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Derecho al olvido

Rafaelspregelburd150
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Qué fuerte suenan las palabras. En fin; por eso son palabras y no ruido. Gente seria en Bruselas planea un reordenamiento de la privacidad de las redes sociales. Se ha decidido llamar “derecho al olvido” a la facultad de exigirle a empresas como Facebook que borren todos los datos de los europeos al darse de baja del servicio.
¿Qué connotaciones tendrá el nombre en lengua flamenca? ¿Por qué llamar “olvido” al darse de baja? Y por fin: ¿qué cosa es el olvido? El usuario que se despide de ese mundo de roce y toquecitos, ¿se despide al grito de “olvídense de mí”? ¿O simplemente dice “me voy y no me usen”?

“Olvido” nos suena raro. El derecho al olvido hace que estos flamencos parezcan fofos burócratas organizando la entrada y la salida de la burguesía de un parque de diversión virtual pero persistente. Esta comisión en Bruselas –si la radiación japonesa permite aún la vida– exigirá también la “privacidad por defecto” (otra frase que mueve a risa), que evitaría el uso de datos de los comunitarios para cualquier otro objetivo que fuere más allá de los especificados. ¿Qué uso diferente del especificado (ver, leer, responder, etiquetar, promocionar) pueden ejercitar las empresas con la información “privada” de millones de personas que han decidido hacer “pública” esa misma información? Si los usuarios celebran cada vez que alguien copia pedazos de su “muro” (¡otra palabra que se las trajo!), ¿por qué se enfadarían cuando alguien con atributos de empresa utilizare esos píxeles y letras? ¿No era el plan de los propios usuarios someterse a ser usados, compartidos, mimados, gozados, afrentados, seducidos, disuadidos, masturbados por una sociedad que abarcaría virtualmente la orbe entera?

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Mientras Bruselas estudia cómo salir sin daño de la red, yo decido entrar. Descubrí que mi nombre no es marca registrada y que cualquiera pudo abrir una página que se llama como yo. Lo que no me queda claro es para qué lo hizo. ¿Es Facebook un álbum a ser completado, y si te falta una figurita te es permitido dibujarla en ese espacio ominosa y burlonamente en blanco? ¿Sacian las redes un deseo inevitable, mamífero, de completitud?