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Historias bicentenarias

Detrás del nombre Argentina

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La palabra que nos identifica como nación aparece por primera vez en un poema de 1602. Lejos estaba de lo que hoy entendemos por Argentina. Martín del Barco Centenera fue un poeta español, nacido en Logrosán en 1535 y fallecido en 1602. Como capellán participó de la expedición de Ortiz de Zárate al Río de la Plata y fue el autor de un poema dedicado a Felipe II de España titulado La Argentina, por “el sujeto principal, que es el Río de la Plata”, aclara el autor.

Argentina viene de “argento”, que significa “plata”, y desde su origen es sinónimo de rioplatense o porteño. Antes, los habitantes del Río de la Plata se identificaban como americanos, pero nunca como argentinos.

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El lingüista Angel Rosemblat demostró que la palabra “argentina” era sinónimo de porteño, habitante de Buenos Aires. Hasta un español que vivía en Buenos Aires podía ser “argentino”.

Cuando se desarrollan los procesos de independencia en América latina no existían las nacionalidades actuales. La Asamblea del año XIII declara canción patria a un texto que luego sería el Himno y donde se alude “al gran pueblo argentino”, pero se usaba “ciudadano americano de las Provincias Unidas del Río de la Plata”.

En el Congreso Constituyente de 1825 se discute el nombre del país, y se propone Provincias Unidas del Sud América. Juan José Paso representa a Buenos Aires y sugiere Confederación Argentina y otros están a favor de Estados Unidos de Sud América. El Congreso resuelve por Provincias Unidas del Río de la Plata, con el que se firma el primer tratado con Gran Bretaña el 2 de febrero de 1825.

El 7 de febrero de 1826 el Congreso nombra a Bernardino Rivadavia “presidente de la República de las Provincias Unidas del Río de la Plata”. Así, Rivadavia fue el primer presidente, pero no de la Argentina. Durante la guerra contra el imperio del Brasil, en 1827-1828, los documentos del enemigo presentan al gobierno de Rivadavia como República de Buenos Aires.

El término “argentino” no existía. Existía el tucumano, el cordobés, el correntino. Las formas de identidad se correspondían con el terruño. La Argentina como idea de nacionalidad era impulsada por la generación romántica del ’37. Con el tiempo el nombre pasa de ser rechazado por los habitantes del interior a ser aceptado.

Es llamativo que el término “argentina” se generaliza en la prensa antes que en los documentos oficiales:  El Argentino, se llama una hoja de prensa de 1828, otra es El Mensajero Argentino, de 1826, mientras que en El Federal, de 1831, se habla de Provincias Argentinas. Sin embargo, la Constitución de Santa Fe de 1841 todavía dice que son ciudadanos todos los nativos de la provincia “y demás americanos”. Cuando se dirigen a Rosas desde México o Perú en 1845 lo tratan de “presidente de la República de Buenos Aires”.

En la Constitución en 1860 se discute el nombre de la futura nación. Son aclamados Dalmacio Vélez  Sarsfield, José Mármol y sobre todo Domingo F. Sarmiento por decir que Confederación Argentina era un nombre contaminado por el tirano (Rosas). Querían que el país se llamara Provincias Unidas del Río de la Plata.

La delegación porteña, Bartolomé Mitre entre ellos, lleva como propuesta el nombre de Buenos Aires a la convención. Pero Justo José de Urquiza interviene y considera que es un momento de conciliación, de donde surge el famoso artículo 35 –todavía en vigencia–, según el cual se puede llamar indistintamente al país Provincias Unidas del Río de la Plata o Confederación Argentina o República Argentina.
 

*Periodista e historiador.