Los editores suelen ser personas ocupadas y preocupadas: dedicados cada vez más a manejarse en el territorio del marketing y la futurología (obligados a vender más ejemplares y más rápido, arriesgar todos los meses por la construcción de un best seller, como si los best sellers no fueran el resultado de la mútliple confluencia de variables completamente azarosas), y menos en el marco estricto de la producción de libros con un mínimo de calidad. Es por eso que, paradójicamente, muchos de ellos tienen poco tiempo para leer –aunque esto último, a decir verdad, no es algo que les pase sólo a los editores–. Si al mismo tiempo, semana tras semana, llegan a las editoriales decenas de originales esperando ser descubiertos, arrancados del olvido y publicados, ¿cómo evaluar la potencialidad de esos trabajos? Muchos trabajan con lo que en la industria se denominan “lectores”: escritores, periodistas y estudiantes que se dedican a elaborar informes de lectura sobre la obra que les tocó en suerte. El formato del informe varía de acuerdo con las exigencias de las editoriales (glosar el argumento, colocar puntajes, analizar la obra críticamente) y, por lo general, se exige del lector que recomiende o desaliente la publicación del original.
Los informes de lectura son secretos y anónimos, para evitar suspicacias y represalias. Pero se sabe que escritores como Marcelo Cohen o César Aira, entre muchos otros, trabajaron como lectores, y se cuenta que sus informes son a la vez notables piezas literarias. El poeta Gabriel Ferrater fue otro de los escritores que se dedicó, por largos años, a elaborar informes de lectura, que fueron recogidos por el sello español Península en el año 2000 con el título de Noticias de libros. Ferrater nació en 1922 y murió 1972 (en rigor de verdad, cumplió la promesa que le había hecho a sus amigos de que cuando llegara a los 50 años se mataría). De una erudición asombrosa, tradujo al catalán y al castellano obras de Kafka y Gombrowicz, escribió una amplia obra ensayística y tres libros de poemas, recopilados en Mujeres y días.
Noticias de libros está dividido en tres partes: “Primeros informes para Seix Barral (1961-1965)”, “Papeles de Hamburgo (1963-1964)” y “Ultimos informes para Seix Barral (1970-1972)”. Ferrater lee para recomendar o no la traducción al español de novelas, poesías y ensayos. De acuerdo a la complejidad y el valor de la obra, la despacha en pocas líneas o elabora detallados y extensos informes. Analiza las traducciones de Dashiel Hammett, el libro ¿Qué es la historia? de Edward Carr, lee a Bernard Malamud y a Nadine Gordimer, pero también a autores que nadie recuerda. Sus textos son no sólo reveladores, sino también divertidísimos. Cuando escribe sobre Visions of Gerard, de Jack Kerouac, arranca así: “¡Caramba! Los chicos duros tienen corazones de azúcar”. Acerca de Ces Chers Petit, de Randal Lemoine, dice: “Es un libro tan imbécil que ni siquiera soy capaz de escribir un informe como es debido sobre él. Si un traductor tiene que sudar, démosle Finnegans Wake antes que esto”. Ferrater no es un lector más: piensa la obra como un todo, como si fuera un editor. Ni Nabokov se salva cuando lee La dádiva: “Esta es una obra mayor, no como Pale Fire. Creo que ningún otro libro ha dado tanto juego a su singularidad (...). Ahora bien, desde el punto de vista editorial, el libro reúne casi todos los inconvenientes en que podría pensarse, y si alguna vez un libro de un escritor prestigioso puede ser calificado de pesadilla del editor, es éste”. Y luego se toma varias páginas para enumerar sus inconvenientes. ¿Qué libros de los que se publican actualmente en la Argentina pasarían la prueba de Ferrater? No se molesten: es una pregunta retórica.