El kirchnerismo sufrió un duro revés. El resultado electoral marca un límite a su hegemonismo, a su omnipotencia imaginaria, confirmando indicadores y percepciones de los últimos tiempos. Después de un período de bonanza económica, que abonó la comparación con las penurias traumáticas del 2001 y del impacto por la muerte de Néstor Kirchner, la falta de soluciones a los reclamos sociales fue poniendo más en evidencia las contradicciones entre el relato y los hechos.
La economía sinceró lo que el discurso presidencial ocultó. La disparada de los precios de los alimentos constitutivos de la canasta habitual en un país cuya capacidad de producción supera ampliamente a las necesidades de consumo de su propia población, ha tenido indudable incidencia en el resultado electoral. La afectación de la vida cotidiana por esa inflación largamente negada, los sentimientos de indefensión social derivados de la llamada “inseguridad” y de la impunidad del narcotráfico, la soberbia oficial generadora de violencia subjetiva, fueron socavando las expectativas y la confianza de amplios sectores hacia el gobierno.
La "década ganada" se desguaza en múltiples medidas que nada tienen que ver con una supuesta épica que se apropió y distorsionó históricos anhelos de recuperación nacional y de verdadera vigencia de los derechos humanos y populares. Megaminería a cielo abierto, Chevrón, Milani, ley antiterrorista, represión de la protesta, pago “serial” de una deuda externa fraudulenta que se autorreproduce, negociados corruptos en el transporte que dieron lugar a reiteradas tragedias en el ferrocarril, fueron desnudando el andamiaje del proyecto de poder del kirchnerismo.
A la manera de un rompecabezas que no logra recomponerse, atravesado por luchas intestinas, irrumpen en el oficialismo síntomas que develan las simulaciones: un candidato a diputado, hijo de desaparecidos, que se expresa en los términos de su apropiador, un vicepresidente consistentemente sospechado de negociados al que intentan esfumar durante el obligado ejercicio de la suplencia presidencial. Emergencias sintomáticas de alto valor simbólico que debilitaron más aún al kirchnerismo. No obstante, sería un grave error subestimar su poder real.
Por otra parte, los candidatos de otras fuerzas que hoy han tenido ex- presión ampliamente mayoritaria, han hecho promesas sin proponer proyectos concretos que permitan afrontar los difíciles desafíos de la coyuntura a favor de la resolución de necesidades populares insatisfechas. Su trayectoria, ligada a otros sectores dominantes, tampoco augura ninguna ruptura instituyente con los factores de poder.
Un indicador importante en estas elecciones es el crecimiento significativo de distintas voces opositoras, que por izquierda y en diverso grado y medida, son caja de resonancia de demandas de cambios profundos a favor de los trabajadores y de las mayorías populares. Sigue siendo necesaria, como asignatura pendiente, la construcción de un espacio común que apuntale, profundice y amplíe sus posibilidades y abra cauce en el plano político a lo que se expresa en movimientos sociales en defensa de derechos básicos, como vivienda, trabajo, educación, salud.
En una situación más favorable, nos esperan tiempos difíciles, momentos complejos.
La resolución de los problemas que nos afectan, requieren un cambio de rumbo económico y político. Para hacerlo posible, es necesario el desarrollo de prácticas sociales que se puedan ir articulando en acción política. Esto implica el cuestionamiento de ciertos fundamentos que se han instalado como premisas indiscutidas. Se ha inducido a absolutizar el carácter representativo de la democracia. Sin embargo la experiencia histórica demuestra que el verdadero ejercicio democrático y transformador no lo es sólo por representación. Requiere correspondencia con el protagonismo directo y sin de- legación en la defensa de los derechos populares. Este es uno de los desafíos hacia el futuro.
(*) Médica psiquiatra-psicoanalista. Integrante de Plataforma 2012.