No sé si fue por machirulo que nuestro Presidente habló, como habló, de las locuras de Cristina Kirchner. Nuestro presidente se jacta, bien lo sabemos, de carecer de ideología política: lo juzga una antigualla, se muestra prescindente, pretende que no tiene, insiste en que no usa. Es raro ufanarse de eso, de andar así: sin ideas firmes; pero está visto que a mucha gente esa tesitura le agrada. Ya se ha dicho, por supuesto, que la negación de las ideologías es por sí misma ideológica; ya se ha dicho que el pragmatismo no es sino una ideología más. Pero esa renuncia al pensamiento organizado, el desistir de la ideología, ha prendido pese a todo, y suscita gran adhesión (es otro de los grandes aciertos comunicacionales del gobierno nacional).
¿Cómo se supone que transcurre una política, expurgada de toda ideología? Se presenta como un puro hacer. Macri mismo se presenta así a menudo, ansioso por ponerse a hacer; lo fastidia perder el tiempo en palabras, hablando o reflexionando. Pero al hacer, a lo que se hace, ¿cómo se lo concibe, cómo se lo legitima, cómo se lo justifica? Macri tiende a resolverlo así: diciendo que lo que hace es “lo que había que hacer”. No contempla alternativas, elección, sopesamientos; “no había otro camino” es una frase que repite mucho. El suyo no es un jardín de senderos que se bifurcan, es jardín de un solo camino, que no se bifurca jamás.
A todo lo que no es eso que hace, eso que hizo, eso que hará, él suele denominarlo “locura” (y a veces también “Venezuela”). Pone pues de un lado lo suyo, “único camino”; y pone del otro lo de los demás: “locura”. ¿Lo hace por machirulo? Entiendo que no. Si así fuera, lo haría solamente con las mujeres, y no es el caso. Y si así fuera, hallaríamos algo distinto (y no lo hallamos) en Gabriela Michetti o en María Eugenia Vidal. De cuyas ideologías políticas, dicho sea de paso, se habla por cierto muy poco.