Lunes. Viajo a Buenos Aires en un ómnibus mal mantenido. Martes. Voy al dentista. En la sala de espera está puesto el prestigioso Canal Encuentro. Veo algo atroz: un tipo con colita explica a Platón en el Parque Lezama. El tono, estentóreo y adoctrinador, se combina con la inserción de imágenes grotescas que encarecen y afean aun más la producción. Me hacen implantes. Una bacteria entra en la sangre. Fiebre. Miércoles. Cama. Aprovecho para leer Conversaciones con James Joyce (UDP, 2016), de Arthur Power, libro simpático en el que el autor, de tan tonto, parece Watson entrevistando a Sherlock Holmes. Todo el tiempo le sugiere que abandone esas cosas raras como Ulises y vuelva al Retrato del artista adolescente. Jueves. Sigue la fiebre. Leo No derrames tus lágrimas por nadie que viva en estas calles (Random House, 2016), de Patricio Pron, una novela ambientada en Italia, tan larga y laboriosa como
su título, que acumula ideas sobre literatura, historia y política e intenta dar cuenta de la relación entre fascismos y vanguardias. Leo también Teoría general del olvido, de José Eduardo Agualusa (Edhasa, 2016), una novela angoleña cuya contratapa anuncia al autor como el próximo Nobel portugués y lo define como una cruza de Coetzee con García Márquez, todas señales de peligro. Es un fresco de las tragedias angoleñas a partir de la Independencia que estiliza la crueldad hasta hacerla pintoresca a golpes de guión de telenovela. La dulzura tercermundista de exportación hace subir la fiebre. Viernes. Se va la fiebre. Paso por la ex librería Paidós, ahora reconvertida y rebautizada por la familia Waldhuter, sus nuevos dueños. Me llaman la atención cinco mujeres que eligen libros con entusiasmo e intercambian comentarios. Es una escena poco frecuente de ver en una librería, cuyos clientes suelen ser parcos y solitarios. Me animo y les pregunto qué es lo que las vincula y me contestan que asisten a un taller de lectura de
Silvia Hopenhayn. Nunca pensé que Hopenhayn pudiera despertar pasiones literarias de esa intensidad, pero la prueba estaba a la vista. Cuando interrumpen para comer, aprovecho para espiar la pila de libros que compró una de las damas lectoras. Entre los más o menos previsibles, Turgueniev, Dostoievski y Steinbeck, me llama la atención De los otros (Sexto Piso, 2016), una novela de Mariano Peyrou, a quien identifico como sobrino nieto de Manuel Peyrou, escritor amigo de Borges e hijo de Oscar Peyrou, escritor y periodista amigo mío a quien vi por última vez en las Canarias mientras se filmaba un documental sobre él mismo en su carácter de crítico que reseña películas sin verlas para no influenciarse.
Leo la novela en el ómnibus de vuelta y Mariano resulta el más brillante de la dinastía Peyrou: De los otros es de lo mejor que se publicó en castellano en mucho tiempo. Original, elegante, divertida, virtuosa, asombrosamente fina para un español o un argentino de esta época (el autor llegó a Madrid a los cinco años), es el retrato del artista en la mediana edad a partir de la figura de un compositor de música contemporánea. El monólogo interior tiene la forma de un diálogo con una vieja amiga que lo invita a pasar un fin de semana en el campo con su familia. El final, una lista desopilante de nombres y profesiones, haría aplaudir a Cabrera Infante.