El diario El Argentino Zona Norte recoge esta semana una peculiar denuncia. El actor Damián Quilici se presentó a un casting y el trabajo resultó ser fingir ser obrero mientras Vidal recorría las obras en un puente. Le preguntaron si tenía problemas en aparecer con la gobernadora y pese a que sí, a que tenía problemas, más problemas tenía en perderse la guita del conchabo. Así que se vistió de obrero para la farsa mediática.
Pero el actor era demasiado bueno o encarnaba demasiado bien el papel o lo reconocieron de la película Pibe chorro, el documental de Andrés Testa que despertó la polémica el mes pasado al ser censurado en Rosario. El asunto es que no lo eligieron. Es arduo entender el porqué. Si todos ya sabemos que es publicidad, ¿por qué no pueden ser actores reconocidos los que hagan de obreros, jubilados, familias amorosas encantadas con el pensamiento de Cambiemos? ¿No tendría más impacto publicitario ver directamente a Darín vestido de mameluco sonriendo sin texto a los discursos entusiastas del Gobierno?
En todo caso, Damián Quilici contó su aventura trunca en Facebook y se lo censuraron. Claro que Facebook no ejerce censura: simplemente te explica que ante las denuncias recibidas te anularán la cuenta si no borrás el posteo. Una autocensura inducida, mecanizada, sin verificar las razones de las partes en disputa.
La pregunta es: ¿quién hace estas denuncias? ¿Es gente muy crédula o simplemente muy jodida? ¿O es una vez más la bandita de trolls, financiada antes que los puentes, las obras, las represas, para hacer creer que pasan cosas que no pasan?