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Dilemas de peso

Zapatero vislumbra dificultades económicas para España. The Economist todavía es optimista respecto a Europa, aunque el argumento no me convence: las exportaciones europeas no se ven tan afectadas por la suba del euro. (OK, pero tampoco se verán beneficiadas, ¿o sí?) En EE.UU. parece haber chances de una mayor calma financiera –¿o es que nos distrajimos con el lock out?–, aunque el mercado de trabajo empieza a sentir los efectos.

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Zapatero vislumbra dificultades económicas para España. The Economist todavía es optimista respecto a Europa, aunque el argumento no me convence: las exportaciones europeas no se ven tan afectadas por la suba del euro. (OK, pero tampoco se verán beneficiadas, ¿o sí?) En  EE.UU. parece haber chances de una mayor calma financiera –¿o es que nos distrajimos con el lock out?–, aunque el mercado de trabajo empieza a sentir los efectos.
Botón line: ¿y si el dólar ya tocó su techo (corrijo: su piso, su mínimo valor) contra el euro? ¿Y si en algún momento empieza a desandar el camino que recorrió estos últimos años? ¿Problemas para nosotros?
Con el dólar debilitándose, el dilema fue entre: 1) apreciar el peso contra el dólar y no importar inflación, lo que conducía a la  apreciación real por nuestra inflación de origen interno; o 2) mantener el $ 3,15 e importar inflación, y en tal caso más o menos mantener el tipo de cambio real: la inflación en dólares de Argentina –en parte importada, en parte no– se veía compensada por la inflación en dólares en el resto del mundo.
Elegimos la opción 2: nuestra inflación fue más alta que lo que habría sido en la opción 1, pero así y todo logramos mantener la competitividad.
Si la cosa se da vuelta y el euro empieza a bajar, el dilema sería entre: 1) pasar de $ 3,15 a $ 3,40, alegando ahora que lo mismo estarán haciendo Chile, Brasil y la propia Europa, y 2) mantener la paridad con el dólar, lo cual implicaría que el numerador y el denominador del tipo de cambio real (respectivamente, los precios internacionales y los precios locales, ambos medidos en pesos) pasarían a moverse en direcciones opuestas; los precios internacionales estarían bajando (estilo 1999) y los  locales subiendo. Resultado: atraso cambiario de aquéllos, como tuvieron todos los gobiernos peronistas.
Para un país que sigue metas de inflación, lo correcto es la opción 1 en ambos casos: apreciar contra la “divisa patrón” cuando hay inflación en el mundo, medida en esa misma divisa, y depreciar cuando ocurre lo opuesto. Claro que si no apreciás cuando hay que apreciar pero sí depreciás cuando hay que hacerlo, la inferencia es: “El peso es una moneda de mierda” (como nuestra dirigencia). Con inflación arriba de 20%, no es un mensaje reconfortante.

*Economista
www.lacienciamaldita.blogspot.com