Jóvenes vestidos de negro enfrentándose con la policía son un elemento común en diversas manifestaciones callejeras de Europa, Egipto y Brasil. Los Black Bloc surgieron en Alemania occidental a principios de 1980, como una forma de protestar por la amenaza de los misiles atómicos estadounidenses y la brutalidad policial en el desalojo de los ocupantes ilegales. Adquirieron notoriedad en Seattle (1999) durante las protestas antiglobalización en las reuniones de la Organización Mundial del Comercio. En El Cairo y Alejandría (2013) reaparecieron para conmemorar el segundo aniversario de la revolución que expulsó al presidente Hosni Mubarak del poder.Bloquearon puentes, agitaron enormes banderas negras, cuidaron los accesos a la plaza Tahrir, y se unieron a miles de manifestantes en los enfrentamientos con la policía.
El uso de las redes sociales, y en particular de Facebook, ha tenido mucho que ver con el resurgir mundial de este movimiento.Un estudiante egipcio de ingeniería, de 20 años de edad, entrevistado por Jared Malsin, explicó que los activistas estaban buscando nuevos medios de defensa después de la agresión sufrida en diciembre de 2012. En ese momento partidarios de la Hermandad Musulmana atacaron una sentada de opositores al gobierno. “Tuvimos que organizarnos.Los activistas habían visto en Internet manifestaciones Black Bloc europeas y comenzaron a extender la idea de aparecer en Facebook”. Una página de Facebook, con 66.000 adherentes, fue completamente reformulada con las consignas Black Bloc e imágenes de máscaras negras.El eslogan fue: “¡Prepárate para el infierno!.”
En Brasil las marchas iniciadas en junio de 2013 –con páginas Black Bloc convocando en Facebook “contra la opresión y por la educación”- parecen indicar que la desocupación juvenil y la nueva era digital son el poderoso cóctel de las protestas sociales. Esto no resulta extraño en un país donde, según el Instituto Igarapé, el 89% de los usuarios de Internet se comunican a través de la plataforma Facebook. Lo que comenzó como protestas a pequeña escala contra las tarifas del transporte público provocó un movimiento nacional que puede continuar durante el mundial de fútbol de 2014. Cuando el papa Francisco visitó Brasil manifestó conocer el drama de los jóvenes sin trabajo en todo el mundo: “corremos el riesgo de tener una generación que nunca ha tenido trabajo y del trabajo sale la dignidad de la persona”, advirtió.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) en un reciente estudio señala que “unos 73 millones de jóvenes están desempleados a nivel mundial y es probable que la desaceleración en la actividad económica empuje a otro millón al desempleo para 2014. Se estima que la tasa de desempleo juvenil –que había aumentado hasta 12,6% en 2012- incrementará hasta 12,9% para 2017”. El desempleo juvenil sigue siendo más alto en Medio Oriente y África del Norte. No por casualidad este dato coincide con el surgimiento de la joven revolución política -“primavera árabe”- que derrocó regímenes gobernantes durante décadas. Mientras en América Latina y el Caribe “el desempleo juvenil alcanzó el 13,7 %” y 21,7 millones de jóvenes no estudian ni trabajan. De esos 21,7 millones, 7,8 millones procuran empleo sin obtenerlo pero, cuando lo consiguen, por lo general es de baja productividad y en condiciones de informalidad. ¿Influye esta situación en las protestas juveniles?
Los jóvenes desocupados están en riesgo de ser excluidos socialmente, y la exclusión genera resentimiento y violencia. Quizá la respuesta esté en los gobiernos que faciliten el acceso a una educación de calidad y a una formación profesional que responda a las necesidades del mercado de trabajo. Desde hace bastante tiempo la enseñanza secundaria no opera como puente para el acceso al empleo. El surgimiento de los jóvenes Black Bloc puede ser visto como una advertencia para restablecer el vínculo entre educación y empleo.
*Profesor de Historia en la UBA.