COLUMNISTAS

Descrispación

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A UN MES DE LA MUERTE DE KIRCHNER los carteles de sus partidarios destacan su fogosidad.

¿Hay un viraje en la conducción económica del Gobierno tras la muerte de Néstor Kirchner? ¿Indica algo que con pocos días de diferencia se anuncie la participación del FMI en la solución del problema del Indec, el nuevo acuerdo con el Club de París, que la Presidenta diga que hay que acabar con la industria de los juicios por accidentes laborales, que haya reclamado a los sindicatos que frenen los bloqueos a empresas y promovido con insistencia un pacto social?

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Con Néstor Kirchner vivo, igual hubiera sido imprescindible para el Gobierno poner algún techo el año próximo a los sindicatos. Por ejemplo, si las paritarias tuvieran 30% de aumento, la mayoría de las pymes que exportan y/o compiten con productos que se puedan importar se tornarían inviables. Con un dólar más o menos estable, no pueden absorber aumentos de sueldos en dólares del 20% anual durante dos años seguidos. Y si el resto de las empresas trasladara 30% de aumento en pesos a los precios internos, el riesgo de que la inflación se recalentara aún más sería altísimo.

Con Néstor Kirchner vivo, también se hubiera tenido que llegar a algún entendimiento con el FMI porque se esperaba la condena pública a la Argentina por su manipulación estadística en la próxima reunión de ese organismo. Y lo mismo con el Club de París: ya era insostenible que la Argentina participara del G20 y no resolviera la deuda con los otros Estados miembros.

Pero si no alcanza para hablar de un cambio de políticas (como tampoco alcanzaría si se liberara la exportación de trigo, otra medida que como las anteriores impone el sentido común más allá de cualquier ideología), sí se puede hablar de una forma distinta de comunicar. Un trago amargo como la participación del FMI en el Indec fue anunciado por el Gobierno con naturalidad, mientras que Néstor Kirchner hubiese buscado alguna cortina de humo que disfrazara el verdadero sentido de la decisión y permitiera mantener la percepción de confrontación.

A un mes de la muerte de Néstor Kirchner, se percibe una distensión generalizada en el Gobierno. Apelando a la gastada palabra de los últimos años, se está produciendo una “descrispación” cuyo mayor beneficiado es el propio oficialismo, que al mostrar un rostro más tranquilo puede cosechar la adhesión de los moderados sin perder el apoyo del ala izquierda, cuya fidelidad permite absorber elogios a los empresarios, acercamientos con el FMI y pagos al Club de París, lo que permite a Cristina Kirchner cumplir las expectativas con las que fue electa de una conducción más ordenada, prolija o normal.

Descomprimir potencia las posibilidades electorales del oficialismo. De la misma forma que despolarizar la política reduce las chances de la oposición como lo muestra la fragmentación del liderazgo en la UCR. Mientras había sensación de triunfo, las diferentes líneas se cohesionaban, mientras que al diluirse esa posibilidad, emerge el sálvese quien pueda, cumpliendo en parte el teorema de Baglini. El cachetazo de Camaño y la poca vida de las denuncias de coimas para aprobar el Presupuesto serían efecto de la misma situación
Una despolitización de la vida cotidiana tiende a favorecer a quien marcha primero en las encuestas, más aún si se trata del oficialismo. También un eventual cambio de temperamento, que baje los decibeles del Gobierno reforzaría el perfil propio de la Presidenta porque, así como en 2007 era improbable esperar que dentro de una sociedad político-conyugal Cristina Kirchner pudiera diferenciarse de su marido, hoy lo más probable sería lo opuesto, ya que la falta de uno de los componentes de ese binomio debería alterar el equilibrio anterior generando un lógico corrimiento.

¿En qué dirección iría ese eventual corrimiento? La lógica indica que quien va perdiendo tome riesgos y quien va ganando los evite. Salvo que se trate de alguien como era Néstor Kirchner, habitado por un fuego interior independiente de los estímulos de la realidad exterior, atributo que sus partidarios destacaron como virtud en el afiche que se reproduce en esta columna: “Imposible apagar tanto fuego”, pero que ya había comenzado a ser un lastre para el Gobierno, cuya imagen se ve beneficiada por la desaparición de su líder y la “descrispación” que eso produjo.