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NECESIDADES Y HECHOS

Diálogo y políticas de estado

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La comunicación entre personas que adhieren a diferentes fuerzas políticas asume formas diversas: las principales son el debate y el diálogo. En el primero se busca confrontar ideas, en forma amigable o descalificando al otro; en el diálogo en cambio se busca acercar posiciones encontradas. Los debates amigables (hechos cara a cara o a través de monólogos escritos u orales) son útiles para aclarar posiciones, mientras que el diálogo es la vía apta para buscar alianzas, y más importante aún, para intentar políticas de estado. Nuestro escenario político ha sido testigo de muchos debates, en general descalificadores; así como de unos pocos diálogos que han servido para crear alianzas en algunos distritos electorales, pero ninguna política de Estado.

La magnitud de nuestros problemas está indicando la necesidad de incentivar diálogos que lleven a este tipo de políticas, sin menoscabo de los debates amigables y de las alianzas que sin dudas ayudan a dicho objetivo. Para contribuir a que este tipo de diálogo prospere debemos detectar dónde se encuentran las dificultades para que éstos tengan lugar, así como rastrear las pistas que muestren si es posible alcanzarlo.
En cuanto a las dificultades, la principal se encuentra en el énfasis casi excluyente que las diferentes fuerzas ponen en alguno de estos principios básicos: la libertad y la igualdad; lo que traducido a nuestro cotidiano político puede reducirse al énfasis en la institucionalidad republicana versus la distribución de la riqueza que lleva a la inclusión social. Y es oportuno destacar que esta diferencia no se da sólo entre oficialismo y oposición sino también dentro del campo opositor; y que esto repercute en el electorado.

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Pasando ahora a las pistas que muestran la posibilidad de un diálogo en esta dirección vale la pena rescatar una nota de Eduardo Jozami, miembro fundador de Carta Abierta, publicada en Página/12, el 6-10-13, en la que se afirma en nombre de un grupo de intelectuales oficialistas: “Nosotros no somos menos republicanos que quienes rechazan la participación popular”, y que “A veces, en el afán de cuestionar el discurso conservador, corremos el riesgo de regalar el republicanismo a nuestros opositores”. Después de declararse contrario al poder ilimitado y a favor de la división de poderes, el autor concluye que “no hay otro camino que seguir discutiendo para aclarar problemas, revisar los propios puntos de vista y bregar por ese consenso más amplio que hace falta hoy”.

Esta nota ratifica además que la dificultad para el diálogo aparece cuando ese grupo de intelectuales relaciona la institucionalidad republicana con gobiernos conservadores insensibles a los reclamos populares. Asociación errónea que debe ser respondida con objetividad: en primer lugar, asegurándonos que toda propuesta republicana incluya efectivamente políticas para la inclusión social; para luego demostrar que no es verdad que el republicanismo lleva a la exclusión social.

Aún cuando es cierto que algunos gobiernos republicanos han aplicado políticas que llevaron a situaciones de pobreza y exclusión, una regla metodológica básica nos enseña que la mera coexistencia de dos hechos no prueba que exista entre ellos una relación causal. Cualquier pretensión de una relación de este tipo cae si se prueba que existen casos en que esa relación se disconfirma; lo que aplicado a nuestro caso ocurre si se prueba la existencia de gobiernos republicanos que hacen de la inclusión social su meta política. Y esto es lo que ha ocurrido con los gobiernos socialdemócratas europeos al sostener el estado de bienestar; y con varios países de la región, entre ellos Chile y Uruguay, que han puesto sus logros económicos al servicio de la equidad social.

Esta estrategia de validación empírica se verá dificultada seguramente por adhesiones ideológicas que obstaculizan una mirada objetiva de los hechos; pero no hay dudas que si aceptamos validar nuestras idealizaciones con datos de la realidad, se habrá avanzado mucho en las posibilidades de diálogo. Y este avance se verá fortalecido si el diálogo se enriquece con propuestas técnicas de soluciones alternativas a problemas concretos, sin caer en acusaciones o injurias extemporáneas. El armado de grupos plurales de técnicos que dialoguen en busca de políticas de Estado va en la misma dirección. Un diálogo que apunte “a las cosas”, como nos pedía Ortega y Gasset.

*Sociólogo. Club Político Argentino.