ideales de su legendario Luis Alberto de Herrera, así como su inclinación por los ideales federalistas y artiguistas con los que comulgaban tanto aquel líder como el abuelo materno (Cordano) del Pepe.
El Frente Amplio, en particular la corriente del doctor Vázquez, no se ciñe a las características de aquellos orígenes, inspirados en las figuras de Aparicio Saravia y Enrique Erro, y que constituyeron la médula de un partido que entonces se llamaba Nacional y hoy se denomina Blanco (ruralistas, del Uruguay profundo) pero que está bien lejos del nacionalismo popular que nutrió los primeros sueños juveniles del Pepe.
Cuando mencionan afinidades entre agrupamientos argentinos y uruguayos, políticos y periodistas afines suelen usar una versión taquigráfica de la realidad diciendo que los blancos son más cercanos al peronismo.
Hay en Vázquez, jefe de la corriente moderada del Frente y menos cercana a esa comparación, una distancia hacia la Argentina, una voluntad de superar la asfixia que el vecino, tan próximo y pesado, provoca a la política exterior charrúa. Probablemente, Tabaré buscará saltar por sobre la valla del Mercosur (sin ignorarlo) y negociar acuerdos comerciales bilaterales con países extrarregionales, a la vez que construir, con los sudamericanos del Pacífico, relaciones más nutritivas.
Si alguna diferencia vis à vis de la Argentina habrá entre las gestiones de los dos dirigentes, será la ausencia de un cierto “hábito argentino” de Mujica, no sólo criado en un ámbito arraigado en Carmelo y en Colonia, donde las dos riberas están más cerca, sino también habituado a manejarse “por señas” con mucha militancia de los años 70 que aspiró a iguales futuros de un lado y del otro del río “de sueñera y de barro”.
Sobre aquel pasado, sobre la iridiscencia histórica de Artigas en su exilio en Asunción, sobre el Frente Guazú, comandado por el presidente Lugo, un hombre desalojado de su mandato con la falta de escrúpulos que caracteriza a los canallas, cavilará don José Mujica. La chacra de Rincón de los Cerros será el ámbito focal de un hombre inusualmente íntegro. Concepto (el de integridad) que no congenia con el depuesto dictador Mubarak de Egipto, el perenne militar que debió dejar su cargo luego de que las multitudes se negaran a abandonar la plaza Tahrir y llenaran las calles de El Cairo clamando por libertad, democracia y solidaridad.
Una vez conseguido el fin de la dictadura, los ganadores de la pulseada popular y callejera se dividieron en dos grandes grupos cuyas divergencias se ahondaron hasta anular la posibilidad de conformar una coalición. Por un lado, los Hermanos Musulmanes, quienes desde hacía más de treinta años venían ejerciendo un apostolado de asistencia social eficaz entre los más humildes, rodeado de un envoltorio de severa devoción islámica. Por el otro, la joven intelectualidad de clase media y media alta, con ansias de modernidad y poco afecta a los integrismos religiosos, a la que se adicionaba una masa de mujeres y hombres hartos de un régimen congelado alrededor de una casta militar, burocrática e industrial que dominaba los grandes flujos de riqueza a través de una madeja de parientes, amigos y siervos que hacía imposible toda mejora económica y social.
La torpe gestión de los Hermanos Musulmanes desde la elección de Mohamed Mohamed Mursi Isa al-Ayyat (Morsi), su intolerancia y la nada velada intención de hacer entrar el integrismo y sus cerrazones a un gobierno que rápidamente empezó a replicar la fisonomía grotesca y fanática del régimen destronado, contribuyeron a que los Hermanos ofrecieran a los numerosos clanes depuestos la coartada perfecta para regresar con otro líder militar, que representara la “cordura” del pasado y garantizara que Egipto no se deslizara hacia una versión mediterránea de Irán.
Apostando al miedo que supieron inspirar los Hermanos Musulmanes entre los jóvenes intelectuales y profesionales y los modernizadores azorados por la posibilidad de que una cleptocracia militar fuera sustituida por un régimen de fanáticos que les cerraran más puertas hacia el futuro que los primeros, el mariscal Abdelfatah Said Husein Jalil Al-Sisi (Sissi) habló con Washington y Ryad y volvió a encauzar las cosas para que todo siguiera igual aunque con otra cara. ¿Lampedusa, Il Gattopardo?
La última escena del último acto de este drama en tres la personifica el juez cairota que decide excarcelar a Mubarak y absolverlo de toda responsabilidad por la muerte de 239 manifestantes en 2011. En cuanto a los cargos de corrupción que se le imputaban por ventas de gas a Israel, el magistrado dijo que ¡había pasado demasiado tiempo!
Sospechas de irregularidades en la declaración de bienes del futuro canciller de Uruguay, acusaciones robustas de corrupción al ex dictador egipcio Mubarak desvanecidas, efluvios de corrupción en Rusia, hoy en un brete estratégico decisivo. He ahí lo que abordaremos la semana próxima, por su prioridad en la agenda mundial.