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¿De qué lado caerá la moneda cambiaria?

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Claves. Lagarde y Dujovne acordaron subastas. El Central necesita agrodólares. | Cedoc Perfil

Se le atribuye al emperador Julio César el dicho romano “divide y triunfarás”, que luego fue aggiornado por Maquiavelo en el concepto “divide y reinarás”.
En nuestro país, dicha frase se podría adaptar de la siguiente manera: “controla el dólar y reinarás”, ya que la estabilidad del mercado cambiario y las condiciones de gobernabilidad han estado estrechamente vinculadas en las últimas décadas. De hecho, dicho lema está más vigente que nunca en este año electoral, ya que la estrategia económica del gobierno de Macri apunta a “controla el dólar y reelegirás”.
Tras la estabilización del frente cambiario lograda a fines del año pasado gracias al segundo acuerdo negociado con el FMI, el Ejecutivo tomó varias decisiones que terminaron de definir la trayectoria económica de cara al proceso electoral.
En primer lugar, el Ejecutivo implementó fuertes subas de tarifas al inicio del año para reducir al máximo posible el gasto en subsidios y pagar el costo político lo más lejos posible de los comicios (esperando que se diluyera con el correr del tiempo). Esta decisión encaminó el cumplimiento de la meta fiscal de equilibrio primario en 2019, pero generó, junto con el shock del precio de la carne y la elevada inercia, un nuevo brote inflacionario. La suba de precios rozará el 15% en el primer cuatrimestre del año, lo que equivale a una suba promedio del 3,5% mensual.
La elevada inflación del primer cuatrimestre del año pospuso la recuperación del salario real, variable clave para lograr antes de las elecciones una reactivación palpable para la mayoría de la población. Además, el timing de la aceleración de los precios y el shock de la carne en particular complican las negociaciones paritarias que se realizan mayormente en el segundo trimestre del año.
Los reclamos de ajustes nominales de salarios serán muy elevados por la brusca caída del poder adquisitivo de 2018 y por la elevada inflación de los primeros meses del año. Pero enfrente, ni el sector público (por austeridad fiscal) ni las empresas (por caída de rentabilidad) pueden otorgar aumentos significativos a sus empleados. Un resultado posible es que se terminen convalidando aumentos salariales elevados que se trasladarán a precios acelerando la carrera salarios-precios.
La segunda decisión trascendental fue alinear todas las herramientas disponibles para llegar a las elecciones con estabilidad cambiaria. Si esto se logra, la inflación descendería en la segunda mitad del año y el salario podría mejorar en términos reales, reduciendo la pesada carga de la mochila económica de cara a las elecciones.
La apuesta por atrasar el tipo de cambio se ve en el ritmo de ajuste del piso y el techo de la zona de no intervención (ZNI) establecida por el BCRA. En el cuarto trimestre del año pasado, el ajuste de las bandas fue del 3% mensual, frente a una inflación promedio mensual del 3,7%. En los primeros tres meses de 2019, el ajuste mensual establecido para la ZNI fue del 2% promedio frente a una inflación del 3,5% promedio mensual. Por último, las autoridades anunciaron un ajuste mensual de las bandas de 1,75% para el segundo trimestre, frente a una inflación proyectada para dicho período del 3% promedio mensual.
Pegar la cotización del dólar al piso de la ZNI para lograr una apreciación del tipo de cambio real es una estrategia arriesgada bajo el actual esquema cambiario y en medio de un proceso electoral. El principal problema es que la banda cambiaria es demasiado ancha (30%) y las herramientas del BCRA para operar dentro de la ZNI son muy acotadas (suba de tasa y restringidas ventas de dólar futuro). En la práctica, el BCRA viene endureciendo cada vez más la meta de base monetaria respecto de lo inicialmente acordado con el FMI, con el objetivo de elevar la tasa de interés hasta estabilizar el mercado cambiario. Esto potencia el sesgo contractivo de la política monetaria, pero no queda claro aún si alcanzará para evitar la dolarización de activos preelectoral.

Divisas. La última novedad en el frente cambiario es que el Tesoro ha logrado que el FMI le permita vender entre abril y noviembre US$ 9.600 millones en subastas diarias por US$ 60 millones. El abultado monto (que debería guardarse para pagar compromisos en moneda extranjera en 2020) asegura una mayor oferta de divisas a la administración Macri. Sin embargo, luce acotado para una jornada: si las presiones cambiarias aumentan, es probable que los exportadores no liquiden sus divisas, provocando la depreciación del peso pese a la venta diaria de US$ 60 millones del Tesoro.
Vale destacar que el BCRA podría vender US$ 150 millones diarios si el tipo de cambio supera el techo de la ZNI, elevando el poder de intervención del sector público (US$ 210 millones por jornada). Sin embargo, si el dólar perfora el límite superior de la banda, estaríamos en un escenario en que el tipo de cambio ya habría pegado un salto significativo (hasta 30% entre puntas), generando un nuevo brote inflacionario antes de las elecciones. En este contexto, las chances de reelección del oficialismo son magras.
Por suerte, esta semana la Reserva Federal anunció que no subirá este año su tasa de interés, sacándoles presión a las monedas emergentes (incluido el peso argentino). De esta forma, la persistencia de la calma cambiaria dependerá mayormente del frente interno.
En síntesis, las principales fichas económicas están jugadas a la estabilidad cambiaria. Y el Ejecutivo necesita que la moneda que lanzó al aire caiga del lado correcto. Lamentablemente, la historia económica argentina muestra que la probabilidad de que la moneda caiga del lado del dólar es mayor.

*Director de Ecolatina
(@lsigautgravina)

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